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“Yo uso el fútbol en la literatura como puerta de entrada a otras cosas más importantes”

Borja de Matías

Buenos Aires —

Once tipos que viven condenados a entenderse en un campo de fútbol de madera. ¿No es demasiado cruel?

Todo parte de la mente de Fontanarrosa, así que las culpas a él (risas). Es un pequeño cuento, pero se trata sobre todo de una inspiración. De ahí, nosotros robamos una pequeña idea que es la de que los jugadores están vivos. Sienten, piensan, se emocionan…pero dentro de ese Metegol, o futbolín, como decís vosotros. Su vida, claro está, no va más allá de jugar al fútbol todo el rato. Pero, ¿qué pasaría si de pronto ese Metegol se destruye y quedan lanzados al mundo real? ¿Cómo es eso de aprender a vivir fuera del Metegol?

Como aquellos jugadores que viven en su burbuja de futbolistas profesionales, y cuando terminan la carrera se dan de bruces con la realidad.

Es cierto, pero lo que tiene de distinto es que estos tipos son veintidós que están destinados a amarse u odiarse siempre. No conocen otra cosa. Son ellos contra el mundo.

En la película ejerces de guionista.

Sí. Es un proyecto que tiene como cinco o seis años de antigüedad. Cuando se estrenó El secreto de sus ojos allá por 2009, nos juntamos un día a comer con Campanella y me dijo: “Tengo este otro proyecto y tenemos un guión más o menos hecho”. Eran Campanella, Ángel Kutchevasky, que es un tipo de cine que trabaja en Canal Once, y Gastón Gorali. Habían hecho un guión pero no terminaba de convencerles. Lo habían hecho únicamente para presentarlo y atraer productores. Darle una viabilidad al proyecto. Me lo pasaron, y a mí tampoco me gustó, porque en realidad le faltaba mucho fútbol. Y Campanella me dice: “A ti que te gusta el fútbol…”.

¿A él no le gusta?

Le atrae la cultura popular, el interés que provoca en la gente, las pasiones que genera alrededor, pero no sabe de fútbol, no le gusta, no mira y no juega. Por eso me dijo: “Por qué no le das una vuelta...”. Así es como trabaja él. No dice: 'Yo hice el guión y por lo tanto es mi película y se hace como yo quiera'. En realidad era un guión de fútbol hecho por tipos a los que no les gustaba el fútbol. Y de ahí hasta ahora. Estrenamos el 18 de julio en Argentina y poco después en España.

Esperándolo a Tito fue uno de tus primeros cuentos, ¿te acuerdas, o te queda ya muy lejos?Esperándolo a Tito

Me acuerdo perfectamente, no hace demasiado. Lo que sucede es que han pasado muchas cosas en un corto periodo de tiempo. Todo lo que me ha pasado con la literatura me suena muy a azar, porque yo me puse a escribir cuentos para ordenar mi propia cabeza y de repente esos cuentos empezaron a hacerse conocidos en la radio y a publicarse. Eso generó una popularidad que yo no pensaba inicialmente. Después, Campanella me propone tomar una novela mía, hacemos El secreto de sus ojos, y la película explota y la ve un montón de gente y gana un Oscar… fue una locura maravillosa. En realidad toda esta carrera es absolutamente impensada para mí.

A pesar de todo, hay gente que te sigue encasillando en los cuentos de fútbol, ¿Te molesta?

Aquí en Argentina somos muy dados al encasillamiento, como si pareciera molestarnos la complejidad y prefiriésemos decir, fulano, igual a tal cosa; mengano, igual a esta otra. Te doy el ejemplo de Fontanarrosa, que es al que más se le asocia a los cuentos de fútbol. Debe tener 200 cuentos en total y de esos, veintitantos que son estupendos cuentos de fútbol, pero parece que no hizo otra cosa en su vida. No. Es un gran escritor, que también escribió cuentos de fútbol. No digo que yo sea un gran escritor, pero al menos, escribo otras cosas. También me encanta escribir cuentos de fútbol, porque me sirven como puerta de entrada a otras cosas que a mi criterio son más profundas que el simple fútbol, que creo que es como usamos el fútbol muchos de nosotros. Yo uso el fútbol en la literatura del mismo modo que lo uso en mi vida, como puerta de entrada a otras cosas. Para vivir cosas más importantes, para entender, para aceptar y comprender que siempre hay otras realidades.

Uno no es el mejor en la victoria, ni el peor en la derrota. ¿A relativizar quizá?

