Periodista, investigador social, miembro de Ecologistas en Acción y del movimiento #NoalTTIP. Tom Kucharz es una de esas personas que han hecho de su lucha un modo de vida. En los últimos tiempos su activismo se centra en acabar con el Tratado de Libre Comercio e Inversiones que se negocia entre la Unión Europea y Estados Unidos. Un nuevo marco legal del que se conoce todavía muy poco y que, sin embargo, podría suponer un antes y un después en las políticas sociales, mediomabientales o laborales en favor de los grandes lobbys económicos. Se explica en un perfecto castellano con un discurso firme que centra en los peligros de la globalización, la decadencia de las políticas neoliberales y el panorama hacia el que quieren abocarnos las grandes potencias.
Usted ha definido este tratado como un intento de crear una “OTAN económica” ¿A qué se refiere exactamente?
Los dos mercados más grandes y más influyentes desde la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos y la Unión Europea, están perdiendo su hegemonía económica comercial a nivel internacional. Y ese poder se va trasladando a potencias como China, Rusia o India, pero también a otros mercados de menor tamaño como Brasil, Indonesia o Filipinas. A partir de 2015 el 90% del crecimiento económico mundial se da fuera de la UE y EEUU así que nos podemos hacer a la idea de que ese traslado del poder económico comercial internacional hacia el Pacífico conlleva otros cambios globales. Gran parte del gasto militar se va a dar en ese espacio, y con el también la carrera espacial y científica. Ese fortalecimiento se refleja también en la moneda de estos países.
Vamos hacia más guerras de comercio, una guerra por los mercados. Una de las debilidades del capitalismo es la sobreacumulación de capitales y la sobreproducción. Y llega un momento en el que los grandes capitales ya no tienen dónde invertir para conseguir más rendimiento. Ahora con un interés casi a cero, hay bancos que pagan para dar créditos porque no quieren que colapse el sistema financiero. El capitalismo encuentra cada vez más dificultades en reproducir las cuotas altas de obtener el 20 o el 30% de rentabilidad como ocurrió con la burbuja inmobiliaria en España.
A la vez que hay más guerra por los mercados, vemos como en España por ejemplo hay casi un tercio de la población que ya no sirve ni como productores ni como consumidores y quedan descartados por el capitalismo. Eso hace que los mercados internos no generen el suficiente crecimiento económico y haya que mirar a otros mercados. Pero hay otros actores, como China, que pueden producir más barato. Pero no sólo en productos sino también en servicios a empresas, como es el caso de la India.
Ese desplazamiento del poder hacia el Pacífico ha hecho que Europa y Estados Unidos tomen la decisión de cooperar, unirse más en lo económico y financiero, tras cuarenta años compitiendo entre ellos. Como ya colaboran militarmente en la OTAN, ahora quieren reforzar esa unión en lo económico. A nivel de empresas ya no hay apenas diferencias porque la mayoría son transnacionales y da igual que tengan su sede en Washington que en Frankfurt, e incluso se han creado en Europa los paraísos fiscales para que puedan evitar impuestos.
Los aranceles entre Europa y Estados Unidos son prácticamente inexistentes, ¿dónde sustentan entonces la necesidad de un tratado de estas características? ¿En las inversiones?
La explicación externa es ese deplazamiento del poder hacia el Pacífico. Algunas tesis mantienen incluso que EEUU está utilizando a la Unión Europea porque con este TTIP por un lado, y el tratado Transpacífico con países de Asia y el Pacífico, pero sin China, lo que busca es precisamente poner en aprietos a Rusia y China, grandes competidores en algunos mercados.
Por otro lado está la explicación interna. Va a haber cambios políticos tipo Syriza en Grecia. Para evitar que estos gobiernos de izquierdas tomen decisiones anti neoliberales y pongan en marcha políticas a favor de las mayorías sociales, quieren poner una chaqueta de fuerza. El Tratado de Lisboa y otros tratados comerciales ya hacen de chaqueta de fuerza no permitiendo a los gobiernos progresistas introducir cambios a corto plazo. De hecho, algunos de los firmados por países sudamericanos en el pasado, aunque fuesen derogados, permanecen aun diez años en vigor. Es el caso del Tratado bilateral entre España y Bolivia. Se ha desarrollado muy inteligentemente porque deja muy pocas puertas de salida hacia políticas alternativas. Cuando luchamos contra la Organización Mundial de Comercio, ya veíamos que se trataba de una legislación internacional paralela para las grandes multinacionales. Esto afecta a las políticas de cada país pero también incluso a las políticas municipales cuando hablamos de compra pública, gestión de servicios públicos, atención al ciudadano… Se quita la soberanía a los países y a los propios municipios.
