Los coches amanecen con escarcha en los cristales, Madrid despierta rozando los cero grados y entre la inmensidad de sus calles muchos son los transeúntes que caminan rápidamente hacia sus trabajos o a la cafetería más cercana para recubrirse del frío. Son fechas señaladas en las que la capital acoge a miles de personas. Luces, tiendas, multitud, espectáculos navideños… El centro se convierte estos meses en un parque temático de oda al consumo y a la masificación.
Sin embargo, entre esta realidad temporal se halla otra constante, una que o permanece invisible o es juzgada por una mirada llena de prejuicios de la sociedad. “Es difícil de explicar, duermes autoconvenciéndote de que no hace frío, aguantas y aguantas esperando a que vuelva a salir el sol y así noche tras noche”, asegura José que, entre idas y venidas, lleva más de diez años viviendo en la calle. “Esto no es vida, te acuestas en el suelo, entre cartones que has encontrado en la basura y los que tienen suerte en un colchón desgastado, con un ojo entreabierto por si viene alguien y te dice algo, que te marches o lo que sea”, cuenta, mientras sostiene el café de un euro del McDonald´s entre sus guantes desgastados. “Es de los pocos lujos que me puedo permitir” comenta irónico, entre risas.
De las más de 37.000 personas que están en la calle en España más de 4.000 están en Madrid, casi un 15%. La ciudad es la tercera del ranking del sinhogarismo, una situación en la que se enfrentan a una constante ausencia de derechos, no sólo de vivienda, también de salud y empleo. “A mí que no me jodan, llevo trabajando toda mi vida y estoy en la calle, la gente se piensa que es difícil acabar en esta situación, pero no es así, solo necesitas una mala racha, un poco de mala suerte o una hostia de la vida para acabar encontrándote pidiendo algo de dinero o comida mientras todo el mundo te ve como un despojo social, si es que te miran”, clama indignada Rocío que, tras perder su empleo, agotar los ahorros que tenía y que la echaran de la vivienda de alquiler en la que residía, lleva más de dos años viviendo sin techo.
Todos aseguran que lo peor de todo es la soledad, vivir siendo consciente de que no perteneces a nada y que transitas en el borde de una sociedad que te repudia. “Buscar trabajo se convierte en un imposible. ¿Quién querría contratar a alguien que no tiene donde dormir?”, se pregunta Sonia mientras asegura que llega un momento en el que se tira la toalla. “¿Cómo vas a trabajar en cualquier lado si no puedes descansar? Es imposible lograrlo durmiendo en el suelo y, peor aún, con estas temperaturas. Las pocas energías que te quedan al llegar la noche las gastas en sobrevivir”, señala. En su caso, lo que empezó siendo una circunstancia temporal terminó convirtiéndose en su día a día después de que hace más de un año no pudiera pagar su vivienda y dejara de tener relación con su familia.
El número de plazas en albergues madrileños para cubrir a todas las personas sin hogar es de 2.989 y la ocupación supera el 90% durante todo el año. Los que no consiguen entrar no tienen otra opción que esperar en las frías calles de la capital. Pese a ello, los refugios no consiguen ofrecer soluciones a un problema estructural. La ausencia de un hogar impide a las miles de personas que se encuentran en la calle comenzar un proyecto de vida, asentarse y buscar algo mejor para ellos y sus seres queridos. El futuro se convierte en algo secundario, el día a día es lo que marca la agenda, la búsqueda de comida, recurrir a los voluntarios, encontrar espacios donde asearse o indagar para encontrar algo que mejore sus condiciones en la noche es la única prioridad.
Lucía es una niña que pasea junto a su padre, yendo a clase siempre saluda a alguno de sus amigos invisibles que se encuentran por el barrio. Su padre todavía tiene la mirada representativa de toda una sociedad e invita a su hija a seguir caminando, ella tiene la visión inocente y sin complejos de la infancia y, con el paso del tiempo, logra hacerle entender a su progenitor que los amigos que él no es capaz de ver son reales, personas como el resto y consigue cambiar unos ojos hostiles, por otros comprensivos.
Así es la campaña que ha lanzado Hogar Sí, llamada No Más Amigos Invisibles, para dar visibilidad a más de 37.000 personas que viven en la calle en España. La iniciativa se presenta como una llamada de atención urgente ante la pérdida de empatía hacia quienes padecen el sinhogarismo. “Esta campaña es el deseo de que todas las personas tengan un hogar”, ha indicado la entidad social.
“No tener una vivienda supone la exposición a temperaturas extremadamente frías, lluvia y nieve que agrava aún más su vulnerabilidad. Estas circunstancias hacen que durante estos días veamos menos personas viviendo en la calle de las que verdaderamente hay, pero la realidad es que procurar buscar cobijo para el frío o acceder a los servicios de un albergue para no tener que dormir a la intemperie no soluciona este problema estructural”, sostiene la organización.
Cáritas también se ha posicionado en este sentido lanzando la campaña Comparte Tu Red en el que exigen a las Administraciones y Poderes Públicos que “garanticen los derechos de todas las personas con un compromiso real” y piden que “el derecho humano a la vivienda sea una prioridad política”.
“Me encantaría poder pensar en un futuro, tener un trabajo y poder cuidar de mi familia, pero en estas circunstancias sólo puedo pensar en qué comeré por la noche o si la manta que tengo será suficiente para que no enferme por el frío”, expresa José que, al igual que muchos otros, lleva meses o incluso años sin poder siquiera ver a sus seres queridos. “Mi hija no vive en Madrid, llevo bastante sin verla, cree que estoy aquí trabajando y no quiero que se preocupe por mí”, concluye.
Según datos del Instituto Nacional de Estadística, 28.552 personas sin hogar fueron atendidas en centros asistenciales de alojamiento y restauración en 2022 por toda España, un 24,5% más que en 2012. De ellos, 71,2% se encuentran en situación de desempleo y un 65% tienen estudios secundarios. En Madrid, en ese mismo año se atendió a 2.149 personas en la Red Municipal de Atención a Personas sin Hogar y a 2.359 desde los Equipos de calle.