Los medios australianos han disparado la alarma entre la población australiana al informar de los últimos ataques a personas, tres en sólo dos días. Sin embargo, cuando se trata de riesgo, en el mar son los animales los que mueren en cantidades alarmantes, millones cada año.
Los tiburones están en lo más alto de la cadena alimentaria del mundo marino. Son poderosos depredadores, los más peligrosos hasta la irrupción de la actividad humana en el entorno.
La pesca comercial y la demanda de tiburones para elaboración de alimentos (fundamentalmente la receta asiática de sopa) hace que hasta 100 millones de escualos, incluso las especies protegidas y en peligro de extinción, sean capturados al año, según datos del Instituto Australiano para la Investigación de Tiburones.
Por el contrario, a esta especie no le gusta comer personas. Son escasísimas las ocasiones en las que un ataque tiene como propósito comerse a la víctima, a diferencia de lo que pasa con depredadores como los leones o los tigres.
“En la mayor parte de los incidentes, los ataques no tienen nada que ver con la obtención de alimento”, indican los expertos del instituto. Las focas, que sí son un alimento importante para ellos, tienen mucha grasa y poco hueso, una cualidad de la que carecen las personas. Normalmente, cuando un tiburón muerde aun humano lo hace en sólo una ocasión y lo abandona al ver que no es un alimento apetecible. Desgraciadamente, el tamaño del animal hace que en ocasiones un único mordisco baste para perder la vida debido a la rápida hemorragia que provoca.
Según los datos más recientes, sólo ha habido un ataque mortal en 2007, en el Pacífico Sur. El promedio de muertes por esta causa fue de cinco anuales entre 2000 y 2007. “Es mucho más probable morir en un accidente de tráfico de camino a la playa”, dice John West, responsable del Registro Australiano de Ataques de Tiburones.