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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

El cierre de las despensas solidarias anticipa un nuevo repunte de la demanda de los Servicios Sociales de Madrid

El cierre de las despensas de alimentos que los vecinos crearon sobre la marcha para dar una solución de emergencia a las familias azotadas por la crisis amenaza con provocar una nueva avalancha de demanda en los Servicios Sociales del Ayuntamiento de Madrid. Con la llegada del verano y la reducción de las donaciones, muchos de estos recursos improvisados, parches de urgencia que han salvado a cientos de familias en la ciudad, bajan la persiana, y el Consistorio tendrá que asumir de golpe centenares de casos cuya necesidad apremiante habían amortiguado las redes de apoyo vecinales.

Al menos seis despensas han clausurado o están en vías de hacerlo este mes: Sol y Letras; Villaverde Bajo; La Elipa; Despensa EVA; La Cuba; y Lucero). Y los vecinos que han sostenido los recursos se enfrentan estos días a una situación éticamente compleja: temen que el cierre arroje al vacío a muchas personas y tratan de atar todos los cabos. El mecanismo propuesto por el Ayuntamiento de Madrid de transferir los datos de las redes a los Servicios Sociales no es el bálsamo de fierabrás, advierten las entidades: hay personas sistemáticamente fuera de las ayudas porque no están empadronadas y otras, con Renta de Inserción, tampoco pueden acceder por ser “incompatible”. Este jueves, las diferentes redes ciudadanas que han montado las despensas se manifiestan en el Palacio de Cibeles para exigir al Ayuntamiento de Madrid que se haga cargo de la emergencia social.

“No sé si son muy conscientes de lo que se les viene encima. Pero esto es lo que hay, centenares de personas van a terminar en los Servicios Sociales. Se podía haber hecho poco a poco y no de golpe, 200, 300, 400 familias de cada despensa... Muchas serán derivadas temporalmente a otros bancos de alimentos que sigan funcionando. Esperemos que muchas reciban ayuda institucional”, afirma Vicente Pérez Quintana, de la Federación Regional de Asociaciones Vecinales de Madrid (FRAVM), tras mantener una reunión este miércoles con el delegado de Familias, Igualdad y Bienestar Social, Pepe Aniorte. Fuentes de este área aseguran que las “solicitudes de ayuda” a través del 010 –teléfono general de atención ciudadana– “han bajado” y que las 260 nuevas incorporaciones en los Servicios Sociales –anunciadas hace unas semanas y que ahora se empiezan a hacer efectivas– “van a ayudar por si hubiera un repunte en verano”.

En las despensas no hacen la misma radiografía. Hay personas que siguen llamando para pedir ayuda mientras cargan sobre sus hombros la decisión de poner punto y final a unos recursos que todavía son la tabla de salvación para centenares de familias. Se convencen de que, en el fondo, no les corresponde. “Nuestros planteamientos iniciales se han visto truncados por la necesidad. Y priorizamos que la gente comiera a lo que pensábamos, que es que desde el principio el Ayuntamiento tenía que hacerse cargo”, relata Víctor Rey, de la asociación de vecinos de Sol y Letras, donde han iniciado una “desescalada” en la despensa. Actualmente atienden a 40 personas, “sobre todo familias monoparentales y numerosas, las que están peor”. Antes eran más de 100. Esta semana, los voluntarios harán una una ronda de llamadas para asegurarse de que el resto de familias ya están bajo el paraguas de los Servicios Sociales o temporalmente en otras redes. El plan es que la despensa deje de funcionar a finales de mes. “Decidimos que nuestra tarea de choque había cumplido su papel. No lo podemos sostener. Los Servicios Sociales deben hacerse cargo”, reclama Rey.

El relato que hacen cada una de las entidades vecinales se parece: muchas familias siguen fuera del radar del Ayuntamiento porque, o no han logrado contactar con las instituciones, o no pueden ser beneficiarias de ayudas por su situación. Para otras, los tiempos burocráticos no dan respuesta a su necesidad urgente de comer. El problema, coinciden las redes, es que el Consistorio solo ha habilitado un cauce para entrar por primera vez en Servicios Sociales, el teléfono de atención general 010. Este número es un cajón de sastre que tan pronto sirve para pedir que te recojan un mueble en la calle o una cita con una trabajadora social. Y suele comunicar. “Es el cauce porque este servicio te dice cuál es tu centro y te asigna las citas”, defienden fuentes del Área de Familias, Igualdad y Bienestar Social, que precisan que, en los casos en los que hay un expediente abierto, el contacto es directamente con la trabajadora social de referencia.

