El empleo de anticolinérgicos (medicamentos contra la contracción de los bronquios que dificulta la respiración) en pacientes con EPOC se asocia con un incremento de las probabilidades de sufrir infarto agudo de miocardio, infarto cerebral (ictus) y de fallecer debido a un episodio cardiovascular. Las conclusiones se extraen de un metaanálisis, el repaso a los últimos grandes estudios sobre esta enfermedad, y lo publica una prestigiosa revista científica (JAMA).
La EPOC es la cuarta causa de enfermedad crónica en Estados Unidos, y se calcula que será la quinta a nivel mundial en el año 2020. Los anticolinérgicos inhalados se usan frecuentemente para aliviar los síntomas que padecen estas personas pero, según recuerdan los investigadores, se ignoraba hasta el momento cuáles son los efectos que estos fármacos podrían tener en la salud cardiovascular.
Un equipo de la Universidad Wake Forest ha recuperado los datos de los últimos trabajos sobre EPOC y ha observado una relación estadística entre estos medicamentos y el riesgo cardiovascular (infarto de miocardio, infarto cerebral y muerte por causa cardiovascular). En total, repasaron 103 artículos científicos y 17 ensayos clínicos en los que había 14.783 pacientes.
Según esos datos, la administración de anticolinérgicos incrementó en un 58 por ciento el riesgo cardiovascular general. El riesgo de infarto de miocardio crece un 53 por ciento con dicha medicación, y un 80 por ciento el de fallecer por causas relacionadas con el sistema cardiovascular.
“La enfermedad pulmonar obstructiva crónica es un factor de riesgo independiente para ser ingresado en el hospital por algún problema cardiovascular”. De hecho -escriben- la muerte cardiovascular es una causa más frecuente de fallecimiento entre estos pacientes que los trastornos respiratorios, y los problemas del corazón son más frecuentes al agravarse la EPOC. Por tanto, advierten que quienes tratan a los pacientes “necesitan controlar de forma estricta a los enfermos con EPOC que reciben anticolinérgicos a largo plazo y considerar los riesgos cardiovasculares para decidir si éstos compensan el beneficio sintomático de la medicación”.