Hay un cierto oscurantismo con este tema. Algunos eurodiputados han denunciado las condiciones en las que les dejan acceder a los documentos, en una Reading Room, con tiempo limitado, sin móvil ni boli ni papel, firmando un documento de confidencialidad… Marina Albiol, eurodiputada de IU, ha llegado a afirmar que vio algo que no se conocía hasta ahora pero no puede desvelarlo porque podría tener consecuencias penales. ¿Por qué tanto secretismo?
No se quiere que se conozca porque si la población supiera lo que realmente están negociando, el rechazo y la oposición sería todavía más mayoritario. Hay incluso partidos de derecha y partidos liberales que al conocer parte del contenido plantean el tema de la transparencia porque ven que puede afectar a su electorado. Pensemos en el electorado del mundo rural, que mayoritariamente vota a la derecha, si conocen el impacto del TTIP en términos de pérdida de empleo o de asfixia a las agriculturas familiares que no pueden competir con las multinacionales, esto les haría perder votos. A las grandes empresas de distribución de alimentos les da igual el mantenimiento de las Denominaciones de Origen, pero son temas que en el electorado conservador generan gran resistencia.
Yo siempre lo comparo con las etiquetas de los alimentos que a veces son un engaño y no ponen todo lo que contiene porque si reflejaran que se han utilizado agrotóxicos, pesticidas o productos cancerígenos, mucha gente no los compraría. Es lo que pasa con los tratados comerciales. Son tan perjudiciales para la vida que, de conocerlos, la gente los rechazaría mayoritariamente. Es lo que ocurrió en 2005 en Francia y Europa con el rechazo a la Constitución Europea. Y lo vemos en las charlas, cuando informamos sobre el TTIP se genera un sentimiento en la gente de “no puede ser”.
Todo esto parece llevar a una gran incertidumbre porque incluso un informe de la Eurocámara ha denunciado que con tanto secretismo no se puede evaluar el futuro impacto del Tratado.
Hay diferentes estudios de impacto económico en los que se ha demostrado que los modelos econométricos utilizados son muy débiles. Hay importantes economistas que aseguran que es imposible predecir qué va a pasar de aquí a 2027, que es la fecha en la que se calcula que estaría en marcha todo. Además, la cuota de crecimiento que se plantea sería del 0,013%. En los discursos se manipula hablando de un crecimiento entre el 0,1 y el 0,5% pero omiten que eso sería en diez años y no en uno. Se han enredado en tantas contradicciones que ya no son creíbles sus informes de impacto.
Además hay nuevos estudios que plantean que no sólo habrá un crecimiento insignificante sino que se registrarán pérdidas económicas. Si se pierden 680.000 empleos en la UE, es el Estado el que paga la Seguridad Social, las ayudas al desempleo. Cuando hay menos aranceles, el Estado también tiene menos ingresos. Si se pierden los estándares, el Estado tiene que ajustar la legislación. Se reducen los derechos laborales, habrá más accidentes laborales y el gasto lo asume la Sanidad pública. Son gastos públicos que no se calculan en el impacto. Las empresas que hacen las pesticidas no pagan el gasto sanitario de los daños que ocasionan en la salud.
Por otro lado, si bien el Tratado puede generar más comercio entre EEUU y la UE, podría reducirse en un 30% el comercio interno de Europa, y eso lo dicen sus propios estudios.
Da la sensación de que se está vendiendo la autonomía de los Estados a los intereses de las grandes multinacionales. ¿Dónde queda el poder de decisión de cada país?
Eso es así desde el origen de los tratados de funcionamiento de la Unión Europea. Maastricht o Lisboa ya garantizan que no hay injerencia política en la libre circulación de capitales. Eso va por encima del cumplimiento de cualquier derecho social que se recoge en la Carta de Derechos Humanos, pero tiene más valor jurídico el derecho comercial que las garantías de esos derechos. Claro que el TTIP da más poder a las empresas pero, ya en Sevilla en el 95, bajo la presidencia española de la UE, Estados Unidos proponía a las empresas la creación de un lobby para hacer presión a ellos mismos y así justificar los cambios políticos. Era el Diálogo Transatlántico de los Negocios (TABD). No extrañan ya las reuniones diarias de las grandes multinacionales en la Comisión Europea porque son su aliado natural, hay un trato sistemático.
