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Eduard Fernández: “Algo ocurrirá porque la gente está llegando a un límite”

Rut Vilar (Revista Líbero)

Barcelona —

“¿Has visto El secreto de sus ojos? Esa en que encuentran al malo porque, dicen, un tipo puede cambiar de cara, de casa, de novia, de dios... Pero no puede cambiar de pasión, no puede cambiar de equipo de fútbol... Pues yo cambié de equipo de fútbol”. Eduard Fernández (Barcelona, 1964) se monda antes de aclarar cuáles son sus colores. En la víspera de la entrevista, me insisten en que el actor es perico (aficionado al Espanyol). Curioso, porque uno de los directores de Líbero me comentó al encargarme esta conversación que el protagonista de Fausto 5.0 era un culé recalcitrante.

“Ya ves, soy un poco raro”, justifica mientras enciende un cigarrillo. Y, como si estuviéramos en Smoking Room, confiesa, misterioso: “Yo era periquito, sí, porque mi abuelo era periquito. Cuando cumplí los 14, me regaló el carné de socio y estuve dos años seguidos yendo al campo con mi abuelo. En esa época, yo era antitodo, antifútbol, antisistema... Y dejé de ir. Me olvidé un poco del fútbol en general. Pero con el Barça de Guardiola me hice culé”.

¿Y ahora?

Ahora me gustan mucho el Barça y el fútbol. Pero aprecio también a los pericos y sigo cómo les va [comenta la victoria de la noche anterior ante el Athletic]. Seguro que me odiarán, porque lo que hice es muy odioso.

El fútbol, ¿prefiere verlo o jugarlo?

Bueno, de pequeño me gustaba jugar, claro, me lo pasaba bomba, en el colegio. Jugaba en la defensa. Ahora, lo que me gusta es quedar con mis amigos para ver los partidos, chillar y hacer el animal. Realmente, soy futbolero, futbolero de un tiempo a esta parte.

Decía que por el Barça de Guardiola.

Sí. El Barça de Guardiola es la excelencia máxima.

Guardiolista, pues...

Guardiolista, pero sin tonterías. Algunas veces nos hemos saludado, Pep ha venido al teatro a ver alguna de mis funciones. Me gusta porque tiene algo que la gente muy popular pierde enseguida: el sentido común. Tener un gran sentido común te acerca a los demás y combinado con el trabajo y la humildad te aporta una gran calidad humana. También creo que tiene una gran inteligencia específica y emocional. Guardiola es muy artista en lo suyo, también muy exigente.

¿Podríamos comparar a un entrenador con un director de cine o teatro?

Hay directores que se asemejarían más a Mourinho, con su injustificable estrategia y ese discurso cutre y grosero. El del odio al contrario, el de calumnia que algo queda. Casillas todavía paga el paso de Mourinho por el Madrid. Dicen que cuando se va de un club deja tierra quemada detrás. Estoy muy de acuerdo. No sólo en su club, también en la competición en la que trabaja, en este caso, la Liga española. Es una lástima, porque se ve que es buen entrenador. Pero creo que con su táctica es imposible diferenciar si tiene calidad como técnico.

¿Cree que interpreta un personaje?

Creó un personaje y le ha sucedido como a algunos actores, que, a medida que van cumpliendo años, el personaje se los come. Los automatismos que crearon desde el control, dejan de controlarlos y ya no producen el efecto buscado, sino el contrario. Sobre este tema, concluiría que la naturaleza es sabia.

Trabajando a menudo en Madrid, ¿en los últimos años habrá podido presumir de equipo?

Viví el 2-6 en Madrid. Solo, en un bar. El primer gol lo celebré reprimido, el tercero lo celebramos todos, incluso los madridistas que allí había. Lo pude disfrutar.

Cuentan que Tete Montoliu escuchaba los partidos del Barça por la radio en pleno concierto. ¿Sigue los partidos si tiene función?

Yo puedo estar en medio de una escena, mirar hacia un lado y preguntar cómo van. Con Anna Lizarán lo hacíamos mucho. Incluso lo comentábamos [baja la voz y susurra]: “Ha marcado Messi, 3-2”. Recuerdo oír un petardo en el exterior un día que nos jugábamos la Liga y mirarnos Annita y yo en escena pensando: gol del Barça.

Messi es como una estrella de cine.

