Alberto Reyero: “El Gobierno de Ayuso temía que hubiera problemas judiciales por los protocolos en las residencias”
Alberto Reyero se enteró de los protocolos que impedían la derivación de los mayores de las residencias a los hospitales en una de sus frecuentes visitas a la Agencia Madrileña de Atención Social (AMAS). Le informó el gerente de la agencia, preocupado por lo que decía el documento que supondría después que cientos de ancianos se quedasen sin asistencia hospitalaria en el peor momento de la pandemia. Como consejero de Políticas Sociales de la Comunidad de Madrid en aquel fatídico marzo de 2020, era el mayor responsable de las residencias. Pero desde la Consejería de Sanidad, del PP, decidieron excluirle de esa gestión y no se le informó de estos protocolos que luego le enfrentarían con una parte del gobierno de coalición cuando decidió mostrarse contrario a ellos.
Así lo relata el propio Reyero en su libro 'Morirán de forma indigna' (Libros del KO), una suerte de memorias sobre aquellos duros días y meses al frente de la Consejería hasta su dimisión en octubre de 2020. En las residencias de mayores murieron más de 7.000 ancianos en dos meses, en su mayoría sin recibir atención hospitalaria ni tampoco sanitaria porque la prometida medicalización de las residencias nunca se produjo. En el libro, Reyero deja claro que se trata de un relato “parcial” sobre lo que vivió, su “verdad”, por eso está contado en primera persona. Reyero transita en las noches “oscuras”, pero también denuncia lo que supusieron esos protocolos y hasta los reproches que la presidenta Isabel Díaz Ayuso le hizo por denunciar públicamente lo que estaba ocurriendo.
Esta semana, el portavoz del Gobierno regional, Enrique Ossorio, ha defendido que reabrir el debate sobre lo ocurrido en las residencias no tiene sentido porque “las familias ya lo han superado”. Una afirmación que el exconsejero de Ciudadanos califica de “vergüenza” y de una “crueldad ilimitada”. También asegura que existía un “temor” en el Gobierno de Ayuso de que aquellos protocolos con firma oficial, llegasen a ser investigados por la justicia. Con todo este contexto, la Fiscalía ha ordenado este viernes escuchar a los familiares de las residencias dos años y medio después.
Hace poco menos de año y medio concedía su primera entrevista en elDiario.es después de que decidiera dimitir como consejero de Políticas sociales. Entonces, reclamaba una comisión de investigación en la Asamblea sobre la muerte en las residencias, pero aseguraba que si no podía declarar en dicha comisión, buscaría la manera de contar lo que ocurrió. ¿Es su libro ‘Morirán de forma indigna’ la forma que ha encontrado de hacerlo?
Fíjate que no recordaba que dijera esa frase. Era algo que tenía muy claro, que tenía que buscar la manera de explicarlo, por dos razones fundamentales. La primera, porque las familias y los fallecidos merecen que se les dé explicaciones de lo que ocurrió, y la segunda, por una cuestión personal. Quería tener la oportunidad de explicar cuál fue mi gestión, ya que todavía puede quedar alguna duda sobre lo que hice. Este es un libro abierto, están mis aciertos y también mis errores. Y es una manera también de reivindicar ese periodo tan oscuro y tan duro que pasamos todos durante la pandemia.
Habla de que se deben dar explicaciones a las familias. Este miércoles desde el Gobierno de Ayuso se dijo que “las familias ya han superado” lo ocurrido. ¿Qué le producen estas palabras?
Indignación. Las palabras del portavoz del Gobierno, Enrique Ossorio, son una vergüenza y de una crueldad ilimitada. ¿Cómo sabe que los familiares lo han superado si no se reúnen con ellos? Pero lo cierto es que no me sorprende. Es lo que llevan haciendo desde 2020. Lo recuerdo en mi libro: “Los familiares no necesitan que nadie se autoproclame su defensor. Necesitan la verdad. Solo eso. Es demoledor que un gobierno se niegue a rendir cuentas”.
Según Ossorio, como antes ha repetido la presidenta Isabel Díaz Ayuso, una comisión de investigación es decirle a las familias que las muertes se podrían haber evitado.
Estoy radicalmente en contra. Evidentemente, había personas que contrajeron la enfermedad que no era conveniente llevarlos a una hospital porque podía ser perjudicial para ellos. Había otros que si se hubieran llevado a los hospitales habrían fallecido igual. Pero estoy convencido de que hubiera habido otros muchos que habrían salido adelante si hubieran recibido el tratamiento adecuado. Hace unos meses Vargas Llosa ingresó en un hospital por COVID. ¿Por qué? Pues porque se supone que en el hospital le iban a atender de una manera que no le podían atender en su domicilio. Esa es la razón.
