8 de marzo. Día Internacional de la Mujer. ¿Un solo día, para resumir las exigencias y luchas que millones de mujeres en el mundo reivindican los 365 del año? Eso me hace pensar en la relatividad de los números. La igualdad estadística puede resultar capciosa ya que da una apariencia de igualdad real y efectiva, cuando en realidad la equidad porcentual sólo podría asimilarse a la igualdad formal.
Las estadísticas actuales referidas a la educación en España, por ejemplo, reflejan un porcentaje mayor de mujeres universitarias, ¿pero eso es alcanzar la igualdad? Evidentemente no. Se nos educa como a mujeres desde la educación infantil y primaria y al dar el salto al mundo laboral nos enfrentamos al más que conocido “techo de cristal” que se transforma en desigualdad retributiva, obstáculos para la promoción dentro del puesto de trabajo, acoso sexual, mobbing, etc.
La carga del cuidado todavía recae en las mujeres. Seguimos hablando de conciliación laboral (y a ello se dedican ciertos artículos de la Ley de Igualdad, de los convenios colectivos y de las políticas públicas) cuando se debería estar trabajando y educando a favor de la corresponsabilidad. Y es precisamente esa compleja compaginación de la vida personal y laboral la que hace que muchas mujeres se descuelguen de su carrera profesional y del mercado laboral.
Por lo tanto, la igualdad estadística no anula el sentido de las políticas de igualdad ya que el cambio fundamental al que aspiran es ideológico, no solamente cuantitativo. Las políticas de igualdad deben aplicarse transversalmente y desde la base de la educación para promover una equidad efectiva, la garantía de los derechos y el reparto equitativo de los tiempos, el trabajo, el ocio y el cuidado, que se comparten de forma desigual y afectan sobremanera a la vida laboral de las mujeres. Lo que deben pretender las políticas públicas no es alcanzar la paridad numérica, sino eliminar la desventaja de la que parten las mujeres respecto a los hombres en casi todos los ámbitos de nuestra sociedad y dar respuesta a las necesidades de toda la ciudadanía.
Los cambios que se anhelan son imprescindiblemente estructurales y culturales y para ello es necesario que las políticas públicas de igualdad actúen con acciones concretas en todos los sectores e implementando normas e instituciones dedicadas a ello para su efectiva aplicación en la vida cotidiana de las mujeres y de los hombres, ya que dichas políticas también deben ir destinadas a ellos para conseguir un verdadero cambio de mentalidad que luego se traduzca en un cambio actitudinal.
Nuevas miradas ante la violencia
Marcel Proust decía que el verdadero descubrimiento no consiste en buscar nuevos paisajes sino en poseer nuevos ojos. La perspectiva de género, por tanto, nos aporta esa nueva visión que transforma el conocimiento preestablecido, y que todos y todas hemos adquirido por medio de la Escuela, en una oportunidad para analizar el pasado y el presente a través de una lectura crítica de las producciones culturales elaboradas a lo largo de la Historia. En esa producción cultural, los medios de comunicación juegan un papel muy importante que los propios profesionales no podemos obviar.
Desgraciadamente, el feminicidio, la tortura y la violencia sexual contra las mujeres conforman una realidad recurrente en muchos territorios del mundo y una flagrante violación de los derechos humanos.
Los círculos de poder, eminentemente patriarcales en muchos casos, siguen poniendo obstáculos a la visibilidad de los temas relacionados con mujeres (excepto hoy) y al tratamiento responsable e igualitario de la imagen de éstas. La contextualización y la explicación de las causas se supeditan a la imagen y a la espectacularidad del suceso. Cuando este tipo de acontecimientos dejan de resultar singulares, pierden su cuota de pantalla.
La violencia contra las mujeres adopta formas diversas: feminicidio, infanticidio selectivo, tortura mediante agresión sexual, mutilación genital, violación y comercio sexual, malos tratos, agresión psicológica, acoso, discriminación, segregación, matrimonios forzados, violencia institucional tras una agresión o violación institucional a las mujeres agredidas… “Terminar con esta fascinación que el sexo masculino siente por la violencia es uno de los grandes retos que tiene, no sólo la educación para la paz, sino la misma convivencia humana” (Gómez, 2005: 41).
Y eso no es flor de un día. Es el deseo por el que las mujeres de todas las épocas llevan luchando desde la Querella de las mujeres, pasando por Olympe de Gauges, Clara Campoamor y todas las que trabajan para que las 14 víctimas que la violencia machista se ha cobrado en España en lo que va de año no sean simplemente cifras en un titular.