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La carrera espacial de los alumnos de un instituto de Móstoles

Alumnos del IES Europa en la primera fase del concurso en Valdelaguna.

Miriam Frígols

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Los alumnos del instituto IES Europa de Móstoles lanzaron el pasado jueves su satélite espacial en el marco de un concurso europeo organizado por la Agencia Espacial Europea (ESA) llamado CanSat, que se celebró en el municipio de Valdelaguna. Estudiantes de segundo y tercero de la ESO y los de primero de Bachillerato han participado en el concurso con dos proyectos diferentes, compitiendo con otros 38 centros educativos de todo el país. Después de esta fase regional, solo 20 pasarán a la final, que se celebrará en Granada.

La iniciativa, que tiene como objetivo construir y lanzar un mini satélite del tamaño de una lata de refresco, desafía a los estudiantes a trabajar en equipo y a poner en órbita su propio satélite. “Hemos aprendido programación, matemáticas, electrónica, diseño de paracaídas, a distribuir y organizar el trabajo, saber presentarlo y darle una utilidad”, dicen los alumnos del instituto.

En esta primera fase del concurso, los participantes tenían dos misiones. La primera, medir con un sensor la presión, la altitud y la temperatura a la que se somete ese satélite para sacar los valores obtenidos y realizar las conclusiones. La segunda misión ya dependía de cada instituto.

En el caso del IES Europa de Móstoles, los alumnos de primero de Bachillerato estudiaron la potabilidad del agua cuando se somete a rayos ultravioleta a una determinada altura. Es decir, la idea principal era introducir agua no potable en el satélite, lanzar el cohete y ver si los valores del agua cambiaban por el efecto de esos rayos.

“Hay una teoría que dice que hay un tipo de rayos ultravioleta, que son los que menos llegan aquí, matan las bacterias y dejan el agua potable”, explica Antonio Inarejos, uno de los profesores encargados del proyecto.

En cambio, la misión secundaria de los alumnos de la ESO se basaba en investigar mejoras para los sistemas de aterrizaje de los aviones. En su caso, diseñaron un emisor que lanzaba ultrasonidos hacia el suelo para hacer que las ondas rebotaran en el suelo y volvieran a su satélite. Todo ello para medir la altura y poder crear un hipotético sistema de aterrizaje automatizado.

Además, ambos proyectos tuvieron que contar con un sistema de paracaídas para lograr un aterrizaje seguro, para que luego fuese posible enviar los datos recogidos a una estación terrestre. Fue un momento de máxima tensión para los estudiantes y profesores que acabó bien.

“Puede haber fallos, pero es un germen para los del año que viene”, apunta el profesor. De hecho, el año pasado ya presentaron un proyecto, pero no pasó a la fase final. No obstante, este año se han apuntado muchos más alumnos y el centro no descarta volver a intentarlo el año que viene, ya que los estudiantes cada vez ponen más empeño. Incluso se han creado sus propias redes sociales para mostrar sus progresos y todo el proceso de creación. “Sobre todo, esperemos que se presenten más mujeres”, señala Mercedes Bergel, otra de las profesoras encargadas del proyecto.

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