Messi es una maravilla. Pero también Iniesta y Xavi me parecen estupendos. Xavi es como un faro. Mira, cuando yo me fijo en un actor, lo más importante para mí son las cejas y el entrecejo, toda esta franja de los ojos. Cuando un actor está realmente concentrado, no mueve esta zona. Si frunces el ceño, en cine, no es bueno. Pues fíjate que Xavi, cuando juega, mantiene inmóvil toda esta franja: las cejas, los ojos... No tiene expresión alguna. Es un faro. Me maravilla fijarme en esa parte de la cara de Xavi. Y también esa humildad que comentábamos. Messi está tocado por una varita mágica, lo suyo es innato. Cuando tú piensas: haría esto, él ya lo ha ejecutado.

¿Qué opina del Barcelona como club? ¿Entiende ese gen autodestructivo propio de algún Shakespeare?

Mira, he hecho una película sobre Pere Casaldáliga, palabras mayores. Destructivo es el capitalismo: destruir y vender. Eso ocurre con Cruyff, Guardiola, Rosell, Laporta... Que vende lo negativo, el mal rollo, los conflictos, sean ciertos o inventados. Vende el culebrón. Y a mí, esa parte no me gusta nada.

Volvamos al césped entonces. Me han contado que, además del Barça, es un gran fan de La Roja.

Cierto. Me parece maravilloso cómo juega la selección española. De hecho, una cosa no se entiende sin la otra, porque la selección española es una maravilla gracias al Barça de Guardiola. El gol de Iniesta del Mundial de Suráfrica lo celebré por todo lo alto. De lo que yo he visto, no ha habido en el fútbol nada más parecido al arte que el fútbol del Barça de Guardiola.

Tal y cómo están las cosas, ¿es obsceno pagar 40, 50 o 100 millones por un futbolista?

Dicen que eso ocurre porque el tío que los ha costado los genera. Y es lícito. A mí lo que me gustaría saber es de dónde sacan el dinero. La barbaridad es que un club de fútbol tenga deudas y siga fichando jugadores. Si tienes deudas, primero págalas. Hay directivos en el fútbol que dicen que hacen dinero de forma legal, pero no sé si es dinero muy limpio. No sé quién sale en los papeles de Bárcenas, pero dicen que hay muchos constructores...

Durante un tiempo se aseguró que en el palco del Bernabéu se cerraban gran parte de los negocios de España.

Sin duda. Y de los de Cataluña, en el del Barça; cosas de trileros con mucha pasta, todo bastante asqueroso.

El ministro de Cultura, José Ignacio Wert, se declaró “hooligan del Madrid”.“hooligan

A los muy madridistas les digo: tú debes de ser una gran persona, tío, porque más defectos ya no se pueden tener [bromea].

Sus compañeros de profesión le cantan las cuarenta en cuanto tienen ocasión.

El 21% de IVA cultural es una barbaridad, son ganas de cargarse la cultura y deberían reconocerlo abiertamente. Creo que esa es la finalidad directa, no indirecta, de todo lo que está haciendo la Administración Pública. Igual que la finalidad directa es cargarse la educación y la sanidad. Y la finalidad directa es crear una crisis, no la indirecta. Ganar dinero con la salud de la gente debería estar penado, y que el dinero vaya a parar a paraísos fiscales cuando ves que los hospitales están sucios porque han reducido el presupuesto en limpieza... La gente es demasiado buena, no sé a qué estamos esperando. El otro día Wert, que dice grandes burradas, declaró: “Las manifestaciones de aquí son un juego de niños si las comparas con las de Chile”. ¿Me estás provocando o qué? A uno se le ocurren muchas barbaridades, por decir y por hacer. Y creo que algo ocurrirá, porque la gente está llegando a un límite.

Tiene una hija de 18 años, Greta, que también es actriz. ¿Qué futuro le ve aquí?

Me preocupa qué puede hacer, cómo le irá. Piensas: ¿qué futuro le dejas? Hay gente que todavía espera a que vuelva lo de antes, pero lo de antes no volverá. Algunas cosas son para bien. Casaldáliga tiene una frase magnífica: “Dejemos el pesimismo para tiempos mejores”. Está bien, pero nos tenemos que asociar y tomar partido. Actuar de forma dura, bestia. Se están riendo de nosotros, están haciendo lo que les da la gana. Lo de las preferentes, por ejemplo, clama al cielo. Nos tomaron el pelo. Si quemas mobiliario urbano, te multan. Y, en cambio, si rompes el corazón y el futuro de la gente, no pasa nada. Hay algo que no va. ¡Y cuidado!

