Alberto Núñez Feijóo se proclamó líder del PP en un Congreso tras la salida traumática de Pablo Casado el 2 de abril, hace apenas diez días. No hubo competencia y por tanto tampoco sorpresas. El partido improvisó un cónclave en tiempo récord para zanjar la crisis abierta en la formación por el intento de Casado de que la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, asumiera responsabilidades por el contrato a dedo de mascarillas que el Gobierno madrileño adjudicó a una empresa propiedad de un amigo de la presidenta y por el que su hermano cobró una comisión. La solución Feijóo venía a acabar con esa guerra interna del PP iniciada hacía meses. Y una vez Casado era historia, el líder gallego respondía diluyendo el poder de la presidenta regional en la nueva dirección del partido. Le ha dado, eso sí, lo que siempre ha pedido –y ha dicho que es su única ambición–: hacerse con el control del PP de Madrid, en un congreso regional que se celebrará los próximos 20 y 21 de mayo, después de que la dirección nacional haya adelantado un mes el cónclave respecto a lo previsto.
Pero si alguien creía que, con la caída de Casado y zanjada la polémica por el poder territorial en la Comunidad de Madrid, Ayuso iba a renunciar a seguir marcando la línea del PP y erigiéndose como la alternativa real a Pedro Sánchez, pronto se han despejado las dudas de que la intención de la presidenta madrileña sigue siendo señalar el camino del partido convirtiéndose si es necesario en un verso suelto. Solo cinco días después de que Feijóo asumiera oficialmente las riendas de la formación conservadora, la dirigente regional aprovechó una comparecencia en la Asamblea de Madrid –para dar cuenta de la conferencia de presidentes celebrada en La Palma– para lanzar un mensaje a su nuevo jefe: pactar con Sánchez es pactar con el “desastre”. Y ella va a oponerse.
La mención no era casual. A la hora en la que Ayuso comparecía en la cámara de Vallecas, acababa de terminar una reunión que superó las tres horas entre el nuevo líder del PP y el presidente del Gobierno en La Moncloa. En ella se trataron asuntos de Estado como la renovación del Poder Judicial paralizada durante tres años por el PP, que aunque no terminó en un acuerdo concreto, las dos partes se emplazaron a seguir negociando. Ayuso aprovechaba entonces su altavoz desde el Parlamento regional para dejarle claro a Feijóo que ese no era el camino. “Yo no pienso pactar con los que están sometiendo a las instituciones al mayor deterioro de la historia”, dijo Ayuso, y puso de ejemplo precisamente “la imagen del Poder Judicial”, una vez ya todos los titulares de la prensa a esa hora apuntaban a un avance en las posiciones de ambos partidos.
Por si había dudas de lo que había querido decir, al día siguiente, en un viaje oficial al País Vasco donde se reunió con empresarios y presumió de su modelo fiscal, la presidenta insistió en esta idea. Preguntada por la reunión entre Sánchez y Feijóo el jueves en La Moncloa, Ayuso aseguró que esos acercamientos solo llevan al PP “al barranco”. “Si no somos una oposición real al desastre, nos iremos todos por el barranco. Y yo me niego”, dijo sin ambages. “Creo que hay que ser fuertes para no dejarse llevar por ese rodillo totalitario en el que te imponen un solo discurso”, insistió la presidenta regional, que siempre ha defendido que no hay que amilanarse ante las voces que alarman de los acuerdos con la ultraderecha, como es el caso del PSOE, pero también algunos dirigentes dentro del PP y el Partido Popular europeo.
Si los acuerdos son imposibles con los socialistas, según el planteamiento de la presidenta madrileña, solo cabe mirar al partido de Santiago Abascal para el nuevo ciclo electoral. Y una vez abierta la veda, la formación ultraconservadora ya reclama entrar en los próximos gobiernos del PP en los que sus votos sean necesarios. Una relación con Vox que Ayuso reclama abiertamente hasta el punto de que ha llegado a afirmar que gobierna “en coalición” con el partido de extrema derecha, y ha aclarado que no se trataba de “un lapsus” –ya que no están dentro del Gobierno de Madrid– sino que es toda una “declaración de intenciones”, mientras su partido se esfuerza por acotar el pacto con los de Abascal solo a Castilla y León.
