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Un agosto negro para un país que empezaba a ver la luz

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55 muertos y 82 heridos son los últimos datos oficiales que recogen los daños humanos de los atentados que tuvieron lugar entre el 19 y 20 de agosto en Argelia. Un mes que comenzó con enfrentamientos mortales entre las fuerzas del orden y grupos armados, a los que añadir el pastor degollado por diez miembros de un grupo armado, del que se tiene constancia por la prensa local argelina.

El 3 de agosto, la prensa internacional se hacía eco del primer atentado con coche-bomba del mes, en Tizi-Ouzou, capital de Kabilia, que se saldaba con al menos 25 heridos y enormes daños materiales. En la misma localidad argelina, y cinco días después, el ejército argelino mataba a 12 presuntos terroristas; a lo que los grupos responderían el 9 de agosto con un atentado suicida en la playa de Zemmouri El-Bahri, en Bourmedès, que se llevaría 8 vidas (incluida la del terrorista) y causaría 19 heridos.

Entre el 12 y 13 de agosto explotaron dos bombas, una de fabricación artesanal que causa la muerte a un militar en Chaabet. La prensa informó además que un guardia comunal fue encontrado degollado en Tizi Oujaboub. No terminaría aquí la semana, ya que el domingo 17, morirían en una emboscada de grupos terroristas en Skikda 16 personas (8 policías, 3 militares, 1 civil y 4 islamistas) y resultarían heridos al menos una decena de agentes del orden.

Apenas dos semanas antes del comienzo del Ramadán, mes sagrado para los musulmanes, Argelia sufre tres atentados suicidas que se llevan al menos a 55 personas más. Estos hechos podrían estar más que relacionados con la reestructuración de Al-Qaeda a principios de año en el Magreb.

El fenómeno del terrorismo islamista en Argelia nace en 1991 fomentado principalmente por el partido político Frente Islámico de Salvación, que ganó las elecciones comunales de junio de 1990, pretendiendo la implantación de un Estado Islámico teocrático similar al iraní. El partido empezó a ocupar puestos públicos a lo que el Gobierno reaccionó en junio de 1991 con la evacuación por la fuerza de los puestos públicos donde existían enfrentamientos entre militantes del FIS y los servicios del orden.

Aparecieron entonces diferentes grupos armados por todo el territorio argelino, como el Grupo Islámico Armado que, tras el asesinato del presidente Boudiaf en junio de 1992, multiplicó sus acciones terroristas contra civiles y militares. Se trataba de un movimiento urbano que, ante los golpes del Ejército Nacional, tendería a retraerse en las zonas rurales y las montañas, con un modelo de ataque próximo al de la guerrilla.

En 1996, las masacres a manos de terroristas islamistas, a los que se habían unido otros que habían luchado en la guerra de Afganistán, tomaron una amplitud hasta entonces desconocida: argelinos y extranjeros; civiles, militares y religiosos eran asesinados indistintamente (muchos por decapitación); edificios civiles, culturales, militares y religiosos –incluidas mezquitas– fueron destruidos. En un discurso en agosto de 2005 el presidente argelino, Bouteflika, cifraba la acción de los terroristas en más de cien mil asesinatos.

A la lucha antiterrorista argelina con acciones militares acompañaron otras medidas políticas, que consiguieron reducir las operaciones y el número de los islamistas. El siglo XXI se presentaba en Argelia como el del fin del terrorismo y el inicio del progreso: empezaron las reformas políticas, económicas y militares y la apertura internacional.

No estaría de más apuntar que la República de Argelia ha sido uno de los primeros Estados en condenar la financiación del terrorismo y en ratificar once convenciones y protocolos en materia de lucha contra el terrorismo internacional.

Esta reciente oleada de ataques terrorista hace aproximarse a Argelia al centenar de muertos tan solo en este mes de agosto –obviamente no se disponen cifras exactas ya que el Gobierno argelino no ofrece cifras oficiales globales y en la prensa local no hay un seguimiento del número de heridos que fallecen tras los atentados en los hospitales. Aún así, la marejada terrorista que está sufriendo Argelia no es comparable con los sufridos en la década de los noventa, aunque sí deja un gran interrogante sobre el futuro del país.