A los futbolistas les costó, pero muchos han dado el salto a otros países. ¿Se plantea trabajar fuera si aquí la cosa no mejora?

¿Sabes qué ocurre? Que como actor tienes un cierto compromiso con tu lugar. Hay de todo, eh, pero cuando uno se hace actor lo hace, entre otras cosas, para explicar y mostrar inquietudes y vivencias. Subes al escenario y quieres contar cosas. Y este es un buen momento para ello, hay muchas cosas que decir. El escenario es un buen lugar para decir esas cosas. ¿Ir ahora a Hollywood a decir cosas? Es respetable, pero creo que este es un buen lugar para decir cosas.

¿Cómo recordar las facturas del fascismo? Como hace con Lluís Homar sobre el escenario en Adreça desconeguda (Address Unknown, de Katherine Kressmann Taylor, Paradero desconocido, en castellano).Adreça desconegudaAddress Unknown, Paradero desconocido,

L'Adreça desconeguda es un buen texto para ver cómo una amistad se rompe por contradicción política, en este caso muy extrema, claro, porque hablamos del nazismo. Es una muy buena reflexión y el viaje está muy bien explicado por cada personaje y también está muy bien explicado cómo se puede llegar a matar con palabras. Si queréis ver cómo matar con palabras, id a ver L'adreça desconeguda. Es una horilla, pero la gente sale tocada.

Dicen algunos futbolistas que tras un partido les cuesta dormir. ¿Duerme al salir del teatro?

En el caso de esta función, que es más el resultado que el viaje interior del personaje durante la obra, sí. No es un personaje que hace un viaje de esos tan bestias que te llevas a casa. Es muy técnico, preciso. Hacer un Shakespeare, por ejemplo, sí que es muy bestia. Con Calibán [La tempestad] me dejé el alma, también con el Rey Juan. Con Hamlet, en el Grec [de Barcelona], te mueres. Luego, en Un tío en América hice de loco, con Els Joglars, todo el rato estaba arriba. Y salía del teatro como una moto.

¿Algún lugar especial donde le gustaría actuar?

En Maracaná, haciendo de futbolista en una peli. Y chutar un penalti.

Hombre, ya ha chutado un penalti en el cine, en El portero de Gonzalo Suárez.El portero

Te voy a contar una buenísima. Con El portero fuimos a rodar a Asturias, por las nubes. Y resulta que no había nubes en Asturias esos días. Durante casi dos semanas, bajamos a la playa cada día, preparados para rodar, con los extras y todo. Esperábamos cuatro o cinco horas y nos volvíamos para el hotel porque no había nubes. Era una escena en la que yo debía chutarle un penalti a Carmelo Gómez, el portero, una escena clave [ambientada en la posguerra, Fernández interpreta a un maqui]. Y un día, bajamos y me dice el director de fotografía: “Eduard viene una nube, pero da para un penalti, no hay más, así que mételo”. Yo le dije a Carmelo: “Tío, tírate a la derecha”; y él, que no, que pensaba tirarse al otro lado... Y lo metí. Era mi segunda película, estaba nerviosísimo. Pensé: ¡si no lo meto, me matan! Veía la portería pequeña y a Carmelo cada vez más grande. Ahí entendí esa sensación que explican los futbolistas.

Y en teatro, ¿cuál sería el Maracaná del teatro?

Depende de cada uno. Yo, las dos actuaciones más emocionantes que recuerdo son: una, cuando empezaba. Hacía de payaso con un amigo, unos payasos un poco heavies. Hacíamos un número en un tarima en La Mina [uno de los barrios más desfavorecidos de Barcelona] y entre pico y pico, los chavales, ya mayorcitos, venían a vernos y se emocionaban, reían... Ostras, cómo me tocó. Otra, haciendo Un tío en América, con Els Joglars, en Caracas; la reacción de la gente fue descomunal. Al final, la escenografía, formada por cuerdas, caía; caían las cuerdas que representaban los árboles cortados por los norteamericanos. Los aplausos y bravos del público fueron bestiales. También recuerdo mucho Esperando a Godot, con Anna Lizarán, ahora que Anna ya no está. La sigo llevando aquí [se señala el corazón].