Pero no solo esa es la cuestión. Se les dejó en la residencia y eso supuso la frase que da título al libro ‘morirán de forma indigna’ porque las residencias no están equipadas para dar cuidados paliativos a las personas que fallecen. Murieron en unas condiciones que no son las más adecuadas. Si la atención se hubiera producido en la residencia, se hubieran medicalizado las residencias, los médicos de Atención primaria hubieran ido a las residencias, la situación hubiera sido otra. Se decidió apostar por el hospital de campaña de IFEMA, que parece que daba más réditos propagandísticos que atender a las personas en las propias residencias.
¿Se han puesto en contacto con usted familiares de los fallecidos después de publicar el libro?
Muchísimos. De todas maneras, la relación con los familiares nunca la he perdido. A mí me llama mucho la atención que los familiares ahora se quejen de que no tienen ninguna relación con la Comunidad de Madrid. Me duele, porque me parece que esa relación debería existir. Yo recuerdo que en el mes de julio, lo relato en el libro, tuvimos una primera reunión después de la de la hecatombe con las plataformas de familiares y al principio fue una reunión tensa. Imagínate, después de lo que había ocurrido, tener una reunión con personas que habían pasado por esa situación. Ahora los familiares de las plataformas me agradecen que cuente esto y que siga diciendo lo mismo que llevo diciendo dos años. La coherencia nunca la he perdido. Ahora incluso tengo más libertad para decir más cosas de las que decía en su momento cuando tenía que ser prudente porque estaba en el gobierno.
Cuenta en el capítulo ‘Los protocolos' que se enteró de dichos documentos por el gerente de la Agencia Madrileña de Atención Social. ¿Cómo se entiende siendo usted el máximo responsable entonces de las residencias?
Así es. Además, el primer protocolo se envió el 18 de marzo y la primera noticia que tuve de su existencia fue el día 21. En aquellos momentos la Consejería de Sanidad publicaba muchos protocolos, pero sobre un protocolo de esta importancia lo lógico hubiera sido que se me hubiera informado. En el libro también cuento alguna reunión previa en la Puerta del Sol a la que no fuimos invitados ni yo ni el vicepresidente del Gobierno [Ignacio Aguado] y en la que supuestamente, porque tampoco sabemos el contenido, salvo por lo que contó Antonio Burgueño en una entrevista meses después, se habló de tomar medidas para luchar contra el COVID y en las residencias. Son cosas que se nos ocultaron.
¿Pidió explicaciones por no haber estado en esa reunión del 13 de marzo?
No lo hice porque nos enteramos de eso a finales del mes de junio. Si me hubiera enterado en su momento, por supuesto que lo hubiera hecho. Sería una pregunta muy pertinente que hacer a los asistentes en una comisión de investigación. Saber por qué tuvieron una reunión para luchar contra el virus en las residencias y se le ocultó al consejero que era responsable de las residencias. Yo no le encuentro una explicación lógica. También me llama la atención que no estaba el consejero de Políticas Sociales, pero sí estaba el consejero de Hacienda, Javier Fernández Lasquetty.
En el libro relata que en un consejo de gobierno la presidenta Ayuso se dirigió a usted para reprocharle su intervención en la Asamblea de Madrid en la que puso en cuestión los protocolos y los tachó de “posiblemente ilegales”.
Quizá ese fue el primer momento en el que me pude expresar claramente dentro del Gobierno. Yo me había sentido atacado por parte de la gente de comunicación de la presidenta que estaban contando un relato de lo que estaba pasando que no se correspondía con la verdad. Y en aquel momento pude decirles con claridad que me estaba defendiendo de las cosas que estaba diciendo, que si continuaban por el mismo camino me iba a seguir defendiendo.
Y por supuesto, se trataba también de contar la verdad, porque cuando dije lo que pensaba de los protocolos fue porque me preguntaron. Tenía dos preguntas por escrito de PSOE y Podemos. “¿Qué queréis, que mienta?”, respondí. “Yo sobre un tema como este no voy a mentir, no voy a decir que los protocolos me parecían bien”.
En ese mismo capítulo también relata que le emplazaron a una reunión con el consejero de Sanidad, el de Justicia –Enrique López, exmagistrado– y el responsable legal de la Asamblea para abordar posibles acciones legales por los protocolos. Usted dice que se negó a asistir. ¿Había miedo en el Gobierno a una investigación judicial?
