Antonio del Solar, el mecánico de cámaras de fotos que ya solo quiere mirar al cielo

“Reparar cámaras se ha terminado. Ahora solo quiero mirar al cielo”. Antonio del Solar se jubila. Son más de 40 años dedicado a la fotografía. 73 desde que nació en Sidi Ifni, cuando era una colonia española en África. Mucho tiempo consagrado a que otros tuvieran sus máquinas a punto para contarnos el mundo. Ahora, antes de dejarlo para dedicarse en exclusiva a la astrofotografía, su pasión, liquida los viejos cacharros analógicos con los que se ganó la vida.

Antonio había puesto carteles en el escaparate de su tienda en la calle de Fernández de los Ríos, 29, en el madrileño barrio de Chamberí, anunciando que vendía por jubilación cámaras, objetivos, prismáticos, catalejos, proyectores, tomavistas y otros artilugios del mundo analógico. El martes, vía Twitter, todo empezó a descontrolarse. El efecto viral funcionó y en la mañana del miércoles, antes de abrir, ya había una discreta cola de gente esperando en la calle para asomarse al pequeño taller que muy pronto cerrará sus puertas.

“Es increíble lo que está pasando. Cosas de este nuevo mundo”, nos comentaba Antonio, entre clientes, curiosos y llamadas de teléfono… y aunque lo vende todo, cuando le pregunto por el precio de una preciosa Nikon F con los bordes desgastados por el uso me dice: “Ah, no, esa no la vendo, es mi cámara, la mejor réflex, una maravilla”. Tampoco quiere que me acerque a una Kodak Retina de los años 50… “fantásticas, fabricadas en Alemania y con objetivos Schneider. No está en venta”. Sí me enseña orgulloso un gran teleobjetivo y asegura que es del mismo modelo que usó Hitchcock en el rodaje de La ventana indiscreta.

El gran Miguel de la Quadra-Salcedo fue uno de sus singulares clientes: “Cuando se iba a la Ruta Quetzal había que montar unas ristras de baterías para que pudiesen fotografiar durante días por la selva”. También pasaron por sus manos las cámaras de Barriopedro, el reportero de la agencia Efe autor de la icónica imagen de Tejero durante el golpe de estado del 23F.

“Eran otros tiempos, había alguna cámara especialmente complicada de reparar, recuerdo la Cannon A1, muy difícil de desmontar. Pero otras eran mucho más duras, apenas se estropeaban, como la Nikon F1 o la Canon Ftb. Ahora los teléfonos han acabado con todo, pero no tienen ni la definición ni la magia de la fotografía analógica”.

En cuanto liquide, Antonio se irá con su F1 y sus telescopios a seguir mirando al cielo, lleva años fotografiando las llamaradas solares. Pero nos confiesa que donde aún encuentra las mejores oportunidades para ver la Luna y seguir las estrellas es en Teruel, la serranía de Cuenca o el norte de Guadalajara, tres de los pocos paraísos oscuros que todavía quedan en España.