Dicen que es un actor muy intervencionista, pero no debe de ser para tanto cuando directores como Cesc Gay, Mariano Barroso y Lluís Pascual, en el teatro, repiten.

Se ve que sí, que soy intervencionista. Pero no sé si es bueno o no. Hay gente que no lo lleva bien, así que ahora lo estoy pensando. Si eres así, tienes que trabajar con directores que se avienen a que el actor intervenga más. Hay directores que quieren que hagas lo que ellos dicen. Si eso es lo que quieren, pues que paguen mejor. Uno se va haciendo mayor. Para mí un actor no es un ejecutor, no le puedes decir: “Dices esta frase y lloras”. Un libreto no es nada, son palabras en un papel, el recorrido del personaje lo hacen el actor y el director. El actor es el que sabe qué le pasa a su personaje. El de actor es un oficio.

¿Almodóvar [le dirigió en La piel que habito] acepta sugerencias? La piel que habito

[Levanta una ceja]. Almodóvar es muy bueno, ha hecho pelis excelentes. Él es muy autor, le gusta llevarte y acepta algunas sugerencias.

Si pudiera elegir, ¿qué le gustaría hacer ahora?

Tengo ganas de hacer buenos guiones, buenas películas. Hace poco recibí un muy buen guión, me encantó... Pero dijeron: no irá nadie. Luego hay guiones horrorosos que sí se ruedan. Smoking room no querían hacerla; la hicimos sin cobrar. Fue muy bien y es de esas películas que todo el mundo recuerda. Ahora queríamos hacer una serie con el mismo director, Julio Wallovits, con guión suyo, y también con Francesc Garrido [actor de Smoking Room]. Grabamos 10 minutos, la llevamos al Plus y tampoco... En fin.

Antes hablaba de Xavi e Iniesta. ¿Prefiere un buen secundario o un protagonista?

He hecho de todo. Me gustan los dos. Son roles muy distintos. Los americanos se refieren a los secundarios como los supporting actors y está bien. Me gusta tocar ambos palos, ver cómo estás en cada lugar. Es más complicado ser un secundario, debes ser muy humilde y fino. Si eres el prota y estás mal un día, no pasa nada, en un día haces muy poquito. El secundario tiene que estar fino en su día. Tocar el do aquí, el mi allí y el fa sostenido el miércoles. Y si no tocas bien el fa sostenido el miércoles, no tienes más margen.

Un actor tiene que saber hacer muchos papeles...

[Interrumpe] No, no. Puedes hacer el mismo papel toda la vida.

La gente dice...

[Interrumpe] Sí, la gente dice tonterías.

¿Como que el Barça del Tata Martino ya no es el Barça?

Eso es parte del capitalismo. El Tata Martino prueba cosas. Al Barça le habían tomado la medida. Si jugara siempre al máximo nivel del Barça de Guardiola, no pasaría nunca nada, pero eso es imposible. Dentro de cómo juega el Barça, debe de tener variantes y eso es lo que está probando. También me gusta que reserve futbolistas para que lleguen mejor a final de temporada, que la pasada ya sabemos qué pasó. Dejémosle trabajar. Disfrutemos.

“¿Has visto El secreto de sus ojos? Esa en que encuentran al malo porque, dicen, un tipo puede cambiar de cara, de casa, de novia, de dios... Pero no puede cambiar de pasión, no puede cambiar de equipo de fútbol... Pues yo cambié de equipo de fútbol”. Eduard Fernández (Barcelona, 1964) se monda antes de aclarar cuáles son sus colores. En la víspera de la entrevista, me insisten en que el actor es perico (aficionado al Espanyol). Curioso, porque uno de los directores de Líbero me comentó al encargarme esta conversación que el protagonista de Fausto 5.0 era un culé recalcitrante.

“Ya ves, soy un poco raro”, justifica mientras enciende un cigarrillo. Y, como si estuviéramos en Smoking Room, confiesa, misterioso: “Yo era periquito, sí, porque mi abuelo era periquito. Cuando cumplí los 14, me regaló el carné de socio y estuve dos años seguidos yendo al campo con mi abuelo. En esa época, yo era antitodo, antifútbol, antisistema... Y dejé de ir. Me olvidé un poco del fútbol en general. Pero con el Barça de Guardiola me hice culé”.