Eva Fernández, dermatóloga del Hospital San Pedro, insiste en que “la cantidad de sol que se necesita para sintetizar la vitamina D que el cuerpo necesita es bastante pequeña, y ni siquiera es necesario que se reciba el sol de forma directa”. Sin embargo, en lo que hace especial hincapié es en el hecho de que “es enormemente perjudicial quemarse, incluso cuando las quemaduras son sólo pequeñas molestias que pasan en un par de días, porque la piel tiene memoria y el daño que se produce es irreversible”.
Para esta especialista, aún está extendida la idea de que compensa pasar por el mal trago de quemarse un poquito “porque el resultado después es un bronceado relativamente intenso y, desde luego, rápido, eso es nefasto para la salud de la piel, y multiplica las probabilidades de desarrollar melanoma en el futuro”.
“Cuando nos bronceamos de forma progresiva, los efectos perniciosos del sol son mucho menores que cuando nos obligamos a pasar por esas quemaduras solares intermitentes propias de las primeras exposiciones al sol entre la primavera y el verano”, explica.
En un trabajo de investigación de José Antonio Avilés-Izquierdo, se constata que la incidencia del melanoma en España se ha duplicado en los últimos años. Aunque faltan datos sobre su alcance exacto, se calcula que en las últimas décadas una de cada 60 ó 70 personas desarrollará un cáncer de este tipo a lo largo de su vida.
El experto también advierte que la mayoría de los melanomas se encuentran en estadio I en el momento del diagnóstico (45%); pero una importante proporción de melanomas se diagnostica en estadios avanzados (III-IV; 14.5%), lo que dificulta su tratamiento y reduce las probabilidades de dar con una terapia eficaz.