Ha tenido que pasar casi medio año –y varios trámites municipales– para que los rostros de 15 mujeres importantes para la historia –y silenciadas en ella– vuelvan a presidir una larga pared en la calle José del Hierro, en el madrileño Barrio de la Concepción. Esta semana, nueve miembros del colectivo Unlogic Crew trabajan contra reloj restaurando el mural feminista de Ciudad Lineal, que se ha convertido en un emblema para el distrito. Primero fue la derecha la que lo quiso borrar desde el Ayuntamiento, pero la noche anterior al 8M alguien tomó un atajo y le arrojó pintura negra.
Cuando cae la tarde del 23 de agosto, el sonido de las espátulas raspando la pared pone la música en los alrededores del Polideportivo de La Concepción. Acaban de arrancar las tareas de recuperación del mural: “Estamos acondicionando el escenario”, explica Jorge Nuño, uno de los miembros de Unlogic Crew, el colectivo al que el Ayuntamiento encargó rehacer la obra vetando la colaboración ciudadana. “Como hay partes que están levantadas, lo que hacemos es rascar para que cuando ya se aplique la base sobre la que luego irá la pintura, no se vuelva a levantar en los próximos meses”, añade.
Tras ese primer raspado, se aplica la capa de imprimación, que lo protegerá de la humedad, y luego una capa rosa para el fondo. A primera hora del miércoles los rostros empiezan a tomar color y el olor a pintura manda en el mural y en la acera que lo sostiene, que está llena de cubos, rodillos, papeles y pinceles; dejando libre, eso sí, el carril bici, por el que hay un goteo de paseantes sobre ruedas.
“La sensación al dar las primeras pinceladas es de total alegría”. Jorge piensa en las vecinas del barrio mientras desliza la brocha suavemente sobre la pared. “Estoy pintando por todas ellas y para ellas. Somos los pinceles de las vecinas. Han luchado durante seis meses por recuperar este muro y ya lo hicieron en 2018 para conseguir traerlo”, expresa atento a la obra.
Aunque está feliz por la vuelta de este emblema feminista, no puede evitar sentirse triste al mismo tiempo: “Estamos muy, muy apenados, porque las mujeres del barrio son el motor de este mural y, sin embargo, no pueden pintarlo porque no las dejan”. Una de las cláusulas del contrato del Gobierno de Almeida para la recuperación del mural vetaba la participación de cualquier persona que no perteneciera a Unlogic. “No nos han dado ninguna explicación”, argumenta Nuño. “En las dos ocasiones que yo personalmente he hablado con la Junta de Distrito no he recibido causa alguna ni razón objetiva”. A diferencia de otros contratos de obras donde las administraciones impiden a la empresa subcontratarlas a terceros, este del Ayuntamiento de Madrid habla directamente de evitar “la participación ciudadana”.
El artista ve “probablemente” razones ocultas tras ese veto. “Parece que hay alguien a quien no le agrada ver a cientos de mujeres recuperar un espacio por el que han luchado durante todos estos meses. No puede haber otra causa, puesto que tenemos un muro de 60 metros, con retratos cada dos, tres metros”, explica señalando la pared y marcando los rostros con sus manos. Hay distancia social suficiente para que no haya ningún problema en cuanto a medidas sociosanitarias. Aunque tampoco han alegado nada de eso para prohibirlo“, insiste.
Mientras Jorge atiende a elDiario.es, en el otro extremo del muro un hombre de algo más de 40 años y vestido en tonos claros dialoga con un niño moreno, que lleva una camiseta blanca con dibujos y que juega a quitarse y ponerse una gorra que le protege del calor mientras salta sin moverse del sitio. Son Cristóbal y su hijo Leo, de cuatro años, que está muy ilusionado con estar allí. “Le estaba comentando el proceso de cómo las siluetas que hicieron en la noche se van a transformar en manchas y van a terminar por perfilar el rostro. Le estaba diciendo, 'esto va a ser una sonrisa, aquí van a estar los ojos, aquí la nariz…”, cuenta señalando los trazos hechos a rotulador.
“Estoy pintando ahora mismo a Billie Jean King”, dice Alberto, otro de los miembros del colectivo, concentrado en su trabajo. Está sentado sobre una alfombra que protege el suelo de las gotas. Al cargar el pincel con pintura morada, comprueba en una hoja dónde tiene que aplicar cada tono. “Hemos hecho un mapa de color y cada número representa uno distinto. Así es más fácil que nos coordinemos”, explica mientras muestra el croquis en el que aparece la extenista dividida en áreas con diferentes códigos: “Todos los unos son iguales, los doses, también...”.
Aunque el mural va a ser exactamente el mismo que hace tres años, hay varias cosas que han cambiado, además del uso de este mapa de color o del veto a las vecinas por parte del Gobierno municipal. Una de ellas es la aplicación de un barniz antipinturas que ayudará a evitar actos vandálicos como el de hace seis meses, ya que, con solo aplicar agua, cuentan los artistas, la obra quedará recuperada.
