Lo que parecía una simple visita a un colegio judío de primaria en Washington para hablar sobre la importancia de viajar y aprender idiomas se convirtió para Rice en un juicio acerca de los interrogatorios de Guantánamo.
Condoleezza Rice charló con los alumnos de primaria de un colegio judío en la capital estadounidense sobre la importancia de estudiar idiomas para su futuro profesional. Pero cuando se abrió el turno de preguntas, una de las estudiantes llamada Misha Lerner pusó contra las cuerdas a la ex secretaria de estado al preguntarle qué pensaba sobre las torturas que se practicaron en los interrogatorios a los presos de Guantánamo. Rice, al principio bastante asombrada, salió rápidamente del paso recordando la tragedia de los atentados del 11S y explicando que sólo se buscaba mantener a salvo a los Estados Unidos de un nuevo atentado como el ocurrido en el 2001.
Las preguntas no se prepararon con antelación y nadie esperaba que los pequeños fueran más agudos que los periodistas en la rueda de prensa. La madre de la niña comentó a los medios que Misha interrogó sobre el tema ya que durante los últimos días en la televisión no se había parado de hablar sobre los últimos informes que la Administración de Obama había publicado referentes a los métodos para conseguir más información de los presos.
Al principio las preguntas fueron inofensivas, algunos chicos preguntaron cómo había sido su infancia en Birmingham y cómo había sobrellevado la segregación racial. Pero una vez que salio la pregunta a colación, muchos más jóvenes se animaron a preguntar sobre el mismo tema.
Días antes, en la Universidad de Stanford, Rice declaró que la técnica de tortura denominada waterboarding (consiste en hacer sentir al detenido que se está ahogando) era legal, puesto que así la había declarado el presidente Bush en su momento y en ninguna ocasión el gobierno del ex mandatario actuó al margen de la ley.