Es una pregunta complicada y con una respuesta también difusa por parte de los expertos: “Los padres deben llevar a su hijo a consulta cuando el comportamiento y los resultados en el entorno familiar y escolar no responden a las expectativas de una familia normal media”. Es lo que asegura Josep Artigas, neuropediatra y psicólogo del Centro Psyncron y coordinador del II Curso de Trastornos del Aprendizaje y de la Conducta celebrado en Barcelona.
Los trastornos en la infancia son mucho más comunes de lo que inicialmente podría pensarse. Según asegura el doctor Artigas, se estima que afectan a entre un 15-20 por ciento de la población infantil. Los más frecuentes son las dificultades de los niños para centrar su atención; los problemas en áreas concretas de aprendizaje como la lectura o el cálculo y los trastornos en el desarrollo del lenguaje.
Este experto asegura que con un correcto abordaje se consigue mejorar la situación, aunque apela, sobre todo, a la comprensión “para que la vida del niño no sea un infierno”. “Hoy día todo el mundo entiende que un niño cojo o asmático no puede hacer determinados esfuerzos o que un niño diabético tenga que llevar una dieta y unas condiciones de vida determinadas. Sin embargo cuesta mucho más comprender las dificultades de un niño por ejemplo con dislexia por ejemplo. Para estos pequeños es fundamental adecuar las condiciones de enseñanza a lo que pueden dar de sí”, argumenta.
EL COLEGIO, FUNDAMENTAL
Sobre este particular, Artigas lamenta que hoy día el sistema educativo esté dando prioridad a la acumulación de datos y se deje de lado toda la educación emocional y del control de los propios impulsos, “básico en la vida”. No obstante, reconoce que la escuela juega un papel fundamental en la detección de estos trastornos.
La mayor parte de los niños que llegan a consulta lo hacen por el “boca a boca”, aconsejados por otros padres con hijos con problemas similares y que han tenido un buen resultado en terapia. Sin embargo, también es muy importante el papel del colegio y del pediatra, que contribuyen en gran medida a detectarlos.
En cuanto al tratamiento, que debe de ser multidisciplinar, este experto rompe además una lanza a favor de los fármacos para tratar determinados trastornos como la hiperactividad u otros como la depresión infantil. “Aunque hay mucha polémica en este sentido, hay que tener en cuenta que una medicina bien utilizada, bajo una indicación adecuada, no ofrece el más mínimo riesgo. Es mucho mayor el riesgo de no darlo”, sostiene.
Este dilema también suele aparecer ante un niño deprimido, circunstancia que afecta a entre el 1 y el 2 por ciento de la población infantil. Los padres deben de preocuparse cuando de una manera continuada encuentran al niño triste, con problemas para dormir y sin ilusión por jugar, o por el contrario, si se muestra enfadado. La clave para distinguir un estado de ánimo normal de uno patológico es la permanencia en el tiempo. “Un enfado o rabieta puntual no debe de tenerse en cuenta, pero si el niño muestra ese carácter de continuo hay que tomarlo en consideración”, aclara.
Todos estos temas fueron tratados en el curso, dirigido a pediatras, neurólogos y psiquiatras infantiles. Además se abordó la problemática que se está percibiendo en muchos niños adoptados en la Europa del Este, al haber nacido de madres que han consumido alcohol e incluso drogas en el embarazo. “Por supuesto, el problema no radica en que el niño sea adoptado, sino en esta circunstancia durante su gestación. Hay que tener en cuenta que en muchos de esos países no está mal visto que la mujer beba durante el embarazo. La consecuencia es que muchos tienen problemas de conducta y de aprendizaje. ”El trabajo con estos niños también da muy buenos resultados, aunque, de nuevo, es fundamental comprender sus circunstancias y ser capaces de adoptar su entorno a sus limitaciones“, concluye el doctor Artigas.