Exacto. Yo creo que sin duda la vida debe ofrecer otros caminos para lo mismo, lo que pasa es que si te gusta el fútbol, lo tienes muy a mano, sobre todo acá. Cuesta mucho separar lo que le pasa a uno como persona de lo que le pasa a tu equipo.

Aquello de que es imposible sentir que te va bien si a tu equipo le está yendo mal.

Es que no te va del todo bien… de algún modo cuesta mucho tapar esa mancha. En este momento, por ejemplo, yo te puedo decir que me va bárbaro; personalmente mis hijos crecen bien, mi mujer y yo tenemos trabajo, profesionalmente me está yendo muy bien, viene ahora una película como Metegol que muy probablemente funcione, y sin embargo a Independiente le va mal. Y si a Independiente le va mal, mi felicidad no puede ser completa. Siempre pongo el mismo ejemplo: el día de la ceremonia de entrega de los Oscar, estaba en la habitación del hotel, completamente preparado, esperando a Campanella y Darín mientras mi hijo me iba poniendo al tanto a través de mensajes de texto de cómo iba Independiente frente a River. River nos tiene tomada la medida, pero de pronto, gol de Farías, uno cero. Otro gol… dos cero. Terminamos ganando ese partido, pero yo sé que si lo hubiésemos perdido, en algún momento de la noche me hubiera olvidado del fervor y la alegría del premio y me hubiera apoyado junto a una columna pensando: estos hijos de puta, cómo perdieron hoy… Es imperdonable, pero es así.

¿Cómo llevas la tragedia del descenso?

Aprendiendo. Comentabas esto antes de aprender a perder, y en esas estamos. Creo que esta nueva situación te enseña muchas cosas y te permite formularte muy buenas preguntas, porque cuando ganas, por lo general, no te sueles hacer ninguna.

¿Por ejemplo?

Me ha permitido ver cuánta gente no sabe ganar. El descenso de Independiente ha despertado la bestia de los hinchas de otros clubes que demuestran lo peor que tenían dentro. Y pienso: mira cuánto nos odiaban. Y piensas, ¿cómo debe haber sufrido este tipo aguantando nuestros buenos momentos y sufriendo sus miserias? Gente que juega conmigo al fútbol desde hace 20 años y dices: mira lo que tenía dentro este hijo de puta. Y he aprendido que lo esencial es estar. Estar en el sentido de participar en lo que puedas. Independiente es uno de los clubes con más socios en el mundo, y eso me da orgullo. Es como decir, ¿dónde voy a anclar mi orgullo? No lo voy a anclar en mis victorias, lo voy a anclar en esto. En decir que Independiente, en este caso, va a tener más socios que en la temporada en la que descendió.

Bueno, eso le pasó al Atlético de Madrid, que descendió, y la pasión se multiplicó de un modo desconcertante.

Es que la derrota tiene una épica especial. A pesar de que obviamente no elijo irme al descenso y me gustaría no irme, creo que Independiente va a volver y va a regresar fortalecido. Me parece que esos matices de gris en lo que nos hemos movido nos han hecho más grandes que este negro profundo que supone jugar en el ascenso. Obviamente, Independiente tendrá que volver muy rápido para capitalizar esa tragedia, porque si eterniza en el ascenso… Bah, no lo quiero ni pensar. Espero que éste sea el fondo.

Literariamente, ¿qué te sugiere esta situación?

Yo escribo habitualmente una columna en 'El Gráfico', y es obvio que las de los últimos meses han tenido que ver con el tema. Para que genere ficción es más complicado. Requiere otros tiempos, otro sedimento, otra madurez de las cosas. También pasa que me cuesta mucho escribir de mi pasión, de mi equipo. Me siento mucho más cómodo con el fútbol en general. De hecho, en la mayoría de mis cuentos o relatos, hablo de clubes ficticios porque no quiero cargar al lector. Me sentiría muy expuesto si hablase de mi club. Me animé en Papeles en el viento, pero lo hice porque la situación hablaba de un equipo que estaba en las malas, como perdedor. Para mí, eso es un código básico: cuando estás en la buena, no debes hablar, del mismo modo que si yo voy y te gano, tampoco tengo nada que decir. Sólo tengo derecho a cargarte, a burlarme de ti, en la mala mía.

Bueno, justamente lo contrario a la realidad. ¿Llegó hasta aquí el tema Mourinho o Guardiola, Madrid o Barcelona, vida o muerte?

