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Durante la pasada semana el debate político en Logroño giró en torno a la salida del Partido Socialista de la concejala Eva Loza y el posterior mantenimiento de su acta. Ocupó en gran medida contenidos mediáticos y en redes con la amplificación de las partes de un excesivo ruido de fondo en ese debate que no le beneficia a ella, a su antiguo partido ni a la concepción de la política. La decisión se trataba, en definitiva, como sucede también en otros ámbitos, de la dificultad de saber irse y de dejar marchar.
Hubo, sin embargo, otro aspecto relacionado con la política municipal que pasó casi inadvertido, pero que constituye una enorme gravedad. “Queremos una Logroño libre de islamismo. No vamos a permitir que avance y ponga en peligro nuestra cultura y nuestras tradiciones. ¡Con el bienestar y la convivencia de los logroñeses no se juega! Sólo queda Vox”, publicó en X María Jiménez, portavoz de Vox en el ayuntamiento.
Si ya el mensaje resulta de por sí deplorable, no se quedó solamente en ello, sino que lo acompañó con una lamentable fotografía en la que aparecen cuatro mujeres con velo que pasean con sus hijos y portan dos sillas de bebés. Esa estigmatización inadmisible destila en tan breve extensión una declaración abundante de odio, fascismo, clasismo y xenofobia.
Es odio porque, con su incitación y criminalización, socava la dignidad de las personas migrantes. Ese mensaje, publicado por ella y compartido posteriormente por la cuenta de Vox en la capital, se sitúa cerca de Isabel Peralta, del grupo neonazi Bastión Frontal, recientemente condenada por un delito de odio por la ignominia de sus afirmaciones ante la embajada de Marruecos. A su vez, está muy lejos del valor democrático de la igualdad que debería emanar de quien ostenta un cargo de representación pública.
Es fascismo porque supone una discriminación y un señalamiento. Ante ello, el conjunto del arco político del consistorio debía haberse pronunciado al respecto. Solamente Iván Reinares, concejal del PSOE, lo hizo dando una rueda de prensa para condenar lo ocurrido y reclamar la acción gubernamental del Partido Popular. Federico Krumnack, portavoz de la Junta Local del PP, respondió con sorna “que el PSOE quería que le quitaran el móvil a la concejala”. La ironía es para cuando toca. Aquí, más allá del acuerdo de declaraciones institucionales y el apoyo de mociones de cara a la galería, la única vía era actuar en lo concreto un posicionamiento claro y firme.
Es clasismo porque hay una selección de a quién se señala basada en un criterio de desigualdad social. En Vox reivindican con fervor la patria, pero no tienen ningún reparo en haber sido financiados por una organización opositora de Irán (de inspiración islamista, por cierto, lo cual revela una gran contradicción en el mensaje publicado), en recibir dinero de un banco de Hungría próximo al primer ministro Viktor Orbán (acaba de cambiar la Constitución para restringir los derechos de las personas LGTBIQ+) o en plegarse a Donald Trump con la implementación de sus aranceles a pesar de los efectos negativos que pueden acarrear en la producción española. En resumen, quienes tienen poder, me financian y con quien tengo alianzas sí son extranjeros buenos. Cuatro mujeres paseando tranquilamente con sus hijos por la calle no.
Por último, es xenofobia porque contraviene lo establecido en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. No puede ser representante pública quien no defiende su articulado porque la dignidad intrínseca de la defensa y el reconocimiento de los derechos humanos es lo que nos define como personas. No hay debate ni relativismo posible que quepa sobre ello. Tampoco ampararse en un supuesto respeto a la libertad de expresión cuando se hace una afirmación así, ya que una cosa es el respeto al derecho de opinar y otra que todas las opiniones sean respetables porque el racismo no lo es. Permitirlo como una opinión más y no cortarlo de raíz es normalizar lo inaceptable.
La publicación no es una pasada de frenada. En ese caso hubieran pedido disculpas y lo hubieran borrado. Lamentablemente, es una estrategia con la que infundir odio, miedo y un falso sentimiento de protección mediante el enfrentamiento con quien viene de otro país.
Esa concepción limitada es la de la búsqueda de la rentabilidad en el fango, la ausencia de la empatía y la falta de comprensión sobre la importancia de la diversidad en la vida. “Con el bienestar y la convivencia de los logroñeses no se juega” se decía en el mensaje. El bienestar y la convivencia se rompen con cualquier tipo de fanatismo, la intolerancia de mensajes que señalan a las personas que proceden de otros lugares y comportamientos impropios de quien debe representar la pluralidad de la ciudad. Luego, eso sí, cuando llegue San Mateo, tocará cantar a pleno pulmón “que nadie en Logroño se siente extranjero”.
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