Cuando el distrito más pobre de Madrid era un próspero polo industrial: yeso, tejas y ladrillos vallecanos para la ciudad
Pocos pueblos madrileños podían presumir hace cien años de tener una industria adelantada. Lo hacía San Martín de Valdeiglesias — “uno de los pueblos más fabriles de la provincia”—, Mejorada del Campo —exportadora de harinas, ladrillos, baldosines y tejas— y Vallecas, según lo recogido por el catedrático Juan Ortega Rubio en su libro Historia de Madrid y de los pueblos de su provincia, editado en 1921.
Entonces, la que hoy es una de las zonas más humildes de Madrid, era aún independiente: estaba la Villa, el núcleo original, y el Puente, más cercano a la ciudad, que crecía en importancia económica. En 1950 Madrid se los comió: Vallecas fue, junto a los Carabancheles, Hortaleza, Vicálvaro o Chamartín de la Rosa, uno de los trece municipios que pasaron a formar parte de la ciudad. Era el más poblado de todos, con 86.000 personas. Estas anexiones supusieron a la capital un aumento de un millón y medio de habitantes. Villa y Puente son ahora dos distritos distintos: juntos, suman más de 330.000 habitantes.
“El terreno es bueno para hortalizas, cereales, olivar y viñedo, criándose algún ganado y alguna caza. En sus ríos hay pesca”, escribió Ortega. “La industria no deja de estar adelantada, como lo prueba una fábrica de curtidos, otra de tejidos, varias de cerámica y de yeso, una de briqueta, otra de ácidos, una imprenta...”.
“En los siglos XIX y XX, la cercanía de la capital proporcionó a Vallecas gran parte de su prosperidad”, explica la investigadora Matilde Fernández, editora y directora de Vallecas: historia de un lugar de Madrid. “Los madrileños compraron sus productos: primero para el consumo, tales como la paja o el pan, y luego para la construcción de la ciudad, utilizando el yeso, el pedernal y el ladrillo que allí se producían”.
El trabajo de Fernández, elaborado por varios investigadores del CSIC en 2001 —cuando Ángel Garrido, vallecano y actual consejero de Transportes, presidía la Junta de Vallecas— quiso poner fin a un agravio histórico. Como Vallecas no era parte de Madrid, no había mucha documentación sobre ella. Y como lo fue a partir de 1950, quedó excluida de trabajos posteriores sobre los pueblos de la Comunidad.
El libro, agotado pero disponible en bibliotecas, recopila entre otras cosas información sobre el pasado industrial de Vallecas. Que no es poco. La Memoria del estado de la industria en Madrid de 1905 enumeraba más de 70 instalaciones en la Villa y el Puente: entre otras, doce tahonas, siete tejares, industrias para la construcción y reparación del transporte, tres hornos de yeso, dos fábricas de cemento y dos más de productos químicos. En los años anteriores, a finales del siglo XIX, la mayoría de las fábricas se situaban alrededor de la estación de ferrocarril de Vallecas, la primera parada de la línea Madrid-Zaragoza. Fernández lista la Sociedad La Unión (fábrica de briquetas), la Compañía Anónima de Productos Químicos de Barcelona y la Sociedad Anónima La Garantía Agrícola e Industrial, que producía electricidad.
¿Dónde estaban las fábricas?
En la calle Antonio Folgueras hay un instituto y varios grandes bloques de viviendas construidos a finales de los 70. La familia Folgueras se dedicó a la industria ladrillera en Vallecas. El padre, Enrique, tuvo un tejar (el Tejar de Folgueras) y llegó a ser alcalde del pueblo. El solar, cercano al estadio del Rayo, fue una fábrica de ladrillo hasta pasados los 60. Aparece en el mapa del Ayuntamiento de 1929 y en las fotografías aéreas de 1961, aunque hoy no queda ni rastro. Cuenta Fernández que descartó un capítulo sobre arqueología industrial para su libro por falta de calidad, de forma que el rastreo de fábricas desaparecidas hay que hacerlo a base de mapas y viejas fotografías.
La historia es similar a la de fábrica de ladrillos de Valderribas. Ocupaba un enorme solar en la calle Camino de Valderribas, en el que hoy hay varias manzanas de edificios de finales de los 80 y hasta un parque en otra de ellas. De la fábrica de Valderribas hay algo más de documentación. La Revista Quincenal Ilustrada dedicó en 1907 un reportaje a la construcción moderna en el que describió sus bondades. Era “una fábrica de ladrillos a la moderna” y “un modelo de establecimientos de esta clase”, con una instalación de hornos que “es una maravilla”, capaz de producir 35.000 piezas diarias de las que “llama la atención” su forma regular y uniforme.
La revista terminaba felicitando al fundador, Federico Ynzenga, porque la instalación constituía un “verdadero progreso”. Años después, la misma empresa abriría la fábrica de cementos Valderribas en Vicálvaro, un pueblo colindante (actual distrito de Madrid). El grupo Cementos Portland-Valderrivas está hoy controlado por la constructora FCC y es uno de los principales fabricantes del mercado español.
