Las Urgencias del Hospital San Pedro se han convertido en el mejor termómetro del estado de la sanidad en La Rioja. La excesiva carga de trabajo es ya parte de la rutina, los pacientes en los pasillos, parte del paisaje habitual y las horas de espera para ingresar en planta, una aduana obligatoria por la que tienen que pasar la mayoría de los pacientes.
A primera hora de la mañana de ayer, 33 pacientes esperaban a ser ingresados. A lo largo de la noche se fueron acumulando en una larga lista continuamente atascada por falta de camas. “Esto es algo habitual”, explica un trabajador del Hospital, “nos hemos acostumbrado a estos continuos colapsos que se descongestionan durante unas horas para volverse a repetir poco después”.
Esta situación no solo la padecen los pacientes sino también los trabajadores. “Cuando nos vemos obligados a doblar boxes se dan situaciones que resultan incluso peligrosas”, detallan, “sacamos sangre a una persona a escasos centímetros de otra o dejamos en un mismo box a un enfermo de neumonía con otro que puede contagiarse”. “Estamos saturados, sobrecargados, la tensión es continua”, asegura una sanitaria.
El Hospital sigue sin abrir todas sus camas. Al menos uno de los controles de la Cuarta Planta, con más de veinte habitaciones, permanece cerrado. Pero los pacientes siguen llegando y, según las previsiones, lo harán con más intensidad en los próximos meses, cuando lleguen las afecciones pulmonares y respiratorias propias de los meses de invierno.
“El problema es que esto se ha convertido en algo normal, nos hemos acostumbrados a trabajar así”, aseguran varias fuentes consultadas, “los recortes de personal y de recursos, e incluso la externalización de servicios, han derivado en lo que veis, se quieren cargar todo esto, ellos sabrán para qué”.
A pesar de haber 33 personas esperando durante horas para poder ser ingresadas, el personal de Urgencias asegura que está siendo un día tranquilo. “Durante la noche se han acumulado muchos pacientes pero, afortunadamente, esta mañana han venido muy pocos, hay días en los que esto es insostenible”, explican, “deberíais ver el panel en el que aparecen los nombres de los pacientes que esperan cama, es desolador”.
A mediodía, algunos enfermos han logrado ya ser ubicados en una habitación del hospital. Otros aun esperan. “Tras esa puerta hay dos pcientes en medio del pasillo, llevan horas ahí”, aseguran dos profesionales sanitarios. Sin embargo, no podemos comprobarlo, el acceso está prohibido a esa zona y el cristal de la puerta por el que se podría mirar, está tapado con hojas de papel, a un lado y el otro de la puerta.
Aun así, las cosas funcionan. “Es realmente impresionante ver cómo trabajan estos profesionales”, asegura un anciano que deja Urgencias en una silla de ruedas, “llevo toda la noche aquí y estoy maravillado con la labor que hacen, el ritmo que llevan, no se cómo llegan a todo”. Pero la realidad es que a todo no llegan. Un grupo de celadores lo deja claro: “nos pasamos el día corriendo, haciendo traslados, no damos a basto, y a veces ni siquiera podemos llimpiar en condiciones, un poco de spray, papel secante y listo”.
Todo el que trabaja en Urgencias conoce lo que es el ritmo frenético, las prisas e incluso el estrés. Forma parte del servicio. Pero desde hace algún tiempo, la falta de recursos, materiales y humanos, han llevado esta realidad al límite.