Aunque muchos consideran que la globalización ha estado de moda las últimas décadas, los historiadores económicos argumentan que la globalización tiene una historia que se remonta a miles de años atrás. Como se mencionó en un artículo relevante del conocido periódico británico The Economist, la tendencia de la expansión comercial está vinculada a la especialización y es “casi tan antigua como la civilización”.
Dado el contexto poblacional y las condiciones ambientales similares en un área geográfica determinada, es necesario buscar clientes fuera de la región, expandiendo así el comercio e integrándolo en diferentes mercados. Naturalmente, los descubrimientos de nuevos territorios, el desarrollo de infraestructura y los modos de transporte fueron los grandes cambios en la globalización que crearon un rápido crecimiento y la expansión del comercio mundial, que eventualmente se convirtió en el mundo globalizado que presenciamos hoy.
Sin embargo, algunos consultores estratégicos argumentan que la globalización aún no se ha realizado con grandes cambios y nuevos patrones. Por el contrario, parece que estamos entrando en una nueva era de globalización. Más específicamente, informes de grandes consultorías como McKinsey destacan que, si en el siglo XX la globalización era visible principalmente en términos de bienes físicos y financieros, hoy estamos entrando en una fase de globalización digital, definida en gran medida por los flujos de datos e información. Como cuestión de hecho, los flujos digitales de datos e información ahora generan más valor económico que el comercio global de bienes físicos. Y eso suena como un cambio importante, dado que el mundo digital ha estado naciente solo durante unos 15 años, y sin embargo ya ha generado proporcionalmente más ingresos que el comercio de bienes tradicionales que ha estado presente por al menos un par de cientos de años.
Naturalmente, este cambio de globalización a una forma más digital implica cambios considerables, particularmente beneficiosos para las pequeñas empresas y los comercios artesanales.
En primer lugar, todos pueden participar en la globalización digital; por lo tanto, la globalización se vuelve más inclusiva.
Como tal, la globalización ya no solo depende de las grandes multinacionales, sino también de las pequeñas empresas y los proveedores de servicios de todo tipo. Ahora se puede, a través de un click, comprar bienes de otras partes del mundo, trabajar en manera remota o incluso buscar el mejor plomero de la región.
Otro cambio derivado de la globalización digital se refiere a una mayor eficiencia. Con todas las plataformas digitales y la tecnología disponibles, las pequeñas empresas y los pequeños emprendedores pueden gestionar sus operaciones internacionales (y también nacionales) de forma más rápida, con menos recursos y con menos costo.
Naturalmente, la información fluye y su accesibilidad inmediata permite a las compañías una mejor planificación, toma de decisiones y flexibilidad a la luz de los cambios del mercado global.
Finalmente, la globalización digital crea un tipo completamente nuevo de bienes que se comercializan: bienes virtuales. Aquí hablamos de los libros electrónicos, los juegos en línea, las aplicaciones, la música y los servicios de transmisión de video, que están a solo un “click de distancia”, pero que forman parte de un sistema de comercio global.
Estamos siendo testigos de una nueva era de globalización y las grandes oportunidades que ofrece esta era.