Pero esta crisis ha dejado en la estacada a muchas familias con perfiles muy diversos. “Las situaciones son muy complejas y no se pueden meter en cuadrantes estrictos. Hace unas semanas recibimos una llamada de una mujer muy mayor con una pensión de 650 euros. 500 los destinaba a pagar el alquiler y su hijo le pasaba mensualmente 200. Con la crisis, el colchón de su hijo ha desaparecido. La llamada fue de socorro absoluto. Ella, como muchos otros, no está recibiendo ayuda social porque tiene una pensión”, ejemplifica Rey. Las personas sin empadronar están en otro agujero negro. En la reunión con la FRAVM, Aniorte se ha comprometido a agilizar los padrones desde las Juntas de Distrito e informar adecuadamente a las personas sin residencia legal de que empadronarse es la vía para poder recibir ayudas. “Les hemos planteado sin medias tintas que tienen que absorber toda esta demanda. Los servicios sociales consideramos que no han cumplido lo suficiente, se han desbordado y han respondido las redes. Pero esto no puede ser de por vida”, asegura Pérez Quintana.

El Ayuntamiento derivaba casos a redes solidarias que ahora cierran

En La Elipa, el último reparto de cestas fue el día 4 de julio. En las semanas previas, la asociación envió el número de teléfono y el nombre de las familias que estaban siendo atendidas a la Junta de Distrito. Es la solución que planteaban el alcalde, José Luis Martínez-Almeida y la vicealcaldesa, Begoña Villacís, que han negado durante la crisis el colapso de los Servicios Sociales mientras, en el día a día, las trabajadoras derivaban casos a las redes solidarias. Sin embargo, con traspasar los datos no vale para garantizar la atención. “Nos han respondido con dos listas: una de las personas que no están empadronadas en el distrito, a las que aseguran que no pueden dar ayuda por este motivo, y otra con las familias que no tienen expediente abierto”, cuenta Ricardo Garrido, de la asociación de vecinos La Elipa, que ha repartido alimentos a unas 400 familias desde el inicio de la crisis. “Ahora estamos haciendo un servicio de asesoramiento para el Ingreso Mínimo Vital y seguimos trabajando con otros bancos de alimentos y ONG en los casos más extremos”, explica Garrido.

Las redes vecinales han repartido alimentos, pero también han reciclado ropa para las familias con niños y hasta han comprado billetes para las personas que se mudaban al campo como temporeras. “Nos distribuimos en dos locales, uno como ropero y otro para la comida. Las cestas eran descomunales. Yo que sé, hemos hecho de todo”, resume Silvia González, de la Red Vecinal de Cuidados Villaverde Bajo. La entidad envió hace unos días un mensaje a toda la red de familias y vecinos: “Iniciamos la desescalada de la ayuda prestada a 200 familias, que serán derivadas a los servicios sociales y seguiremos muy encima para que ninguna se quede en la estacada. Mil millones de gracias por todo”. El pasado 2 de julio se clausuró la despensa hasta septiembre. El proceso es algo más complejo que echar el cierre de un día para otro. “Aquí hemos tratado de atender a las personas mientras recibían la respuesta institucional. La cuestión es que en la última semana todavía había gente que no sabíamos si habían tenido algún tipo de atención”, explica González. En este caso, la Junta de Distrito ha proporcionado a la red de cuidados un teléfono distinto a 010 –el general de atención ciudadana– para canalizar las demandas de ayudas sociales y se ha ido atendiendo a las personas de manera más escalonada. Otras agrupaciones tratan de superar el asistencialismo y que las familias que reciben ayuda también colaboren en los repartos y participen en las decisiones.

45.500 personas han solicitado cestas de alimentos a las despensas autogestionadas de marzo a mayo, según los datos recabados por la FRAVM y correspondientes a 62 redes. Otras 88.293, aparte, tienen abierto un expediente en Servicios Sociales. Ninguna de las cifras están actualizadas al mes de julio.La temporada estival, la vuelta de muchas personas afectadas por ERTE al trabajo y el descenso de las donaciones, tanto económicas como en especie, dan un nuevo vuelco a la fotografía de la pobreza en la ciudad de Madrid. La desescalada también ha llegado a las despensas. La necesidad y el hambre permanecen.