Primero nació como Teatro Encomienda en la calle de la que tomó su nombre en el céntrico barrio de Lavapiés. Enseguida se reconvirtió en cine y ya como Odeón, en sus primeros años se podían ver las películas desde bancos corridos de madera y sin respaldo“, como recogía un reportaje de El Pais en 1995. En ese año la sala ya había cerrado y transformado en plató de cine y televisión. Los estudios de grabación Odeón funcionaron más allá de 2010, hasta que la crisis también se los llevó por delante.
Desde entonces, la entrada a la antigua sala de cine que se había mantenido en todas sus reconversiones permanecía tapiada. A excepción de una breve okupación veraniega en 2016, el edificio parecía abandonado. Hasta que a principios del año pasado saltó la noticia de que una empresa construiría un albergue juvenil -o hostel- de cuatro plantas. En diciembre el edificio ya estaba completamente derribado por dentro y la alarma entre los vecinos no ha dejado de crecer por la presión turística que añadirá a la zona.
En calles aledañas, que apenas suman entre sí una distancia de 800 metros, existen ya otros tres albergues con más de 520 plazas, según cifras ofrecidas por los propios establecimientos. Además, Airbnb oferta en esta zona cerca de 350 camas, según datos recogidos por el Atlas de la Turistificación, un proyecto comisariado por la arquitecta Ariadna Cantís y realizado por los arquitectos del estudio 300.000km/s Mar Santamaría y Pablo Martínez, que ofrece una radiografía de Madrid con datos extraídos de páginas de alquiler de pisos turísticos y de viviendas, Flilckair o el Instituto Nacional de Estadística y el Catastro, entre otras tantas fuentes.
Es una zona ya de por sí muy saturada de plazas turísticas“, afirma Luis Alonso, habitante del barrio y miembro del colectivo vecinal Lavapiés ¿dónde vas?, que en el último año ha realizado diferentes iniciativas encaminadas a denunciar la proliferación de pisos turísticos y el impacto que están provocando en el barrio, como es la subida del precio del alquiler de las casas.
Cuatro plantas de sótano
El miedo de los vecinos no son solo las tres plantas con 56 habitaciones previstas hacia arriba en el nuevo edificio, sino también las cuatro planeadas de sótano. “Las quieren dedicar a servicios comunes e internos y nos tememos que también sirvan para gestionar desde ahí pisos turísticos, es decir, que sea un espacio para hacer los check in 24 horas o que sirva de consigna de maletas”, indica Alonso. El hostel se convertiría así en un espacio no solo de alojamiento sino de servicios subsidiario a los pisos turísticos de la zona, y con ello, creen, que aumentará su número y los alquileres, por tanto, seguirán creciendo.
Uno de los datos recogidos por el Atlas de la Turistificación es el porcentaje de población que vive de alquiler. En el triángulo de calles que van desde Juanelo, 24, Jesús y María, 12, Cabeza, 24 -donde están los hostel ya en funcionamiento- y Encominenda 16 -donde se está construyendo el nuevo- hay un porcentaje de personas viviendo de alquiler que se mueve entre el 46 y 52%. “Es una cifra muy alta, lo máximo que hay por ejemplo en Barcelona es un 42% y hay zonas del centro de Madrid que suben hasta el 70%”, explica Pablo Martínez.
Subraya que estos altos porcentajes “no son malos” pero sí son indicativos de la vulnerabilidad de sus inquilinos si se leen con otros de los datos recogido en el Atlas, como es el precio de la vivienda y el esfuerzo económico que una familia tiene que hacer para pagar la renta. En ese mismo triángulo de calles, los alquileres oscilan entre los 1.000 y 1.500 euros pero los niveles de ingresos -según el indicador de la Comunidad de Madrid que va de 0 a 10- se sitúan entre el 1 y 2, es decir, la población emplea buena parte de su salario en pagar la renta de su casa cada mes.
Es un indicador de que sus habitantes serán expulsados porque no podrán afrontar la subida de los alquileres“, afirma el arquitecto. De hecho, los datos recogidos en el Atlas concluyen que toda la zona de Lavapiés, que forma parte del barrio de Embajadores, es una de las más vulnerables a la proliferación de pisos turísticos.
Desde el Ayuntamiento explican que la actual normativa municipal no establece límites a la concentración de plazas hoteleras pero subrayan “que de forma inminente” estará lista la normativa avanzada por la alcaldesa, Manuela Carmena, hace tres semanas en la que se prevén licencias hoteleras para pisos que se alquilen más de 90 días al año. En ese mismo reglamento, y desde las competencias urbanísticas -que no turísticas- que tiene el Consistorio está la posibilidad de limitar las licencias hoteleras en zonas con gran concentración.
La limitación de plazas turísticas en zonas saturadas fue, de hecho, una de las recomendaciones del informe encargado por el Ayuntamiento a un grupo de expertos para medir el impacto de las viviendas turísticas en el distrito Centro. En el estudio, presentado el pasado mayo, se hace mención al concepto de “capacidad de carga” con el que consideran que “puede ser sumamente útil trabajar para gestionar un modelo de turismo sostenible”. Este término, se detalla en el informe, “implica que los lugares turísticos poseen ciertos límites en el volumen y la intensidad que puede soportar una zona geográfica determinada.
En ese mismo estudio se da cuenta de cómo Barcelona -con mayores competencias en materia de turismo de las que tiene Madrid- aprobó en 2017 el Plan Especial Urbanístico de Alojamientos Turísticos, por el que también se regulan albergues y viviendas turísticas “para evitar la concentración excesiva y garantizar una distribución territorial equilibrada”. Divide la ciudad en cuatro zonas: en los barrios del centro, como pueden ser Eixample o Ciutat Vella, no se permite la apertura de nuevos servicios, por considerarlas “congestionadas”. En una segunda zona se permite la apertura de nuevos establecimientos siempre y cuando se dé de baja uno ya existente. En los barrios más periféricos se prevé el crecimiento “controlado” teniendo en cuenta criterios de densidad y distancia establecidos en la propia normativa.
Regular los impactos
Durante la presentación del Atlas de la Turistificación, uno de los expertos que intervino, el arquitecto, urbanista y sociólogo, José María Ezquiaga, afirmaba que lo que se está viviendo con los pisos turísticos es lo que ocurrió con las grandes superficies. “La directiva Bolkestein [aprobada en 2009 para favorecer el establecimiento y libre circulación de servicios en toda la UE] impidió a los gobiernos frenar las grandes superficies pero ello no impide regular por otros motivos y aquí es donde entran los impactos, porque un centro comercial impacta en el tráfico, en las infraestructuras que pagamos con dinero público”, subrayaba.
El arquitecto detallaba que las viviendas turísticas no tenían por qué ser malas en sí mismas pero sí generan impactos. “Todo proceso de gentrificación tiene impactos negativos y es deber de las administraciones públicas mitigarlos”, afirmaba. Y concluía que uno de los impactos negativos que presentaba la proliferación de viviendas turísticas es que “impide tasar la capacidad de carga y la proporción y el equilibrio sensato” entre personas residentes permanentes y las que solo están unos días de paso en la ciudad.