José Luis Martínez-Almeida, un desconocido hace apenas un año y medio, es la cara amable que reclamaban los barones del PP para esta nueva etapa del partido, después de acumular cinco derrotas electorales consecutivas en el mandato de Pablo Casado. Su nombramiento como portavoz nacional del PP –un puesto de nueva creación– llega después de que Casado haya apartado a Cayetana Álvarez de Toledo de la Portavocía del Congreso, que siempre desplegó un discurso propio, considerado como el ala más dura del partido. Dentro del PP se vende la maniobra como un giro de timón del presidente popular hacia posiciones más moderadas, las mismas que ha encarnado el alcalde de Madrid durante la gestión de la pandemia. El ascenso de Almeida premia una actitud conciliadora y llega en un momento crítico para la otra cara visible del PP en Madrid, la presidenta de la Comunidad, Isabel Díaz Ayuso, la regidora que más ha confrontado con el Gobierno de Pedro Sánchez, con todos los partidos de la oposición e incluso con sus propios socios de Ciudadanos, con quienes mantiene unas difíciles relaciones.
El movimiento deja en tierra de nadie a Díaz Ayuso, fiel seguidora de la estrategia de confrontación que ha mantenido Pablo Casado durante sus primeros dos años al frente del PP y justo cuando la presidenta debe enfrentar la gestión de una segunda ola de contagios en Madrid, donde ya se concentran uno de cada tres nuevos casos. Madrid sufre una situación epidemiológica descontrolada y la falta de reacción de la Comunidad ha desencadenado en la convocatoria de una huelga del profesorado los primeros días de la vuelta a las aulas. Las movilizaciones coincidirán con la crisis de Gobierno que Ayuso prepara para el nuevo curso en un gobierno partido en dos, mientras la oposición amaga desde hace semanas con plantear una moción de censura en la Asamblea de Madrid, aunque para ello necesitaría el respaldo de Ciudadanos.
Este ascenso inesperado del alcalde de Madrid ha dejado muchas lecturas dentro de la formación. Y a varios plazos. En el corto, Ayuso tiene frente a sí una nueva emergencia sanitaria cuyos límites aún se desconocen después de su controvertida gestión de la oleada de primavera, mientras Martínez-Almeida mantiene competencias limitadas en la gestión de la pandemia, lo que, en opinión de los más críticos, ha empujado su nueva popularidad y le permite más margen para ocuparse de asuntos de partido. “Si no tienes competencias es difícil equivocarte. Es todo más doméstico”, defiende una voz autorizada del PP de Madrid.
En el medio-largo plazo, el nombramiento de Martínez-Almeida como portavoz nacional del partido –el ascenso que comunicará Casado este jueves a la Junta Directiva Nacional– ha levantado suspicacias en la organización regional donde ya hay debate sobre si el movimiento implica que Ayuso contaría con un nuevo rival para presidir el PP de Madrid o incluso la candidatura a la Comunidad, en una organización donde ha sido habitual el cambio de cromos entre el Ayuntamiento el Gobierno regional. El partido sigue descabezado desde la salida de Cristina Cifuentes en 2018 y todo este tiempo ha funcionado con una gestora liderada por Pío García-Escudero y Ana Camíns, como secretaria general. Los planes para convocar primarias siguen retrasándose y el Congreso no se celebrará previsiblemente hasta 2021.
En el PP se multiplican las interpretaciones. “Esto no deja fuera a Ayuso. Una presidenta autonómica no está para ser portavoz. De hecho, despeja su camino, porque tres cargos…”, apunta una fuente del PP de Madrid que conoce bien el partido a nivel regional y también nacional. Para otros, sin embargo, este reconocimiento al regidor de la capital lo coloca en una mejor posición en el partido de cara al futuro. Un futuro que parece inexorablemente ligado a Pablo Casado. Varios dirigentes del PP destacan la “disciplina” de Martínez-Almeida con el líder y asumen que hay poco riesgo de que se convierta en un verso suelto como lo era Álvarez de Toledo.
Pero el alcalde de Madrid ya llevaba años en el PP antes de que Pablo Casado ganara las primarias en el verano de 2018. Abogado de Estado de formación, fue director de Patrimonio Histórico en la Comunidad de Madrid con Esperanza Aguirre y también secretario del Consejo de Gobierno. Y también de su mano fue como llegó a la política municipal, en 2015 y tras la marcha de la lideresa se convirtió en portavoz del grupo municipal popular. En su partido ahora hablan de él como el “alcalde de España” y lo consideran una voz autorizada y moderada para hablar de temas nacionales tras experimentar una transformación radical en los últimos meses que se aleja de sus orígenes como aguirrista. El regidor ha abandonando parcialmente el tono más brusco de su campaña electoral y de sus primeros meses en el Palacio de Cibeles y ha mostrado su faceta más negociadora con un pacto con todos los grupos municipales del Ayuntamiento mientras Díaz Ayuso desechaba siquiera negociar con la oposición. En la oposición, sin embargo, temen que el Consistorio se convierta con este movimiento en “una arma arrojadiza” contra Sánchez, expresaba este martes la concejala del PSOE, Enma López. Precisamente, su mentora, Esperanza Aguirre se pronunció este martes sobre la maniobra de Casado y no precisamente para ensalzar su figura, sino la de Álvarez de Toledo de quien la ex presidenta autonómica dijo que había sido “la mejor portavoz parlamentaria” que ha tenido el partido.
