A los dos días de recibir el regalo, Isabel Díaz Ayuso mandó retirar la escultura del patio principal de la Real Casa de Correos, sede de la Comunidad de Madrid, en la Puerta del Sol. La presidenta madrileña presentó a finales de mayo de 2020, en plena pandemia, el regalo que el escultor Víctor Ochoa (Madrid, 1954) había hecho a la región para recordar la crisis sanitaria de la COVID-19. La dirigente lo aceptó y el Ejecutivo tituló la pieza: A las víctimas, héroes y heroínas del Covid. Unos días después apareció cubierta por mantas y arrumbada en una esquina del epicentro de la política madrileña. Un año y unas elecciones autonómicas después, el monumento de la polémica tiene nuevo destino: el Hospital de Emergencias Enfermera Isabel Zendal, baluarte de la política contrapandémica de Ayuso y motivo de escándalo entre la oposición por los medios con los que fue dotado el centro de urgencia que costó más del doble del presupuesto inicial (50 millones de euros), y en el que los pacientes ingresados lamentaban condiciones indignas y al que el personal sanitario no quería ser trasladado por las carencias de recursos. “Me dijeron que lo trasladarían al Zendal, pero luego llegaron las elecciones y retrasó el desplazamiento”, cuenta ahora el autor a elDiario.es. Desde Presidencia confirman la mudanza, todavía sin calendario.
Entonces no se dio ninguna explicación sobre la repentina retirada del espacio para el que había sido donada y que figuraba en el contrato de la donación. Era la condición que había puesto Ochoa para el regalo, y que la Comunidad incumplió a las pocas horas. “Cuando la quitaron me dijeron que ese espacio era un lugar en el que hay mucho movimiento y no puede haber nada fijo”, explica el artista. Ahora en el patio han ubicado dos cabezas gigantes de niño realizadas por el pintor Antonio López, hasta finales de junio. La retirada se produjo al saber que la escultura donada, en realidad, había sido reciclada por el artista tres décadas después de haberla ideado.
Ese ser parecido a un fauno que se sostiene sobre una puerta de distinto color al blanco del resto de su cuerpo era otra cosa hasta la pandemia del COVID-19. Descansaba en el taller del autor, pero la crisis sanitaria le dio una nueva oportunidad a la escultura gracias a un detalle en el rostro de la figura fantástica: la máscara que cubre la boca del personaje, símbolo de la vida en tiempos de virus. El propio Ochoa reconoció que el elemento determinó su resignificación repentina. De repente, la pieza podía ser la representación de la población mundial. Y así lo decidió Ochoa para ofrecérsela a Díaz Ayuso. Alteró el significado de su obra para proponer uno nuevo, más acorde a los tiempos. En la presentación, con la presidenta allí, el escultor explicó que era un “homenaje a tantas personas que se han convertido en la tripulación de nuestro barco durante este difícil y terrible naufragio, y que han arriesgado su vida para protegernos sin abandonarlo”. Ese era el nuevo relato que emergía de la pieza de treinta años de antigüedad.
Una “revelación espontánea”
A Víctor Ochoa ahora le parece bien el nuevo destino que tiene la Comunidad de Madrid reservado para su regalo, porque “el monumento que permanece en almacenes es como si no existiera”. Se reconoce cansado de los tiempos políticos, los retrasos, las sorpresas y las guerras entre partidos. Reduce la polémica de hace un año a eso, a una batalla política cuya víctima fue su escultura. Nunca se cuestionó Ochoa la alteración del símbolo y rechazó ser un oportunista que aprovechó la dramática situación para tener relevancia en un espacio relevante. Siempre calificó su movimiento como “una revelación espontánea”. Aclaró entonces también que la gente no entiende que una obra “no tiene un camino único”. De hecho, una obra puede trazar tantos como la honestidad del creador se lo permita. Ochoa defendió la idea de que no hay regla que regule las cuestiones artísticas, porque es derecho del artista “crear al margen de la sociedad y la política”. Una declaración que se sostenía con dificultad después de que el propio gobierno de la Comunidad de Madrid pusiera un título a su creación.
No fueron días fáciles para Marta Rivera de la Cruz, consejera de Cultura y Turismo en aquel momento y aspirante a repetir ahora ya sin la militancia de Ciudadanos, porque la comunidad artística le pidió explicaciones. Sin embargo, el escultor, con muy buenos contactos en el PP, había entregado la pieza a Presidencia, y el máximo organismo carece de control en la aceptación de donaciones de este tipo. En la única reunión que la consejera tuvo aquellos días con la mesa sectorial del arte, tal y como informan los integrantes de la misma, hubo dos personas que preguntaron a Rivera de la Cruz. “Queríamos saber cómo había llegado la escultura allí y cómo había pasado el filtro de Cultura. Nos dijeron que era una cosa de Presidencia y que a ella no le habían consultado nada. Simplemente, la presidenta aceptó el regalo sin consultarlo con su consejera de Cultura y creo que cualquier obra de arte con una repercusión pública como ésta debería haber pasado por el filtro de Cultura”, cuenta Lucía Mendoza, vicepresidenta del Instituto de Arte Contemporáneo (IAC).
La otra persona que componía la mesa sectorial que planteó sus dudas acerca de la escultura fue Rocío Asensi, entonces vicepresidenta de Artistas Visuales Asociados de Madrid (AVAM). También se sorprende de que Díaz Ayuso no preguntara a sus especialistas y que siga sin hacerlo hoy. La escultura no ha sido devuelta a su autor y va a tener una nueva vida pública, sin haber consultado a Cultura. “La comunidad artística se escandalizó con este asunto, porque se vio la intención del artista y el aprovechamiento del momento para colocarla. En un asunto tan delicado no se puede operar sin convocar un concurso público para crear algo propio para el espacio en el que irá colocado el homenaje. El criterio profesional y artístico debería prevalecer al criterio político”, indica Asensi.
Técnicos de la propia consejería de Cultura aseguran a este periódico que si esa pieza hubiera pasado por el filtro de su consejería, se habría paralizado, porque al investigar la procedencia y el contexto, habrían descubierto que Ochoa, que ha fundamentado su carrera en los encargos públicos, estaba ejecutando un rescate de su fondo de armario. El artista reconoció las dificultades de trabajar con las administraciones para culminar un trabajo, porque quien encarga tiene la fea costumbre de forzar la creatividad por otros caminos a los imaginados por el creador. Sin embargo, este caso fue extraordinario porque fue el escultor quien retorció el significado original de su creación para acoplarlo a la actualidad sanitaria y política. Y dijo entonces una frase determinante en la creación de los monumentos públicos: el pintor, pinta; y el escultor, mendiga.