Pasos cortos y mirada larga para recuperar el deshabitado Oteruelo, que vuelve a celebrar sus fiestas

La vida se fue de Oteruelo en los años 70. Sonia fue de las últimas niñas en correr por sus calles, Vicente y María Teresa celebraban la última boda y Manuel, después de haberse marchado como tantos en busca de trabajo, veía como su pueblo languidecía. Pero este sábado, más de 50 años después, Oteruelo volverá a celebrar sus fiestas patronales gracias al impulso de la juventud del vecino pueblo de Aldealobos y de todos los habitantes del valle de Ocón.

Las raíces de Oteruelo siguen dispersas por los pueblos del entorno así que el recuerdo de las fiestas de San Lorenzo siempre se mantuvo. “Siempre decíamos, entre bromas, que habría que subir a echar el vermú”, cuenta Silvia Gutiérrez, una de las jóvenes de Aldealobos, con abuelo de Oteruelo, que impulsó la fiesta. Así, en 2022 propusieron subir a merendar el 10 de agosto, día del patrón, “y pensábamos que nos íbamos a juntar cuatro y fuimos unos cien”. Allí se empezaron a compartir las historias del pueblo y la ilusión se iba haciendo grande, por lo que al año siguiente se celebró la fiesta acogiendo el recital inaugural de Agosto Clandestino, con más de 200 asistentes.

Y entonces empezaron a pensar en cómo celebrar la fiesta este 2024, ya que San Lorenzo ha caído en sábado. Y la emoción se ha desbordado, la gente se ha volcado con la organización y todos esperan con ganas que las fiestas vuelvan al pueblo. Las campanas de todos los pueblos del valle de Ocón van a voltear para avisar de la celebración y habrá una misa campestre, degustación y paella popular y charanga y música. Por supuesto, será momento de recordar las vivencias en el pueblo, entre la nostalgia y el orgullo de reivindicar las raíces.

Todas las familias que proceden de Oteruelo tienen motivos para emocionarse con la celebración. Pero para Sonia serán especiales. Las fiestas le recuerdan al olor a café y a las rosquillas que preparaba su abuela para todo el pueblo. Hace pocos días que su padre, que era de allí, falleció y “él nunca dejó de celebrar San Lorenzo, iba al Museo de La Rioja al ver al santo y organizaba una comida con la familia o los amigos”. Su hija recuerda como su padre sentía mucha pena por su pueblo, especialmente en sus últimos años, y siempre estaba compartiendo recuerdos. “Cuando en marzo se devolvió la imagen del santo me dijo: ahora que está el santo, se podría organizar una sidrería o algo. Qué alegría, parece que le han oído”, cuenta Sonia con emoción.

Los jóvenes marcharon en busca de un mejor porvenir, quitaron la luz y a Oteruelo le llegó la muerte

Ahora aflora el orgullo pero “la despoblación se ha sufrido en silencio, es un dolor contenido”, apunta Álvaro González, de La Zamarra, que también está detrás de la organización. “Se vivió con pena pero te adaptas a todo”, es la respuesta en la que coinciden los vecinos más mayores que marcharon. “La gente se iba de sus pueblos, nunca completamente por una decisión libre. La vida era dura, con una economía de agricultura y ganadería muy de subsistencia e ingrata, lo que chocaba contra el mundo industrial en Logroño, Arnedo, Calahorra y concretamente para la zona de Ocón, en Ermua, donde se fueron muchos”, explica González del éxodo rural y de los últimos años de Oteruelo.

“El resto de pueblos se mantuvieron pero a Oteruelo le llegó la muerte, también porque ya no había luz eléctrica”. Mientras los jóvenes se iban en busca de un porvenir mejor, Oteruelo no tenía agua corriente y la luz era de tendido de cobre propiedad municipal. Los postes de madera se incendiaban y el precio que tenía que pagar cada familia cada vez era mayor, ya que era un precio fijo a dividir entre los habitantes. Ante estas circunstancias, Oteruelo se quedó sin luz y, aunque algunas personas seguían viviendo o subiendo en vacaciones, como los abuelos de Sonia, aquello fue el final.

Después, en los años 80 con la desastre de la heroína, hubo asentamientos de dos asociaciones de lucha contra la drogadicción, El Patriarca y ARAD, donde llegó a haber más de 120 personas. Pero aquello no funcionó y a los pocos años abandonaron el pueblo. Desde mediados de los 80 nadie ha vivido allí y el proceso de ruina ha sido muy acelerado. “Los vándalos entraron por las casas, se llevaron las tejas y los tejados se cayeron. Incluso a algunas les prendieron fueron”, cuenta Manuel Orío a sus 91 años con una memoria envidiable.

Desde Holanda e Inglaterra para las fiestas

A pesar de la destrucción, casi todos los vecinos han seguido volviendo a Oteruelo, al menos para pasear por su entorno. Alfredo, que fue uno de los que se marchó a Ermua, hasta hace poco iba a diario desde Las Ruedas de Ocón, donde vive. Agradece la implicación del Ayuntamiento y de la juventud para recuperar las fiestas y no ha faltado en las veredas que han organizado para recuperar la fuente y desbrozar la zona donde celebran este sábado. ¿Acudirá el sábado, entonces?, preguntamos. “Por supuesto, no me lo pierdo de ninguna manera, allí estaré todo el día”.

Las fiestas de Oteruelo van a reunir a mucha gente. Un hermano menor de Sonia ha venido desde Holanda solo para pasar el fin de semana y, aunque él no conoció el pueblo con vida, sí podrá cumplir una de las últimas ilusiones de su padre junto a sus hermanas. Tampoco se lo ha querido perder una hija de María Teresa y Vicente, que fueron la última pareja que se casó en la iglesia de Oteruelo, que vendrá desde Inglaterra.

María Teresa no era de Oteruelo pero vive la fiesta con la misma ilusión que si fuera. Ha preparado rosquillas y recibirá a sus hijos en su casa de Las Ruedas: “estoy ilusionada, les he inculcado el pueblo”. A ella le gustaba Oteruelo e incluso pensó en quedarse la casa de sus suegros, “pero no me dejaron comprar porque ya habían dado el pueblo de baja”. “Quizás ni se pueda entrar más, hay peligro de que se hunda. A Oteruelo se lo han dejado perder”.

Recuperar el patrimonio y la memoria de Oteruelo

Manuel Orío tampoco va a faltar a las fiestas de San Lorenzo de este año. “Las vivo con ilusión pero con poca esperanza, todas las casas están medio hundidas y es imposible recuperarlas”, dice. Sin embargo, entre la juventud la ganas hacen mantener esa esperanza que las generaciones más mayores han perdido. “Hay un movimiento de recuperar patrimonialmente el pueblo, hasta donde se pueda, porque no nos ponemos límites pero también somos realistas”, dice Álvaro González, consciente de que probablemente nunca nadie pueda volver a vivir en Oteruelo.

Tras recuperar el imagen del santo y las fiestas, apuestan por seguir desbrozando las calles, consolidar la torre de la iglesia y recuperar la memoria editando un libro en el futuro. “Con pasos cortos, mirada larga, se va a tratar de recuperar a nivel físico y emocional lo que fue el pueblo”.