“Está siendo una experiencia. Me parece fantástico. Poder participar de esto es maravilloso para una mujer”. Julita Romera, una pintora de Soria perteneciente a Unlogic, ya está agachada en el suelo pintando. Ha llegado este mismo miércoles con su hija Lola desde Soria, que la acompaña: “He tardado tres horas y cuarto en tren, en un tren de hace miles de años y con una vía absolutamente obsoleta”, denuncia. Nos están echando, porque nos dejan sin servicios“. La artista comenta que está comprometida con el mundo rural y que, de hecho, en sus murales representa la importancia de las mujeres que viven en estas áreas.
Junto a ellas, ha acudido Tere. Es prima de Julita y, como tiene día libre en el hospital en el que trabaja, se ha animado a ver las tareas de recuperación. Julita está dando color a Rosa Parks mientras atiende a elDiario.es: “Es importante que haya un mural como este, porque la mujer ha estado siempre en la sombra, a pesar de ser esta una sociedad matriarcal. Reconocer a mujeres tan importantes como las que hay en la pared es algo que a las demás nos tiene que engrandecer para saber que nada es imposible”, reflexiona detrás de su mascarilla.
Romera conoció a Nuño y al resto del colectivo a raíz de la vandalización del mural y las réplicas que se hicieron de este por diferentes rincones. Ella participó en la de Soria. Otra se puede ver en La Laguna, en Tenerife. Allí pintó Irene, de 23 años, junto a compañeras de Bellas Artes. “Cuando me contactaron para formar parte de Unlogic y venir, me hicieron los ojos chiribitas. Obviamente, respondí que sí”, relata ilusionada mientras va llenando de color la pared. “Estaba flipando y dije 'madre mía, esto qué es, qué guay”, ríe.
Al no vivir en Madrid, Irene no había visto el mural físicamente, tampoco vandalizado. “Cuando he llegado me daban ganas de llorar. Si ya me impactaba en imágenes, en persona mucho más, la verdad”.
Mientras el colectivo da brochazos a la pared, dos monitoras pasan con un grupo de niños de no más de diez años y les explican que hay andamios, escaleras o botes de pintura en medio de la calle porque están restaurando el mural feminista, más que un símbolo en el barrio. “¿Os está gustando cómo está quedando, chicos?”, pregunta una de ellas. “Sí”, responden los pequeños al unísono, mientras observan la pared. Poco después, pasa un señor de mediana edad grabando un vídeo con su teléfono móvil: “Ya van tomando forma las figuras que se cargaron”, narra acompañando a las imágenes que toma.
“Necesitábamos este chute de adrenalina”, sonríe Alberto. “La repercusión que ha tenido el mural es lo más bonito que nos ha pasado en los últimos años, la verdad”. El joven, que tiene en las manos manchas de pintura morada, pone el acento en la lucha vecinal, que asegura “es la base de todas las luchas, el mejor ejemplo para conseguir todo”. “Con estas pequeñas cosas al final es como uno se hace fuerte y como las mujeres del barrio se empoderan un poco más”, añade.
A pesar de no poder pintar, los vecinos no se alejan del mural y hacen varias visitas a los artistas. Las bolsas con comida, latas o bebidas que les han llevado también están en la acera. “Nos tienen muy mimados”, dice Jorge. Son personas como Enrique. Lleva una bolsa en su mano derecha y con la otra sostiene a la pequeña Olivia, de dos años. Juntos vienen del supermercado, donde han comprado zumo y están empezando a repartirlo entre los artistas: “Nos parece muy bien que restauren el mural. Además, es importante que mi hija crezca viendo gestos como este y no la vandalización, que solo era odio”.
“Lo que hicieron aquí hace medio año es un insulto a las mujeres”, protesta Tere. “Un insulto de dos zoquetes, porque la mayoría de la sociedad estoy plenamente convencida de que eso no lo aprueba”, responde su prima. “Ahora, ¿ante ellos? Amor, no queda otra. Es lo que menos les gusta”.
En esa misma línea se pronuncia Irene Yagüe, perteneciente a Unlogic y al colectivo El mural no se toca. Mientras habla con este medio, sus compañeras pintan concentradas. “Ellos intentaron destruirlo, pero lo que han hecho es unirnos a todos. El mensaje que querían mandar es el de que tachan a las mujeres, pero han conseguido lo contrario. Les ha salido al revés realmente”, apunta convencida.
“Yo no entiendo el miedo que le da a esta gente una pared. Es irracional, absurdo”, incide Cristóbal contemplando los avances en la restauración del muro. Junto a su hijo Leo y a muchos madrileños, ha participado todos estos meses en las protestas y reivindicaciones para pedir la restauración del mural. “Estamos muy comprometidos con esto”, subraya, “no podíamos faltar hoy aquí. Es importante”. “A mí me gustaba el dibujo”, dice Leo, que pregunta a su padre por qué lo borraron: “No lo sabemos, hay muchas teorías hijo, y ninguna es cosa buena”, zanja Cristóbal, quitando y poniendo con cariño la gorra a su hijo, repitiendo el juego que él había empezado antes.