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Tres años de presupuestos participativos de Carmena: desencanto y frustración en colectivos vecinales

Presentación de los presupuestos participativos en 2016.

Analía Plaza

Hugo Povedano es vecino de Ciudad Lineal. En los presupuestos participativos para 2017 propuso asfaltar una calle dejada, sucia, sin aceras y que se usa como aparcamiento al aire libre desde los 90. “Me enteré de que el suelo era público y vi la oportunidad. El año anterior habíamos hecho la misma propuesta dos vecinos, no unieron los votos y no ganamos. Así que en 2017 repetí: cuando llegaban comentarios escribía al autor, creamos un grupo de Whatsapp y lo fuimos moviendo”, explica. “Uno se encargó del márketing, otro de la web, pusimos carteles y salimos a recoger firmas”.

Con 1.064 votos, su propuesta fue la más votada del distrito y una de las más votadas de Madrid. Le adjudicaron 1,3 millones de gasto, una cuarta parte del total de Ciudad Lineal. En julio de aquel año, el Ayuntamiento le invitó al evento en el que dan resultados y la destacó. “Estábamos súper contentos y motivados. Por fin nos iban a arreglar la calle”, cuenta. Sin embargo, los meses pasaron y ni empezaban las obras ni Hugo tenía noticias de que fuera a suceder. En mayo de este año se cansó. “Viendo que no se ponían en contacto dijimos: ¿qué hacemos? Fuimos a la junta del distrito y empezamos a mover a teles y políticos”.

De la junta le llamaron el PSOE, Ciudadanos y el PP, cuyos representantes -Purificación Causapié, Begoña Villacís y José Luis Martínez-Almeida- pasaron a visitarlo. “De Ahora Madrid solo vino gente del distrito. Al final tienes que usar a la oposición para que pregunte en la comisión”, continúa. Allí, el concejal de urbanismo, José Manuel Calvo, respondió que la obra empezaría en “primavera de 2019”, cargándose al presupuesto del año que viene. La web de Decide Madrid indica que el proyecto está “en estudio y análisis” desde junio.

“En esa comisión dijeron que han venido los técnicos y que falta el estudio geotécnico. Pero no sabemos nada. Ni nos lo han enseñado”, continúa Hugo. “Nuestro miedo es que en primavera hay elecciones y se paralizarán las obras. Vemos que no se ejecutará y quedará en el aire. Imagina el esfuerzo que pusimos. Empleamos nuestro tiempo libre. Incluso montamos puestos en bares con wifi para ayudar a la gente mayor a votar. Esa gente nos vio recoger los votos. Ahora nos da vergüenza cruzárnosla por la calle y que aún no esté arreglada”.

Madrid presentó el pasado noviembre la cuarta edición de los presupuestos participativos, una de las medidas más sonadas de Carmena. Cada año, el Ayuntamiento libera una parte del presupuesto para que los ciudadanos decidan en qué lo quieren gastar. En 2016 y 2017 puso a su disposición 60 millones de euros; en 2018 y 2019 lo ha elevado a 100. Cualquiera -empadronado o no- puede hacer una propuesta, que si recaba el suficiente número de apoyos y pasa el filtro de los técnicos, entra en la fase de votación. Ahí los ciudadanos deben movilizar a los votantes empadronados en su distrito para ganar. Cada distrito tiene un dinero asignado, así que ganan las propuestas más votadas hasta agotar esta cantidad.

El problema es que, a día de hoy, solo se han terminado el 19% de los proyectos ganadores, sin incluir los de 2018: 75 en 2016 (de 206 propuestas) y 25 en 2017 (de 317). La web de Decide Madrid no tiene los datos de este año, aunque según el Ayuntamiento se han tramitado 62 millones de euros para proyectos de participativos. Estos 62 millones no corresponden necesariamente a propuestas de 2018, hay algunas de 2016 y 2017.



¿Por qué se ralentiza tanto la ejecución? “Depende del proyecto”, indica Pablo Soto, concejal de Gobierno Abierto y Participación. “Una cuarta parte son sencillos y se pueden ejecutar el primer año. El grueso, 40%, no se puede completar en un año. Y luego hay una minoría que requiere dos, tres o más años, porque hay que redactar pliego, licitación y contrato público. O hay que aprobar cambios de uso en el suelo. Pero todos los proyectos que ganan los participativos entran en la cadena de procedimientos que se hacen cuando el Ayuntamiento pone en marcha algo. En vez de decidirlo un concejal, lo deciden los vecinos. El resto es igual. Lento, pero ni un minuto más lento”.

La lectura de Hugo, que tras dos años a vueltas con su calle siente que ha hecho un máster en el tema, es diferente. “En Ciudad Lineal han ejecutado un rocódromo, una sala de ensayo y un 'street workout' en el parque de Calero. Los tres, promovidos por asociaciones o foros locales. Son gente que está metida y tienen contacto con la junta de distrito. Eso sí se hace, pero lo que pedimos los otros vecinos no: tenemos que movernos cinco veces más que alguien con enchufe, metido en el tejido social. El interés político no es igual. Yo ya desconfío, me siento muy engañado”.