Sí… (suspira). Ojalá no nos pase a nosotros. La única ventaja que veo es que aquí no pasa. Uno desde fuera se pregunta: ¿y los demás para qué juegan? Juegan para ser terceros. Me pasó hace poco, cuando me estaban haciendo un reportaje en Sevilla. Uno era del Sevilla y otro del Betis, y me comentaron que para ellos su máxima aspiración era quedar entre los cuatro primeros. Ni siquiera me dijeron que soñaban con ver a su equipo campeón. Eso aquí no pasa. Por otro lado, dos clubes tan poderosos como el Barcelona y el Madrid, que finalmente son dos selecciones mundiales tienen que disputar su propio campeonato, que para ellos es la Champions. Pero la Liga española me parece que se ha empobrecido totalmente. Eso para mí no está bien. ¿Cuántos años hace que esto es así?

No sé, varios. Supongo que hace diez años no era así. El Deportivo ganó una Liga, el Valencia dos… todo era más normal.

¿Influye el tema de los derechos televisivos entonces?

La prensa se empeña en hacer una disputa Madrid-Barcelona diaria porque han llegado a la conclusión que es lo que vende (y seguramente sea así).

Bueno, ese rol negativo de la prensa también ocurre en Argentina y lo detesto. No en este punto de polarización, porque aún así Boca y River han hecho las cosas tan mal que han logrado que les vaya mal en alguna ocasión pese a tener muchos más apoyos. Aun así me parece que el discurso polarizado de los medios televisivos, ese de si vendes bien, y si no, se pudre todo, ha terminado recayendo sobre el fútbol. Han despojado al fútbol de un montón de matices. Antes importaban los cómos, ahora ya no importan. Importa si ganas o si pierdes, si tienes éxito o fracasas, no importa si juegas bien o juegas mal, y tampoco existe el medio plazo, el siembro ahora a ver qué recojo después. Al final, los medios, casi sin querer, han terminado imponiendo el ahora, la urgencia por encima de todo.

Recientemente, en un viaje a Montevideo, charlaba con Sebastián Abreu, y me comentaba que buena parte de los últimos éxitos de la selección uruguaya venían de que la Federación había vuelto a dar cómo válidas dos palabras que habían estado tachadas en el diccionario: proyecto y proceso.

Qué bien me cae ese Abreu… se nota que es un tipo inteligente. Y tiene razón. Al final todo se basa en que esas dos palabras tengan un buen apoyo detrás. En mi caso, tengo el enorme privilegio de que mi familia come de mis libros, pero no nos vamos a volver ricos. En caso de que existiese ese peligro, sí podrían llegar las prisas o las exigencias. Yo antes publicaba en una editorial pequeña, Galerna, y con el tiempo, tuve la oportunidad de publicar en alguna de las grandes que se manejan aquí, con la ventaja de que Alfaguara publica a escritores y les interesa tu carrera, no si vendes mil libros más o menos. Y por eso publico ahí, porque mi idea no es convertirme en Rowling o Zafón. (NdR: Me gusta Zafón. Me gustó mucho La sombra del viento, aunque no me gustó el segundo, y el tercero me gusta, aunque siento que deja las cosas demasiado hechas para un cuarto).

Ahora que ya tienes una función de escritor, ¿cómo es tu rutina?

En general, siempre yo escribo una cosa. Es decir, que me centro en una sola idea, no como otros autores, que tienen la capacidad de hacer varias a la vez. En mi caso estoy siempre con un proyecto en escritura, y eso hace que todos los días me tome dos o tres horas libres para intentarlo. En mi casa, en un café, con un cuaderno, y a tratar de que salga algo. Y si no sale, siempre aprovecho para leer. Si ese día no sale nada, listo, me pongo a leer y ya está. Pero siempre tengo una serie de ideas que están como proyecto. Las voy manejando, las traigo, las doy una vuelta y finalmente termino dejándolas en una especie de repisa mental. Por eso, cuando termino con el proyecto que tengo entre manos, vuelvo a la repisa, y digo: ¿cuál es el siguiente? Empecemos a ponerlo en papel. Y ese es más o menos mi estilo de trabajo. A mí me rinde mucho más tratar de dedicarle un rato de lunes a viernes, cada día, establecer una rutina, que decir: jueves o sábado, todo el día con ello. Ojo, hay momentos en que necesito lo de todo el día, pero suele ser cuando estoy en el embrión final de concretar la escritura, que estoy las horas que haga falta, porque lo disfruto y lo necesito. Pero eso no incluye los fines de que semana, que son de mi familia y de esos hijos de puta de Independiente (risas).

¿Piensas mucho en cuál será tu proceso natural como escritor?

