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Las Cien Tiendas y lo peor de todo

22 de abril de 2025 11:38 h

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La última tormenta me sorprendió -miento, sabía que iba a caer la del pulpo- cuando salía de una librería de la zona peatonal. No llevar paraguas fue solo responsabilidad mía. Como comprar el último libro de Ray Loriga cuando una amiga asegura que tan solo lo sigo leyendo yo. La lluvia arreciaba con ganas y de inmediato las calles alrededor se transformaron en una gincana que proponía pruebas y obstáculos de complicada resolución. Baches inundados, baldosas bailarinas que camuflaban sorpresivas salpicaduras, algún charco donde hundir la zapatilla y zonas encementadas de nula permeabilidad recorrían el pavimento. Las personas que caminábamos por la zona coreografiábamos un zigzag infinito siguiendo los pasos de quien nos precedía hasta que escuchabas un juramento que advertía que tu guía había errado la ruta. Un poco como el personaje de aquella tira gráfica de El Jueves.

Hay calles que están en obras. Y luego están las Cien Tiendas, que no es que esté en obras: es una obra en sí misma. Una performance urbana de tres años de duración, con baches que ya tienen nombre propio, baldosas que juegan a ser trampas de dibujos animados -de esas en las que siempre caen el coyote o el lindo gatito-, y una capa de cemento que cambia de textura cada dos pasos, como si estuvieras paseando por un catálogo de suelos o sobre una pintura de Basquiat, que ya quisiéramos.

Las obras de reurbanización comenzaron hace tres años y ya llevan otros dos más o menos detenidas. Los infinitos problemas generados por la empresa adjudicataria que además parecía trabajar con el calendario Maya y el empecinamiento de algún concejal en no tomar cartas en el asunto eternizaron las complicaciones y alteraron los nervios y, sobre todo, el día a día de vecinos y comerciantes. Sufrieron las molestias de unas obras iniciales con la esperanza de disfrutar después de una calle más atractiva y mejor, pero su experiencia ha sido como la que ofrece una cinta de correr: mucho esfuerzo para no llegar a ningún lado. Aún recuerdo a aquel hombre mayor que clamaba a la prensa mientras salía de su portal a través de una de esas pasarelas amarilla de obra: “Aquí puede haber una muerte inminente”. 

Las Cien Tiendas es hoy, probablemente, el ejemplo del working in progress más longevo que se conoce. Al menos para una calle. La reforma inicial prometía incluso un pavimento sostenible capaz de reducir y absorber el CO2. Lo cierto es que a día de hoy el único impacto lo ha sufrido el medio centenar de tiendas y establecimientos que mantienen sus puertas cerradas y lucen un letrero de ‘Se alquila’ en su escaparte. Triste consecuencia para una zona comercial que aún se conoce como las Cien Tiendas, aunque lleva meses descontando dígitos. Y no ha sido una secuela del Covid, al menos no solo.

Reconozco que desconozco el momento en que se encuentra el nuevo proyecto de reurbanización de las Cien Tiendas. Al parecer la Justicia ha desestimado el recurso de la empresa una vez denunciado el contrato y octubre de este año es la nueva fecha anunciada para el reinicio de las obras. Ojalá comiencen antes. Lo que sé con seguridad es que con la primavera que llevamos volverá a llover y lo hará con ganas. Y yo volveré a encontrarme sin paraguas bajo la lluvia. Espero que acompañado de un buen libro. Ya saben: “Lo peor de todo no son las horas perdidas, ni el tiempo por detrás y por delante…”.

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