El paso de gigante que supondría el TTIP es la cooperación reguladora, que ya existe con Estados Unidos desde hace diez años pero de manera informal, con un par de reuniones al año en las que buscaban las legislaciones que podrían armonizar o adaptar para el contario. Ahora, con este Tratado, eso adquiriría un carácter jurídico obligatorio y se crearía el Consejo de Cooperación Reguladora. Todavía no hay consenso para decidir si las empresas estarían o no presentes en ese órgano. Lo que sí plantean es que cualquier nueva legislación de carácter ambiental, laboral o social que se desarrolle en el futuro, tendrá una evaluación de impacto, pero no sobre los derechos de la ciudadanía sino sobre los negocios de las empresas. Además, cualquier legislación pasaría antes por el sector corporativo (Banca, patronales, asociaciones empresariales) que por los Parlamentos, para que las empresas puedan decidir primero si les perjudica. Ahí sí estaríamos hablando de una privatización de la ley.
¿Dónde quedan las pequeñas y medianas empresas que son la base económica de muchas sociedades como la nuestra?
Como han perdido la batalla sobre las cifras de crecimiento económico y creación de empleo, su gran lema ahora es decir que va a ser bueno para las pequeñas y medianas empresas. Hay un estudio de un banco alemán en el que sólo un 15% de las empresas encuestadas esperaban algún tipo de beneficio con este Tratado. Siempre las pymes van a tener más cargas directas e indirectas que las grandes multinacionales. Los grandes actores pagan menos en comparación y con esto se agrava la desventaja.
En el caso de España, sólo el 3% de las pymes tienen un volumen de negocio con Estados Unidos. Puede haber sectores que se beneficien porque la exportación sea más fácil al relajar las normas, pero esas empresas deben saber que así no se soluciona la crisis. Lo que deben hacer los gobiernos es proteger los mercados. Si queremos una solución para el calzado de La Rioja, lo que tengamos que impedir es la entrada del calzado chino o indonesio. Por las normas del comercio internacional tenemos fábricas de millones de personas esclavizadas en Bangladesh mientras aquí se pierden puestos de trabajo. Tiene que haber solidaridad y eso sólo se consigue con políticas comerciales restrictivas y de protección. No podemos permitir que entre calzado de otros países cuando podemos producirlo nosotros. El proteccionismo no es malo. Y es importante que no se dejen engañar porque, si puede haber sectores que se beneficien, hay muchos otros que perderán miles de puestos de trabajo.
¿En qué punto se encuentran las negociaciones?
La novena ronda tendrá lugar en este mes de abril en Nueva York y la décima en Bruselas en julio. Lo bueno es que ya sabemos que las negociaciones no van a finalizar en 2015 como tenían previsto ni tampoco antes de que Obama deje la Casa Blanca en 2016 porque no han podido hacerlo con tanta urgencia como deseaban por la oposición que han ido encontrando. Y eso es una pequeña victoria para el movimiento. En octubre de 2014 empezaron ya con los temas más peliagudos en la negociación y cada vez hay más contradicciones y desacuerdos entre las partes, lo que hace que no vaya todo tan suave como esperaban y los plazos de los encuentros se alarguen cada vez más. Hemos ido viendo que hay un sector de la industria que se está poniendo nervioso con esa lentitud. En Alemania, el sector del automóvil ha lanzado incluso una campaña de apoyo al TTIP.
¿Son todavía optimistas? ¿Creen que pueden parar el Tratado?
Por supuesto. Por el nivel de secretismo y opacidad de este Tratado, están mostrando al mundo lo antidemocráticos que son y cómo funcionan, no sólo en el ámbito comercial. Y eso para nosotros es una gran oportunidad. No sólo vamos a conseguir paralizar las negociaciones e impedir que se lleve a cabo el Tratado sino que también se va a abrir una brecha en todo lo que es el poder que está detrás de las políticas neoliberales porque la gente está abriendo los ojos. El Movimiento Anti TTIP no sólo critica que los pollos se limpien con cloro, que se pierdan derechos laborales o que se liberalice el fracking, también criticamos quién está decidiendo sobre nuestras vidas, los derechos, etc. Es una cuestión de fondo, el modelo de producción y consumo que queremos y en el que hemos perdido la fe con la crisis. Ahora se ve a la Unión Europea como algo alejado de los intereses de las personas. Así se explica el auge de los partidos de extrema derecha contrarios a la UE.
Desde el 15M confluyen dos elementos: hemos visto que el sistema no nos representa y que el sistema neoliberal ha fracasado y con la actual crisis una gran parte de la población ha perdido la fe en esas políticas neoliberales. Esto se ha hecho aun más evidente con el TTIP que defiende los intereses del capital pero olvida a los millones de desempleados que hay en Europa.