Su sentimiento es similar al de los vecinos de Retiro, que citan varios ejemplos para explicar su frustración. El primero, un carril bici “separado del asfalto” que resultó ganador en 2016 (con 245.000 euros asignados) y que se materializó en un ciclocarril: una vía con la señal de la bici pintada en la calzada, sin separación de los coches como ellos habían pedido. El segundo, el carril bici de Menéndez Pelayo - Retiro, que ganó en 2017, al que se le asignaron 500.000 euros y que también ha terminado en ciclocarril. “No solo no lo hicieron, sino que encima pusieron un carril bus, con lo que mandaron a la bicicleta al carril entre coche y autobuses”, explica José Rossi, uno de los promotores de la iniciativa.

“Por último, está la petición del carril bici en Doctor Esquerdo”, continúa.“Esta se desechó porque según los responsables del Ayuntamiento no pertenece a la red básica del plan director de movilidad ciclista”. En otras palabras: que no estaba entre los planes del Ayuntamiento y se marcó como inviable.

“Solo este año hay 58 peticiones de carril bici. La gente pide carril separado del tráfico y lo transforman en 'itinerario ciclista'”, añade José. “Falta decisión. Para los técnicos de urbanismo son todo problemas cuando se plantean carriles bici: les parece complicadísimo, como si fuese una obra de ingeniería espacial”. Los vecinos consideran esta falta de ejecución una “tomadura de pelo”.

Para Carlos Corral, antiguo director de movilidad sostenible en el Ayuntamiento, el miedo que tiene urbanismo a quitar espacio al coche se traslada a las propuestas de participativos, pese a que el mantra sea que los ciudadanos deciden. “Hay una pelea entre técnicos desde que empezaron las vías ciclistas. Aplican criterios de ingeniería del tráfico, de 'por aquí tienen que pasar tantos coches y si dejamos un único carril se creará congestión', en lugar de los de la planificación general, que dice que la bicicleta es estratégica. El político se pone del lado de coches y motos, porque les tiene miedo. Así, cuando entra una propuesta de participativos los técnicos usan ese criterio”.

El caso del carril bici en Castellana también es particular. En 2017 ganó, con 4.089 votos (la que más votos tuvo alcanzó los 6.592), la creación de un “eje verde peatonal y ciclista norte-sur” de Plaza de Castilla a Legazpi. Como construir un carril bici que cruce medio Madrid es muy complejo, se le asignaron 190.000 euros para un estudio - una técnica muy habitual en participativos. “El estudio se quedó en un cajón y nadie le hizo caso”, expresa Guillermo Sanz, uno de los promotores. Cuando la iniciativa revivió en Change.org y alcanzó las 27.000 firmas, el concejal José Manuel Calvo se reunió con ellos. “Nos dijo que lo metería en el próximo programa. La idea era empezar a trabajar, recoger opiniones... Hubo dos reuniones y se acabó. No volvimos a saber nada. Alguien me preguntó qué le recomendaba para proponer una idea, después de lo bien que había salido Carril Bici Castellana. Y le dije que en los participativos ni de coña”.

“No es que gane un carril bici y luego digamos: hacemos un estudio. Cuando llegan esas propuestas, el área de evaluación ve que son complejas y que habría que estudiarlas. Se pone una tasacion con ese informe”, añade Soto. “Pero es cierto que los carriles bici son un buen ejemplo de cómo los presupuestos participativos y documentos estratégicos del Ayuntamiento deben acomodarse”.

Liderazgo mundial

Decide Madrid nació en septiembre de 2015, apenas tres meses después de formarse el gobierno de Ahora Madrid y el área de Transparencia, Gobierno Abierto y Participación de Pablo Soto. Cuando entró como concejal, Soto envió un email a todos los funcionarios en el que explicaba su proyecto y les invitaba a unirse. Los interesados, cerca de mil, enviaron su curriculum, hicieron entrevistas y entraron por concurso o libre asignación. “La gente le puso ilusión”, recuerda Miguel Arana, director del proyecto, también procedente del 15M. Hoy trabajan unas 45 personas allí.

“Madrid no tenía experiencia en participación”, explica Borja Prieto, funcionario y jefe de promoción y difusión institucional. “Se habían hecho pequeñas consultas, pero no había una política que lo impulsara. Uno de los proyectos del nuevo gobierno era la participación con tecnología. El tema era que teníamos que aprender. Pablo y Miguel venían del 15M, habían hablado con gente de Finlandia... pero una cosa es tener el conocimiento teórico y otra ponerte a hacerlo en una ciudad como Madrid”.