¿La verdad? Pienso en seguir así. Escribiendo mis novelas y continuando haciendo cosas para el cine. Cuando me refiero al cine, lo estoy haciendo porque es un mundo donde me topé con gente muy honesta, como Campanella o Taratuto, con el que vamos a llevar al cine Papeles en el viento. Sí, le gustó la novela y escribimos el guión juntos. Yo valoro mucho encontrar gente buena, simple. Buena gente para trabajar con ellos. Y mientras esto siga así, seguiré trabajando en cine con esta gente buena. Por otro lado, yo siento que lo mío es escribir ficción. Libros y novelas. Me gusta dar clases de historia.., ¿qué puedo pedirle a la vida, excepto que estos hijos de puta suban el año que viene?

¿Qué te aporta el trabajo como profesor de Historia?

Primero, que es un lindo contrapeso porque el trabajo de escritor es para dentro, introspectivo, ensimismado, silencioso y solitario, mientras que la docencia es grupal, afectiva y sentimental. Hay un montón de sentimientos puestos en juego en la enseñanza. Son muchos años dando clases de Historia a adolescentes, con lo que eso supone. Enfrentarse a seres frontales, que tienen todo lo que son y lo que sienten a flor de piel y te exigen todo el tiempo. Me encanta.

Supongo que habrá bromitas con Independiente.

No, porque saben que la nota a fin de trimestre las pongo yo y hay un límite que es el examen, y puede que no lo aprueben nunca. Además, como yo tengo la precaución de no meterme con el rival… no te atrevas a hacerlo conmigo. Es algo que respeto mucho, y es por lo cual a mí me interesa mucho enterarme por qué cada cual es hincha del cuadro que es, porque en general cuando le preguntas eso a alguien, está vinculado a algo muy profundo; a un afecto con su padre, con su madre, o una escena que le deslumbró. Cuando tú lo cargas, estás metiendo el dedo ahí. Por eso, en mi caso, no te metas con Independiente.

Hace unas semanas, el técnico de Estudiantes de la Plata, Mauricio Pellegrino, decía que el problema en Argentina no es del fútbol, es de la sociedad.

Sí, me parece que vivimos en una sociedad violenta, intolerante, egoísta, extremadamente individualista, impaciente, y un montón de cosas más. Fíjate cómo conducimos, por ejemplo. Creo que todo eso se ve de una manera privilegiada en el fútbol, que lo exhibe de manera descarnada. No es que seamos una sociedad sana con un fútbol enfermo y violento. Tenemos un fútbol enfermo y violento. No es que yo me quede tranquilo con que eso sea así. No es que la sociedad deba cambiar para cambiar también el fútbol. No. Debe cambiar de todos modos. Lo que hace que te encuentres con otro grave problema: nos cuesta mucho cumplir la ley. El otro día sin ir más lejos, 20 imbéciles de Independiente rompieron todo en la tribuna del Monumental, y se los veía de cuerpo entero, podrían haberlos identificado fácilmente… Hay una sensación de impunidad contra la que es muy difícil luchar. Hay un montón de gente que vive bajo la cultura del aguante, aquella que dice que importa más lo que pase con la hinchada que lo que pase en el césped. El sentirse orgulloso porque hiciste quilombo en tal cancha, te pegaste con la hinchada, o robaste tal bandera. Una lástima.

¿Fuiste al fútbol en España?

Sí, ni punto de comparación. Fui el año pasado a ver un partido entre Rayo Vallecano y Real Madrid. Aquel que se suspendió porque no había luz y terminó jugándose en lunes. Fui a la platea, normal, con la gente. Y me llamó la atención que cerca de la afición del Rayo había gente con la camiseta del Madrid y saltaba, y gritaba los goles de su equipo. Y todo eso con un respeto máximo comparándolo con lo que hubiese sido acá. Gente hablando de fútbol, conversando, discutiendo… Me sentí feliz.

Once tipos que viven condenados a entenderse en un campo de fútbol de madera. ¿No es demasiado cruel?

Todo parte de la mente de Fontanarrosa, así que las culpas a él (risas). Es un pequeño cuento, pero se trata sobre todo de una inspiración. De ahí, nosotros robamos una pequeña idea que es la de que los jugadores están vivos. Sienten, piensan, se emocionan…pero dentro de ese Metegol, o futbolín, como decís vosotros. Su vida, claro está, no va más allá de jugar al fútbol todo el rato. Pero, ¿qué pasaría si de pronto ese Metegol se destruye y quedan lanzados al mundo real? ¿Cómo es eso de aprender a vivir fuera del Metegol?