Empieza el día y Sergio Rello monta a los niños en el coche para llevarlos al colegio. Ha avisado al panadero por WhatsApp para que le deje tres barras en casa de su vecina y se las ha pagado por Bizum. Hoy pasará un rato en la huerta, dará un paseo y se irá a trabajar a la central de ciclo combinado de Arrúbal. Su mujer, médico de familia en la zona, recogerá a los niños cuando acabe sus consultas y volverá con ellos a casa para pasar una tarde de juegos y contacto con la naturaleza y los mayores.
Con esta tranquila rutina, esta familia logroñesa ha cambiado por completo la vida de todo un pueblo. Con ellos ha vuelto la juventud y la alegría a Las Ruedas de Ocón, un rincón de La Rioja en el que viven poco más de una veintena de personas. Cuando se instalaron con sus dos pequeños, hace algo más de un año, no sólo bajaron la media de edad del pueblo en varias décadas sino que consiguieron además demostrar a todo su entorno que la vida rural, en contra todos los mitos que la acechan, sí es posible para una familia joven.
Fue en 2019 cuando Sergio y Beatriz empezaron a plantearse buscar una segunda residencia en un pueblo. Llegó la pandemia y, como a tantos, les cambió los planes. En esa época nació su primer hijo y, aprovechando la baja de maternidad y paternidad, se fueron a pasar un mes al pueblo de su padre, en Soria. “Allí empezamos a descubrir que todas las ideas que nos habían trasladado sobre las dificultades de vivir en un pueblo eran falsas”, cuenta Sergio, “veíamos que no era tan imposible y nos lo empezamos a plantear más en serio”.
"Hacía 15 años que no había niños viviendo en el pueblo, han traído la alegría a nuestras calles"
Y así es como poco después compraron una parcela en Las Ruedas de Ocón, una zona que su mujer conocía bien por su trabajo, y comenzaron a construir su casa, pensando más en una vivienda para el día a día que en una residencia de fin de semana. En julio de 2023 se mudaron definitivamente al pueblo, con un niño de casi tres años y otro de poco más de uno.
El siguiente paso fue buscar un colegio. “Nos correspondía el de Murillo pero un colegio grande, de una veintena de niños por clase como los de una ciudad, no era el modelo que queríamos; en nuestra apuesta por el cambio de vida, queríamos para nuestros hijos un cole rural, de esos en los que las clases son pequeñas y mezclan a niños de diferentes edades”, explica el padre de familia. Por estas razones eligieron el CRA de Galilea. Ahora su niño comparte clase con otros ocho compañeros de entre tres y cinco años y el pequeño va a la guardería en el mismo centro.
Ahora tienen claro que no se equivocaron. “Nuestra familia nos decía que cómo íbamos a irnos a un pueblo, que al menos en la ciudad ves a gente cada día pero la realidad es que en Logroño, de mi casa al centro podía cruzarme con 3.000 personas y no hablar con ninguna mientras que aquí me cruzo con una docena y tardo una hora en llegar a casa porque me paro a hablar con todas ellas, me preguntan cómo estoy o si han salido las alubias en mi huerta. Hay menos gente pero las relaciones más cercanas y amables compensan con creces”, explica.
El cambio no ha sido sólo para ellos. Ruben Gil Trincado, concejal de Las Ruedas en el ayuntamiento mancomunado del Valle de Ocón, asegura que esta familia ha mejorado notablemente la vida del pueblo. “Cuando llegaron hacía 15 años que no había un niño por estas calles, y antes de eso, otros 30 años más”, relata, “ahora la alegría ha vuelto a la vida diaria del pueblo porque siempre hay dos niños pequeños por las calles; se han convertido en los hijos y nietos de los 20 vecinos que viven aquí durante todo el año. Su llegada fue la mejor noticia para el pueblo y para el colegio y además estoy seguro de que invitará a que otras familias se instalen en la zona”.
Ese contacto diario con la gente mayor del pueblo es para Sergio una de las principales ventajas en la educación de sus hijos. “Tienen los cuatro abuelos muy jóvenes y si hubieran crecido en una ciudad, jamás habrían tenido contacto con personas mayores como lo tienen aquí donde pasan a casa de la vecina a por un trozo de pan, son el juguete del pueblo”, relata. También el contacto con la naturaleza ha supuesto un punto a favor en esta nueva vida. “Nos gusta que nuestros hijos sepan de dónde vienen las cosas gracias a que aquí podemos tener un huerto en el jardín, que ven de donde viene lo que comemos, salir a pasear, ver animales. Sentíamos que la vida en la ciudad se ha desnaturalizado y aquí podemos enseñarles esta realidad del contacto con la tierra y con las personas”, explica.
Para combatir la despoblación hay que cambiar de discurso y acabar con los falsos mitos que se empezaron a extender en los 70
No encuentran fisuras en este nuevo plan de vida. Son conscientes de que dentro de diez años sus hijos tendrán otras necesidades y ellos pasarán más horas haciendo de taxistas, “pero eso ya vendrá, no miramos más lejos porque la vida da muchas vueltas”. Lo cierto es que de momento no les falta de nada en el pueblo. “Aquí usamos el coche a diario pero cuando vivíamos en Logroño también lo hacíamos, igual recorríamos menos kilómetros pero a veces tardábamos más. Ahora hacemos la compra cada diez o quince días y tenemos una buena despensa en el garaje, todo está más organizado y nunca falta de nada mientras que en la ciudad, como sabías que en cualquier momento podías ir a comprar, muchas veces te faltaban cosas”, explica Sergio, “y hacemos compras por internet, pero antes también las hacíamos”.
Sin embargo, aunque a ellos no les afecte, sí ven un inconveniente para sus vecinos: el transporte público. Explican que en Las Ruedas sólo hay autobús los lunes y los viernes, “y sucede que a veces entra el autobús y no se monta nadie pero luego un miércoles hay una señora mayor que necesita ir a Logroño para cualquier cosa”. Por eso consideran que la vida rural mejoraría mucho si se instalase en todas estas zonas el servicio de transporte a demanda. Algo con lo que también está de acuerdo el concejal de su pueblo: “Sería beneficioso para todos, para las personas y para el propio servicio, y así lo hemos trasladado al Gobierno de La Rioja”, confirma Gil Trincado.
En cualquier caso, Sergio defiende que “los servicios no volverán a los pueblos antes que la gente”. Por eso su apuesta por la vida rural es firme y trata por todos los medios de romper los falsos clichés. “Después de estudiar mucho sobre la España vaciada, creo que lo que se debe hacer es cambiar el discurso”, argumenta, “se denostó tanto en los 70 la vida en los pueblos que ese mensaje ha calado hondo. Se instauró la tradición de que los pueblos son para el fin de semana y el verano, incluso hay mucha gente que va a menudo a sus pueblos porque es donde se siente bien, pero no se atreve a dar el paso porque lo que se ha hecho siempre es denigrar este estilo de vida”. Tiene claro que, si es lo que te gusta y tu trabajo te lo permite, a día de hoy la vida rural es perfectamente factible. A él le bastó con probarlo un mes. Hay quien todavía no se atreve.