La realidad es que, de momento, aunque la relación con Vox es evidente que incomoda al nuevo presidente del PP hasta el punto de que no acudió este lunes a la sesión de investidura de Alfonso Fernández Mañueco, Feijóo ha abrazado los postulados de Ayuso para asegurarse la comunidad autónoma sin tener que llegar a un pacto con los socialistas que podrían atarle las manos en el futuro.
Dudas dentro del PP
El Partido Popular europeo fue el primero en reaccionar desaprobando el acuerdo con Vox en Castilla y León, pero dentro de la formación conservadora hay voces que tampoco entienden el giro de Feijóo, que siempre ha presumido de ser el freno a la ultraderecha en Galicia. Dirigentes de peso consultados por esta redacción, y que ven a Vox como un “peligro para la democracia”, consideran que el líder gallego acaba de abrir una veda que podría repetirse en Andalucía –donde se esperan próximamente elecciones– y después en muchos territorios hasta llegar a las generales que previsiblemente se celebrarán a finales de 2023 o principios de 2024.
Estas mismas voces ven el acuerdo con Vox un “triunfo” de los postulados de Ayuso frente a Feijóo. Fue la presidenta madrileña la que al día siguiente de las elecciones pidió ese acuerdo frente a Casado, todavía líder del PP, que se resistía. “Ella defiende el acuerdo pero no ha metido a la ultraderecha en el Gobierno y, mientras puede pasar que sea la única que en las elecciones de dentro de un año logre una mayoría absoluta que la libre de pactar con Vox. ¿Puede erigirse entonces, además de en la alternativa a Sánchez, en la que frena a la ultraderecha mientras arrastra a los demás a lo contrario?”, analiza un viejo dirigente popular.
El nuevo vicesecretario de Coordinación Autonómica y Local del PP, Pedro Rollán, el hombre al que Feijóo ponía como cuota madrileña en su nueva dirección sin ser una persona de confianza de Ayuso, aseguraba este lunes que no hay “nada que temer” del Gobierno en coalición con Vox en Castilla y León porque “forma parte de la normalidad” tras los resultados de las elecciones autonómicas. Rollán defendía que no debe “extrañar a nadie” que ambas formaciones vayan a gobernar en la región, porque este Ejecutivo es el “relato” que los castellanos y leoneses han dado en los comicios del 13 de febrero. Pero es evidente que la situación incomoda dentro de la formación con un pacto que se produce a la vez que en Francia todos los partidos piden un cordón sanitario contra Le Pen.
El control de Madrid
Y mientras Ayuso marca el camino del nuevo PP de Feijóo, la presidenta madrileña avanza en una de sus grandes pretensiones: hacerse con el poder territorial de la formación en Madrid el próximo mes de mayo después de que la dirección haya aprobado el congreso regional para los días 20 y 21. La dirigente regional ya tiene en mente una “gran reestructuración interna” dentro del PP de Madrid para poner a su servicio a los que estos últimos meses han demostrado fidelidad en la batalla interna librada con la antigua dirección nacional. “Todo lo que quiero hacer ya lo tengo claro”, decía hace pocos meses, antes de que estallara el escándalo de la comisión a su hermano. Tras lo sucedido y con “las manos completamente libres” después de la salida de Casado y Teo García Egea del PP, no habrá obstáculos para esos planes, aseguran desde su entorno.
Un dirigente regional defendía, tras conocerse que Feijóo había apostado más por una alianza con Andalucía que con Madrid, que Ayuso debía centrarse en su territorio y olvidarse de mandar en el nuevo partido del líder gallego. Pero la presidenta madrileña no va a poner las cosas tan fáciles. Su círculo más cercano deja claro que con Casado o sin Casado, con Feijóo o sin él, Ayuso seguirá siendo Ayuso y eso no cambiará, como ya está demostrando. Su estrategia sigue siendo la de marcar perfil propio nacional para erigirse como el contrapunto a Pedro Sánchez y el PSOE. Aunque eso signifique poner en apuros a Feijóo.