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La Cañada Real marcha por la luz y contra el “desalojo a cámara lenta”

Marcha de La Cañada Real contra los cortes de energía en Madrid, el 24 de abril de 2022.

Víctor Honorato

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El altavoz de la minifurgoneta es insistente: “Por favor, que salga todo el mundo, es una marcha importante para la Cañada”, repite la grabación, primero en castellano, después en árabe. Al volante, Omar Lamrani, vecino del sector 5 de la Cañada Real sube y baja por la ruta de la antigua vía pecuaria, organizando a rezagados, animando a participar. No es la primera vez que se manifiestan, pero los residentes de la Cañada ven como el suministro eléctrico sigue sin restablecerse en el sector 6 –el sector 5 funciona un sistema de turnos– y los contratos para regularizar la situación de los que sí tienen acceso a la luz no se acaban de materializar. Esta mañana han desfilado en dos marchas, desde el norte y sur de la vía, de Coslada casi hasta Getafe, para confluir en el sector 5 y reclamar soluciones bajo el eslogan “luz, contrato y mesa de seguimiento”.

Manifestarse por la Cañada Real da muestra de las diversas realidades del sector. El trecho más largo y en peores condiciones, el 6, congregó a apenas un par de decenas de vecinos que emprendieron la marcha por su complicado recorrido, que tuvo que sortear el nudo de la carretera de Valencia. Al otro lado, como en una meta volante, esperaban los del sector 5. Entre ellos, un gran número de niños, precisamente los más afectados en los inviernos de frío inclemente como el de 2020: de 4.000 personas con problemas de suministro, casi la mitad son menores. 

Pero no todos. Jorge, de 81 años, se jacta durante el paseo, entre el ruido de silbatos, de ser el vecino más veterano. Camionero de profesión, levantó una casa a finales de los 70 para ir los fines de semana desde Vallecas. Desde mediados de los 90, vive aquí con carácter permanente. “Aquí hemos pasado de todo”, cuenta, recordando las primeras construcciones, los que llegaron y ya no están, las parcelas divididas: “Ahí vive un arquitecto, ahí un bombero”, dice, señalando sucesivas casas. Él se arregla con las placas solares que tiene instaladas en casa, pero es solidario con la situación del resto. 

Si en el sector 6 la infravivienda es habitual, lo es menos en el 5, donde hay incluso chalés y una malla casi urbana, sobre todo a medida que la vía se acerca a las viviendas ordenadas de Rivas-Vaciamadrid. Ángel García, presidente de la asociación de vecinos del sector 5, es muy beligerante con las últimas propuestas del Gobierno local, el autónomo y el estatal, que abogan por un progresivo derribo y realojos y augura una batalla larga en los juzgados.

“La Cañada unida jamás será vencida”, corean niños y vecinos, también bastantes madrileños capitalinos que han venido a apoyar la protesta. Las voces son menores dentro del apreciable grupo de mujeres veladas, que sin embargo aporrean cacerolas rítmicamente. El helicóptero de la policía sobrevuela la zona una y otra vez, lo que parece innecesario; la marcha avanza con ambiente tranquilo, casi festivo.

“Que venga Ayuso a ver la energía de la Cañada Real”, juega con las palabras al término del recorrido, en Rivas, Houda Akrikrez, presidenta de la asociación Tabadol de mujeres de la Cañada Real, en una tarima instalada al efecto, cuando los niños dejan de gritar. “Estamos aquí demostrando que somos gente honrada y trabajadora”, añade después. Interviene Javier Rubio, abogado del Centro de Asesoría y Estudios Sociales, que apoya jurídicamente a los vecinos. Dice que las señaladas plantaciones de marihuana, cuyo consumo excesivo provoca los cortes, según la distribuidora Naturgy, “son una cortina de humo” que se usa para presionar a los residentes a que abandonen y se marchen.

El Pacto por la Cañada Real, según el cual el acceso a la electricidad tiene que estar garantizado en tanto se resuelve el destino de los afectados, es una “mentira”, denuncia Ángel García. Mientras tanto, las movilizaciones pasan factura. Por un reciente acto de protesta ante la sede de Naturgy se recibieron dos multas de 200 y 150 euros, respectivamente, comunica a los presentes Cristina Pozas, de la Asociación Vecinal Al-Shorok. Una hucha circula para donativos; se llena en seguida. Omar Lamrani, que aparcó el coche, sube también a la tarima, se emociona cuando reclama dignidad para los marroquíes de La Cañada. Todos queremos que nuestros hijos progresen“.

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