Desde entonces, se han recibido unas 30.000 propuestas, sumando las normales y las de participativos, en Decide Madrid. Y se ha hecho 'mainstream', considera Prieto, trascendiendo del perfil de gente de izquierdas, activista y participante en los círculos del 15M a gente de todo color político. “Los ciudadanos lo ven como una herramienta que mejora la ciudad”. En 2017, por ejemplo, ganaron unos “columpios normales en Valdebebas” (un barrio nuevo en el que se instalaron columpios de diseño poco funcionales para críos). “Eso define lo que pasa en Decide Madrid: la gente quiere cosas prácticas”. Como otros proyectos, aún no están puestos, solo proyectados para 2019.

A diferencia de los participativos, donde pasan las más apoyadas del distrito, para que una propuesta normal pase a votación debe recibir 27.064 apoyos (un 1% de la gente con derecho a voto). En tres años, lo han conseguido dos: Madrid 100% Sostenible -una lista de catorce puntos para hacer una ciudad más eficiente - y la del billete único para el transporte público, sobre la que el Ayuntamiento no tiene competencias y solo se compromete a hacer “todo lo que pueda” políticamente.

Que solo dos ideas hayan conseguido apoyos suficientes para pasar a votación, o que apenas 45 de las 3191 presentadas consiguieran más de mil apoyos en 2018, es otra crítica recurrente. “Cuando uno dice 'poca participación' debe comparar”, afirma Arana. “Hay 410.000 registrados. ¿Es mucho o poco? Depende. Comparado con la gente que vota en elecciones, cuando se hacen campañas y se ponen urnas, es poco. Pero con una manifestación es mucho. Y cuando lo comparamos con otros sistemas parecidos del mundo, ninguno consigue otra cosa”. En las votaciones de participativos hay propuestas que ganan con apenas 400 o 500 votos - la horquilla se sitúa entre el 1% y el 5% del censo de cada distrito -, un motivo más de desconfianza. “Si sale una propuesta polémica, como los carriles bici, con tan pocos votos, yo entiendo que no quieran hacerla para no perder potenciales votantes”, considera Hugo.

Fuera del microcosmos madrileño, Decide Madrid (y su software) es increíblemente popular. El mes pasado se celebró en Medialab la segunda edición de ConsulCon, la conferencia alrededor del programa con invitados de todo el mundo. La elección de hacer código libre - cualquiera puede descargarlo, utilizarlo y modificarlo - ha llevado a que Cónsul se use hoy en más de 90 gobiernos de todo el mundo (de París y Nueva York a Buenos Aires o Mogadiscio) y a que la ONU lo premie en sus galardones al servicio público.

Gracias a ello, Madrid se ha convertido en una especie de líder en participación. “Vamos por delante. En número de procesos, de participantes, en innovación... Hay ciudades que tienen experiencia offline, como Portoalegre, que lleva 30 años de participativos. Y otras que siguen nuestras huellas”, dice Prieto. Sin embargo, con solo tres años de experiencia aún queda mucho por mejorar. “¿Cómo lo combinas con offline? ¿Cómo se lo comunicas a los ciudadanos, a los que estás pidiendo cosas que nunca has pedido? ¿Cómo hacemos que participen una vez se ha aprobado su proyecto? Cooperamos y compartimos ideas. Hay muchas cosas que no sabemos”.

El equipo de Soto ha reconocido en más de una ocasión el “desfase” entre lo digital y los trámites burocráticos que requieren las propuestas ganadoras. Incluso Carmena sugirió una “ley de ejecución de los presupuestos participativos” para agilizar trámites y acabar con la frustración de los ciudadanos y las críticas de la oposición. Este desfase también quedó reflejado al principio con el choque cultural entre el equipo del nuevo gobierno, que no entendía la lógica de la Administración, y los funcionarios. “No hemos tenido resistencia”, apunta Arana, “pero sí hay procesos que implican mucho trabajo interno. Llegan 5.000 propuestas de golpe y hay gente a la que le entra una carga de trabajo brutal. Ha sido duro: los trabajadores no pueden hacer diez veces lo que ya hacen. Pero se ha ido mejorando la organización”.

¿No debería el Ayuntamiento acometer esos proyectos solo, sin vecinos que le hicieran el trabajo y sobrecargaran a los técnicos? “La potencia es que parte del presupuesto se pone manos de lo que la gente crea importante. Multiplica por cien los ojos que miran al dinero”, concluye Soto. “La operación asfalto tiene unos criterios, pero son matizables si hay quien dice: esto queremos dedicarlo aquí. Yo nunca hubiera imaginado que en Hortaleza se fueran a gastar todo el dinero en una propuesta. Entramos en shock”. La propuesta a la que se refiere Soto, un campo de fútbol para unos jóvenes que juegan en un barrizal e hicieron campaña en 2016, también ha tardado: acaban de empezar las obras y terminarán en primavera de 2019, coincidiendo con las elecciones.

Mientras tanto, el desánimo sigue calando entre quienes hicieron propuestas y aun no las han visto terminar. “Fuimos a reunirnos con la gente de Decide Madrid y siempre nos dicen lo mismo: paciencia”, concluye Hugo. “Son encantadores y han vendido todo esto muy bien. Lo peor es que es una idea genial que no han sabido ejecutar, así que han cabreado a mucha gente. Normal”.

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