Corea del Norte es uno de los países más desconocidos de todo el planeta. Las condiciones en las que viven los ciudadanos tras sus fronteras es todo un misterio, como lo era hasta ahora la situación de sus presos políticos. Un informe de la Asociación de Abogados Coreanos, publicado por el periódico estadounidense 'The Washington Post' revela cuáles son las condiciones en las que viven los cerca de 200.000 presos políticos que están internados en auténticos campos de concentración.
Los testimonios de los presos supervivientes y de los antiguos guardias que han logrado salir del país son la base de este documento que recoge como los detenidos son obligados a trabajar entre 12 y 15 horas diarias, y como sufren importantes enfermedades derivadas de la malnutrición.
La dieta diaria de estos centros de detención se basa fundamentalmente en maíz y sal. La mayoría de los internos pierden los dientes a lo largo del tiempo y las encías se les ponen negras. Los huesos quedan tan debilitados que muchos no pueden sostener el tronco y caminan inclinados a la altura de la cintura.
Cuando entran en el campo de concentración se les dan unas ropas que son las que llevarán durante toda su estancia, sin posibilidad de cambio, y viven sin calcetines, ropa interior, jabón o toallas. En la mayoría de las ocasiones los fallecimientos por enfermedades relacionadas con la malnutrición suceden alrededor de los 50 años.
Estos campos nunca han sido visitados por extranjeros, por lo que los testimonios de los supervivientes y ex guardias no han podido ser verificados. Sin embargo, las últimas imágenes por satélite, accesibles a todo el mundo a través de Internet, revelan la existencia de estas instalaciones en las montañas de Corea del Norte.
Las imágenes corroboran buena parte de las historias de los supervivientes, ya que muestran incluso las entradas a las minas donde los antiguos presos dicen que trabajaban como esclavos, así como las instalaciones donde los ex guardias aseguran que los internos que no cooperaban eran torturados hasta la muerte. También se ven los lugares donde los reclusos eran obligados a presenciar ejecuciones, además de torres de vigilancia y alambradas electrificadas que rodean todo el perímetro de los campos.
“Tenemos este sistema de esclavitud delante de nuestras narices. Los grupos de derechos humanos no pueden pararlo. Corea del Sur no puede pararlo. Estados Unidos tendrá que plantear esta cuestión en la mesa de negociaciones”, explica An Myeong Chul, un antiguo guardia que desertó a Corea del Sur.
Sin embargo, este tema no ha sido abordado en ninguna reunión de las conversaciones a seis bandas sobre el programa nuclear norcoreano. “Hablar con ellos sobre los campos no ha sido posible”, señaló David Straub, un alto responsable de la oficina de asuntos coreanos del Departamento de Estado norteamericano durante las Administraciones de Bill Clinton y George W. Bush, en declaraciones recogidas por 'The Washington Post'. Además, estos encuentros no se han producido desde que Barack Obama tomó posesión en enero.
Según el informe, los campos de concentración de Corea del Norte existen desde hace medio siglo. Aunque es imposible obtener cifras precisas, gobiernos occidentales y organizaciones defensoras de los derechos humanos estiman que cientos de miles de personas han muerto en estos campos.
La versión oficial del régimen norcoreano es que estas instalaciones no existen y, para evitar la presentación de pruebas, las autoridades limitan el movimiento de los extranjeros a los que se permite entrar en el país.
Los reclusos tienen prohibido cualquier contacto con el mundo exterior y el suicidio está penado con la extensión de la condena. Los guardias pueden golpear, violar y matar prisioneros con impunidad, y cuando las internas se quedan embarazadas sin permiso, sus bebés son asesinados, según dicho informe.
El número de campos de concentración en Corea del Norte ha pasado de 14 que había en un principio a cinco grandes instalaciones, según antiguos guardias. El llamado Campo 22, cerca de la frontera con China, tiene casi 50 kilómetros de largo por 40 de ancho, un área más grande que la ciudad de Los Angeles, donde hay unos 50.000 reclusos.
Los delitos por los que alguien puede ser condenado incluyen tanto oposición real o supuesta al Gobierno. “El sistema de campos puede ser percibido enteramente como un masivo y elaborado sistema de persecución en el terreno político”, señala el investigador de derechos humanos David Hawk.
La mayoría de los campos son “distritos de control completo”, lo que significa que los internos trabajarán allí hasta su muerte, pero el Campo 15 se considera una excepción. Llamado “distrito revolucionario”, los presos pueden recibir adoctrinamiento en el socialismo y después de unos años, si se aprenden de memoria los escritos de Kim Jong Il, son liberados aunque bajo vigilancia de las fuerzas de seguridad.
Desde que se ofreció como lugar seguro para los desertores, Corea del Sur es hogar de muchos supervivientes de los campos que han contado su experiencia a su servicio de Inteligencia, que probablemente sabe más sobre estas instalaciones que cualquier otra agencia del mundo.