Pero no solo ha sido esa templanza la que ha dado popularidad al regidor. Casado también lo ha promocionado con diferentes gestos hasta finalmente nombrarlo portavoz. El alcalde hizo campaña en Euskadi y acompañó al candidato del PP, Carlos Iturgaiz, a votar mientras la hasta ahora número uno del Congreso, Cayetana Álvarez de Toledo, no fue invitada a ningún acto. Tampoco Ayuso. Almeida también ha sido un rostro visible entre los alcaldes de España que pedían al Gobierno de Sánchez usar el superávit municipal. Una posición distinta a la que mantuvo cuando estaba en la oposición frente al choque entre el Ministerio de Hacienda, dirigido por Cristóbal Montoro (PP) en aquel momento, y el Consistorio de Manuela Carmena.
En el ámbito regional, el PP todavía debe decidir si apuesta por una bicefalia –un presidente alternativo a Ayuso– o concentra todo el poder en una única persona. ¿La Alcaldía, la Portavocía y la Presidencia del PP de Madrid son demasiados puestos para Almeida? Se preguntan muchos esta semana de cambios en pleno mes de agosto, conscientes del altísimo grado de poder que significa comandar el partido en la región.
Una vuelta al curso tensa para Ayuso
Algunos ven en el nombramiento de Almeida la posibilidad de que Ayuso se haga con la presidencia del PP madrileño. Pero la regidora, sin embargo, afronta una vuelta de las vacaciones complicada con el ascenso de los contagios en Madrid que ya preocupa a los profesionales sanitarios. Desde los hospitales madrileños comienzan a alarmarse ante las cifras registradas las últimas semanas. Los ingresos tampoco dejan de crecer y existe una dificultad manifiesta por parte del Gobierno regional para detectar asintomáticos por la falta de rastreadores.
De entrada, la vuelta al cole comenzará en Madrid con una huelga del profesorado, que ya ha anunciado movilizaciones para los primeros días del curso escolar ante lo que consideran la “inacción” de la Comunidad de Madrid y de la Consejería de Educación a tres semanas de la vuelta a las aulas y con un escenario epidémico preocupante. La propia presidenta madrileña admitía este miércoles que la situación es “difícil” y pedía “responsabilidad” al personal docente al que prometía dar a conocer su estrategia para el inicio del curso “próximamente”, pero sin concretar.
El aumento de casos en la Comunidad de Madrid, no exento de polémica ante la incapacidad del Gobierno regional de reclutar rastreadores, ha venido acompañado de la habitual opacidad durante toda la gestión de la pandemia por parte del Ejecutivo autonómico. Ni ruedas de prensa para explicar la evolución diaria del virus en la región ni tampoco comparecencias de los responsables públicos. La oposición solicitó el fin de semana las comparecencias de los consejeros de Sanidad, Enrique Ruiz Escudero, del de Políticas Sociales, Alberto Reyero, y del de Educación, Enrique Ossorio, pero fueron rechazadas por PP y Ciudadanos –los partidos que forman el Gobierno regional– que votaron en contra en la mesa de la Asamblea y vetaron las comparecencias con su mayoría.
La vuelta al curso se antoja complicada para la presidenta madrileña y no solo por las movilizaciones. La comisión de investigación por la gestión de las residencias arranca en septiembre. Para combatirla, Ayuso planea una crisis de Gobierno. Su idea pasa por cesar a los consejeros de Sanidad (PP) y Políticas Sociales (Ciudadanos), duramente enfrentados por esta cuestión hasta el punto de que el segundo calificó de “inmorales” y “posiblemente ilegales” las órdenes que restringieron la derivación de ancianos y dependientes a los hospitales de Madrid durante lo peor de la pandemia.
Además de estos dos ceses, la jefa del Ejecutivo madrileño también tiene pensado reducir las consejerías, que se incrementaron de nueve a trece con el acuerdo de coalición con Ciudadanos, para así asegurarse el apoyo de Vox a los presupuestos de 2021, después de haber descartado sacar adelante los de este año.
Sus planes, sin embargo, pueden verse trastocados por la evolución de la pandemia. Desde que asumiera todas las competencias tras la caída del estado de alarma, algo que la presidenta madrileña reclamó durante semanas al Gobierno central, su gestión se ha puesto en entredicho después de que los contagios no hayan dejado de multiplicarse las últimas semanas. La falta de personal de rastreo que la enfrentó al Ejecutivo de Sánchez la ha puesto de nuevo contra las cuerdas. Tras semanas de no contar con el personal suficiente, Ayuso decidió finalmente privatizar el servicio adjudicando un contrato a dedo por caso 200.000 euros a la empresa Quirón. La medida no ha sido suficiente y este miércoles el Gobierno autonómico ha vuelto a solicitar voluntarios para esta labor al Ayuntamiento de Madrid.
La oposición ya plantea abiertamente una moción de censura contra la exregidora aunque para que prosperase sería necesario el apoyo de Ciudadanos. Falta por ver cuál es el perfil que adopta Ayuso a la vuelta del verano teniendo en cuenta el cambio de timón que planea Casado para el partido con José Luis Martínez-Almeida como cara visible. Hasta ahora, la presidenta madrileña ha optado por la máxima confrontación contra el Gobierno de Sánchez, la última responsabilizándole de los contagios poniendo el foco en Barajas, unos reproches que desmienten las cifras. La exigencia del Gobierno regional pasa ahora por demandar el mando único del Ejecutivo central –que rechazaba durante el estado de alarma–, ahora que la situación empieza a descontrolarse. Habrá que ver si es a cambio de más cooperación institucional. En todo caso, y tras este movimiento, Madrid se consagra, ahora por partida doble, como principal polo de oposición al Gobierno de Sánchez.