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El borrado de dos murales en Madrid reaviva el debate sobre la preservación del arte urbano

Mural del artista urbano Blu desaparecido en Madrid Río.

Alberto Ortiz

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La medianera trasera del número 1 de Eugenio Caxes no pasaba desapercibida para los vecinos que caminaban habitualmente por el parque Madrid Río, a la altura del barrio Moscardó. En 2010, el artista italiano Blu representó sobre esa fachada un robo encadenado, una pintura de gran tamaño que se había convertido en parada estrella de los tours de arte urbano madrileño y una parte más del paisaje de esa zona de Madrid. Hace unos días, desapareció bajo una capa de pintura blanca. Su borrado ha reabierto un debate sobre el carácter efímero del arte urbano y sobre si estas creaciones deben o no ser preservadas. 

“Ya decía yo que notaba algo raro. Es una pena que lo hayan tapado, a mí me gustaba”, cuenta un vecino que acaba de terminar su sesión de running justo enfrente de la pared. A esa altura del parque que acompaña el curso del río Manzanares se agolpan ciclistas, paseantes y grupos de niños que juegan en los columpios. Unos kilómetros más adelante, en sendas medianeras, aún sobreviven las obras de SAM3 que completaban el circuito de arte urbano de esa zona de la capital. 

En octubre del año pasado, hubo un desprendimiento del enfoscado del edificio de Eugenio Caxes, que requirió la actuación de los bomberos. Según han explicado fuentes de la administración a elDiario.es, el Ayuntamiento de Madrid emitió una orden para acometer una serie de obras en la fachada con el fin de evitar nuevos desprendimientos. Los vecinos decidieron reformar toda la parte exterior, incluido el lienzo donde estaba la obra de Blu. 

“El Ayuntamiento nos dio un plazo y hay que cumplirlo. Vete tú a buscar ahora al italiano para que vuelva a pintarla o para ver si le importa que la pintemos de blanco… se nos pasa el plazo. Si no hubiésemos tenido que hacer la obra pues ahí seguiría la pintura. Que nos ha costado 25.000 euros la reforma, ¿eh? Esto no ha sido por gusto”, cuenta un vecino del edificio, que no quiere dar su nombre. 

En un principio, remite a la gestoría que administra el inmueble: “Es que luego tergiversan todo”. Pero continúa hablando: “Ahora parece que nos hemos cargado una obra de arte. Si miras en internet vas a ver todo lo que están diciendo de nosotros”. Añade que han tenido que pintar tres veces la fachada donde estaba la pintura. “Hay un grupo, que deben ser seguidores del artista, supongo, que cada vez que pintamos viene con pistolas de pintura y ponen todo perdido”, explica. Detrás del edificio, donde antes se encontraba el mural, ahora hay una fachada blanca manchada con numerosos pegotes de pinturas de colores, como un Pollock de bajo presupuesto. 

La administración del edificio explica que el coste de las reformas se habría disparado si hubiesen querido preservar la obra. “Nosotros no teníamos constancia de la trascendencia de este dibujo. Si la hubiésemos tenido, a lo mejor habríamos pedido ayudas para hacer la reforma y mantener el dibujo”, argumentan. Las fuentes de la administración aseguran también que, al menos en el libro de actas, no hay ninguna constancia de que se pidiera permiso: “Desconocemos si se firmó o se negoció algo. Esa fachada estuvo alquilada a una empresa de publicidad hasta el 2008 o 2009, quizá se pintó a través de ellos, pero en el libro de actas no consta nada”.

Sin embargo, en una captura de la web Oficina de Gestión de Muros, una plataforma lanzada en 2010 y ya desaparecida, se puede leer que tanto las intervenciones de Blu y SAM3 como las de otros artistas urbanos fueron parte de la ‘Noche en Blanco’ de ese año y que contaron con la ayuda del Ayuntamiento y la aprobación de los vecinos de los edificios. 

“No queremos dejar de agradecer, el esfuerzo realizado por todos lo que han estado apoyando desde el primer día este proyecto, a los vecinos de Antonio Lopez 19, 21, 23 y 25 y de Eugenio Caxes, 1, que nos han cedido sus medianeras altruistamente y nos han aguantado y animado, todo el tiempo que hemos pasado colgados de sus muros, por supuesto a Blu y Sam3 que han trabajado durísimamente para dejarnos tremendas piezas de las que estamos orgullos, y a Erica il Cane y  Jorge Rodriguez Gerada que nos han aguantado pacientemente hasta el último momento”, reza la página. 

El artista no ha respondido a las peticiones de entrevista de este diario, aunque, según recuerda Guillermo de la Madrid, experto en arte urbano y fundador de ‘Madrid Street Art Project’, el muralista ha mostrado cierto desapego hacia sus propias creaciones en el pasado: “Hizo un mural muy grande en un solar. Pasado el tiempo, se construyó allí un edificio y el mural iba a quedar únicamente a la vista de los vecinos. Vio que el sentido del mural iba a cambiar y lo tapó de negro”, relata.