Había un temor de que hubiera problemas judiciales por los protocolos. Ellos hablaban de armar jurídicamente la defensa o algo por el estilo. Había un documento por escrito y firmado por un alto cargo que decía lo que decía, por mucho que lo nieguen una y otra vez. Creo que en el propio libro califico esa propuesta como delirante. Yo jamás hubiera ido a una reunión de ese tipo. No sé que tenía que acordar para, no sé, ¿tapar a alguien o algo? No tenía ningún sentido.
Después de leer el relato que cuenta en su libro, alguien puede pensar que debería haber acudido a la Fiscalía para poner en conocimiento esos hechos. ¿Se ha planteado alguna vez hacerlo?
Puedo estar equivocado, pero yo formaba parte de ese gobierno. De alguna manera también era copartícipe de las decisiones que se tomaban. Nunca me ha parecido adecuado dar pasos desde el punto de vista legal. Pero como digo, a lo mejor estoy equivocado. Siempre he pensado que mi papel estaba en la parte política y en la parte ética, avisar de lo que pasaba y denunciar lo que había ocurrido en la residencias. Dar un paso más allá cuando hay multitud de querellas y de denuncias en los juzgados tampoco realmente aportaba nada nuevo. Esa es la razón por la que yo no lo hice en su momento.
¿Cree que haber dejado las cosas por escrito, como aquel email que envió al consejero de Sanidad, Enrique Ruiz Escudero, le salvó de haber sido señalado como el responsable por parte del Gobierno?
Muchas veces he pensado qué es lo que hubiera ocurrido si no lo hubiera escrito. Desde el primer momento, desde que ocurrió lo de Montehermoso, que fue como el primer aldabonazo que nos hizo darnos cuenta de la situación a la que nos enfrentamos en la residencias, empezaron a utilizar determinados medios para lanzar determinados mensajes. En ese momento, algunos periodistas me comentaban algún mensaje que les llegaba. Veías unas informaciones que reproducían mensajes que no podían venir de otro sitio que de la Puerta del Sol [sede del Gobierno y donde Ayuso tiene su despacho]. Decían que iba a tener problemas judiciales, que estaba en la mirilla de la justicia. Son palabras textuales de alguna de las informaciones que se publicaron, así que es fácil pensar a quién querían responsabilizar.
Empieza el libro dedicándoselo a los trabajadores de las residencias. ¿Son los grandes olvidados? Porque desde la Comunidad de Madrid se ha premiado hasta a los niños por la pandemia, pero nada de esos trabajadores.
He hecho esa dedicatoria a propósito, porque no solo fue el gobierno de la Comunidad de Madrid quien se olvidó de ellos, fue la sociedad en su conjunto. Al principio de todo se les señalaba incluso como responsables de lo ocurrido, algo muy injusto. Hicieron muchísimo más de lo que podían hacer y no tuvieron nunca ese reconocimiento. El aplauso nunca fue dirigido a ellos.
¿Se ha pasado ya página de lo que ocurrió por parte de la sociedad?
Sí, y también es una de las razones fundamentales para escribir esta historia. No solo los ciudadanos madrileños, sino los ciudadanos en general, parece que nos hemos olvidado de lo que pasó y además, de alguna manera se ha instalado una opinión que me parece perversa. Y es pensar que al fin y al cabo, si los que murieron en su mayoría eran personas mayores, ¿cuántos años de vida les quedaban? Yo ante eso me rebelo, porque las personas que murieron, murieron cuando no les tocaba. Me da igual que tuvieran un año, dos años, tres años o 40 años de expectativa, porque no les tocaba. Porque había posibilidades para atenderles, porque el hospital de IFEMA se anunció con 5500 camas y sólo se abrieron 1500. Porque no se medicalizaron las residencias, porque no se les derivó a los hospitales privados. Yo creo que todo eso debería hacernos reflexionar que lo que se produjo fue una discriminación extrema, una vulneración de los derechos fundamentales.
En su primera entrevista en elDiario.es ya dijo que era un bulo que Pablo Iglesias fuera el responsable de las residencias. ¿Se instaló el Gobierno de Ayuso en el bulo?
Se utilizaron muchas patrañas para conseguir sus objetivos políticos. El otro gran bulo fue el hospital que llamaban “milagro” de IFEMA. IFEMA prácticamente parecía Lourdes, la gente que iba allí sanaba, pero la realidad es que iban los pacientes más leves.
En el libro cuenta lo duros que fueron aquellos días, algo que ha declarado, le daría para otro libro. ¿Diría que a día de hoy ha superado aquello?
Creo que sí. Yo creo que el hecho de escribir este libro ha sido una manera de terapia. Recuerdo aquellas noches dolorosas en mi casa y el hecho de contar mi verdad, lo que ocurrió, me ha ayudado.
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