Blu es en realidad el pseudónimo que utiliza el artista para esconder su verdadera identidad. Comenzó pintando con aerosol en las paredes de Bolonia, a finales de los '90, y con el tiempo fue ganando reconocimiento internacional en el mundo del 'street art', aunque también en la escena cultural más mainstream: en 2008, el Tate de Londres le concedió un espacio para exhibir sus obras junto a otros artistas urbanos. El del edificio de Eugenio Caxes no era el primer mural del artista en Madrid, aunque los anteriores también habían desaparecido por distintos motivos.

La renovación de la fachada de El Económico, en Lavapiés

Pocos días después de que el mural de Blu se esfumara, los vecinos de Lavapiés descubrieron que los dragones devorando edificios que cubrían la fachada del bar El Económico habían sido tapados por una pintura azul intenso. En las redes comenzó a circular la noticia. El dibujo original era obra del historietista Mauro Entrialgo, que admite en conversación con este diario que los artistas cuentan con que sus obras en el exterior tienen fecha de caducidad. “Cualquier artista que se dedica al arte urbano sabe que la caducidad del mural es la base de su obra. De hecho, que un mural como este haya durado más de tres años es algo raro”, dice. 

El artista pintó la fachada de El Económico en 2017, como parte del festival C.A.L.L.E., organizado por la Asociación de Comerciantes de Lavapiés y Madrid Street Art Project. La idea de esta iniciativa, que se celebra anualmente, es conectar locales del barrio de Lavapiés con diferentes creadores. Las obras suelen durar un año en las fachadas de los comercios, hasta la siguiente edición del festival, aunque, en este caso, el bar no había vuelto a participar y la pintura había quedado. 

“La historia es muy simple: la pared se caía y hemos tenido que arreglarla”, dice Esther, una de las socias del bar, unos días después de que comenzara la remodelación de la fachada. A las afueras del local, un pintor ha coloreado de azul toda la cara lateral y, de blanco, la pared que da a la calle Argumosa. 

“Nosotros no teníamos ningún problema con esta obra. Se había quedado varios años porque no habíamos vuelto a participar en el festival, pero tampoco teníamos ningún problema con la obra, no sé por qué se ha generado tanto revuelo”, dice mientras muestra en su teléfono móvil una imagen de hace unas semanas donde se aprecian los desperfectos de la pared donde estaba el mural. 

Una señora se asoma a la barra y pide dos cafés. “Tiene toda la razón, es que los vecinos se quejaban, porque la verdad es que la pared estaba fatal. Yo tengo la tienda ahí al lado y lo veía”, comenta al escuchar la conversación. Esther añade que ahora están pintando otro mural. “No había ninguna motivación política y, de hecho, ahora estamos haciendo otro, porque sabemos en qué barrio estamos. No estamos en la Castellana. Estamos en Lavapiés y desde el principio entendimos que el espíritu del barrio es este”, afirma. 

Un arte con poca esperanza de vida

En el documental ‘Exit Through the Gift Shop’, estrenado en 2010, Banksy reconocía que las obras de arte urbano tienen “poca esperanza de vida”. El artista británico ha visto en sucesivas ocasiones cómo sus obras provocadoras eran borradas a los pocos días, o incluso horas, de su instalación, como pasó con su mural crítico con el Brexit, en Dover. También han sufrido este tipo de censura los artistas que han osado parodiar al papa en los alrededores del Vaticano, como el español TvBoy. 

De la Madrid entiende que, aunque al principio del movimiento 'street art' quizá no se pensaba tanto en la trascendencia de la obra, hoy en día, muchos murales ya se realizan “con la intención de que se queden ahí”. “Otra cosa es que sepa que mi mural va a ir evolucionando, deteriorándose, y parte de la vida de esa obra es el deterioro”, precisa, aunque añade que muchos artistas empiezan a usar, cada vez más, materiales de mayor resistencia y a pensar mejor su ejecución y localización para alargar la vida de los murales. Así lo hizo Jack Babiloni en 2008, cuando decoró la fachada del palacete ubicado en el número 8 de la calle Orellana, cerca de Alonso Martínez, con el mural 'Todo es felicidá': concibió su obra para que durase medio siglo, aunque el Consistorio la borró en 2016. 

Entrialgo sostiene que, si la obra consigue permanecer algunos años, se empieza a quedar en el imaginario que tienen las personas del lugar en cuestión. “El otro día me contaban unos padres que cada vez que su hija pasaba por el local [El Económico] se quedaba un rato jugando con los dragones”, recuerda, al tiempo que comprende que es complicado pensar en una política institucional para proteger este tipo de obras: “Es difícil porque siempre sucede en todas las ciudades que hay un curso entre la idea estética que tienen las autoridades con la que tiene la gente”. Aún así, expresa que la pérdida del mural de Blu le parece “una barbaridad”.

“Las instituciones han entrado un poco más a promover y se han visto más interesadas en esto. Me parece que el arte urbano es parte del patrimonio cultural de la ciudad. Siempre y cuando los artistas estén de acuerdo, se podrían plantear restauraciones o mantenimiento de murales”, opina De la Madrid. “Aunque cada vez está más instaurado, es verdad que hay gente que aún no lo considera patrimonio cultural de la ciudad y le parece algo más anecdótico”, cierra. 

Antes de despedirse, el vecino de Eugenio Caxes lanza un deseo al aire: “Si el italiano quiere volver a pintar, no hay problema. Ahora, que haga algo más bonito, porque esos cuatro calvos ahí… ¿qué quieres que te diga?”. 

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