“Los materiales de construcción fueron, sin duda, el principal objeto de la industria en Vallecas”, señala Fernández en su estudio. “No existe ninguna crónica, descripción, censo o estudio de la zona que no haga referencia a ellos. Destaca el yeso, ya sea hablando de las canteras, de la fabricación en los hornos o de su transporte. De todos, el primero que se extrajo fue el pedernal, utilizado para pavimentar las calles de Madrid [entre 1915 y 1945]”.
Antes del pedernal, el yeso y los ladrillos, el motor económico de la zona había sido el pan, que Vallecas vendía a la Corte y la Villa de Madrid. Este capítulo —que da para otro artículo— empieza a decaer a finales del siglo XVIII; entre otras cosas, porque los gremios de la capital cierran sus puertas a los vallecanos para no competir. El suelo agrícola ya no era tan rentable y la estructura de la propiedad cambia tras la desamortización. A comienzos del siglo XX, los dueños de la tierra son unos pocos grandes propietarios (rurales, industriales y comerciantes) que han podido comprarla en las subastas. Dejarán de cultivarla para explotar las canteras o especular, puesto que había mucha demanda de suelo edificable. Los tahoneros pasan a trabajar a la cantera, el horno o el tejar.
Además del ferrocarril de la línea Madrid-Zaragoza y la industria que floreció a su alrededor, tuvo gran importancia La Maquinilla o el 'tranvía yesero'. Este era un tranvía a vapor que creció con varios ramales y conectaba el barrio de Pacífico (cerca de Atocha) con las canteras vallecanas: las de las fábricas de yeso La Invencible, La Catalina o La Vascongada S.A.
Su trazado son hoy dos calle: Monte Igueldo y Martínez de la Riva. Tampoco queda resto alguno. Dejó de prestar servicio en 1931, cuando los vecinos, hartos de él (el servicio era malo, entorpecía la circulación y descarrilaba a menudo) se armaron de picos y palas y levantaron las vías.
El blog Puente de Vallecas tiene recopilados enlaces y fotografías (algunas de las cuales usamos en este artículo) que dan cuenta de la industria vallecana de la época, un trabajo que, según su autor, está pensado para convertirse en libro algún día. Muchas de las noticias de hemeroteca que hay de estas fábricas son de accidentes laborales. Por ejemplo: el 7 de septiembre de 1917 murió un obrero sepultado en el tejar de Folgueras. Tenía 57 años. “Sus compañeros trabajaron con ahínco para extraerlo, lográndolo rápidamente, pero aunque el desgraciado obrero vivía todavía, dejó de existir a los pocos instantes”, narra la noticia de ABC.
“En las últimas décadas del siglo XIX va incrementándose el número de trabajadores asalariados en las fábricas y pequeñas empresas, que constituyeron el nacimiento del proletariado en la zona”, describe Fernández. Aunque se sabe que acudían a Vallecas obreros de otras partes de España, como Valencia y Alicante, hay que tener en cuenta que aún no se había producido la llegada masiva de inmigrantes al sur de Madrid, posterior a la Guerra. Las condiciones de trabajo en las canteras, los tejares y la construcción de Madrid eran muy duras, pero según consta en el trabajo de la investigadora, al estar los obreros asociados en organizaciones sindicales, con especial implantación de la UGT, “trabajaban con mejores condiciones salariales que en otros pueblos”.
Un texto del periódico La Edificación de 1931 describe “el problema del yeso” y los bajos salarios en varios pueblos de Madrid, apuntando que “nuestra federación está actuando con toda energía para conseguir que en esas fábricas se pague el jornal estipulado, como se hace en Vallecas”.
“Hemos de suponer que en otros sectores industriales de Vallecas con menos fuerza asociativa, las circunstancias laborales serían más difíciles”, concluye Fernández.
La guerra y el fin
El desarrollo de la industria en Vallecas dio lugar al crecimiento del Puente en detrimento de la Villa. El Puente —separado de Madrid por el arroyo de Abroñigal, por donde hoy pasa la M-30— se convirtió en otro arrabal a las afueras de la ciudad. En los años años 30 había en la zona hasta cincuenta fábricas de ladrillos y baldosas. El desarrollo industrial se vio interrumpido durante la Guerra Civil, así como el asociacionismo político y sindical, que quedó enterrado con la dictadura.
“Los siguientes años de posguerra fueron de una dificultad extrema para los trabajadores del municipio”, continúa Fernández. “Un buen número de empresas habían desaparecido por múltiples motivos: bien por la destrucción de edificios debido a los bombardeos; bien por el abandono de sus dueños y los saqueos de utillaje y maquinaria”. A partir de 1949, poco antes de la anexión, Vallecas empieza a recuperarse con fábricas de cerámica y otras relacionadas con la alimentación, “aunque la mayoría eran pequeñas y ocupaban escasa mano de obra”.
“El panorama de la industria en Vallecas en la segunda mitad del siglo XX cambia absolutamente, empezando porque la industria yesera se fue retirando hasta desaparecer”, concluye Fernández. La herencia más visible de este pasado industrial es el actual polígono de Villa de Vallecas, alrededor del Camino de las Hormigueras. Pero el municipio —ahora distritos— en su conjunto “ya no se desarrollará como zona industrial o fabril, sino que adquirirá de forma progresiva fisonomía de barrio de residencia y una economía basada en el sector terciario”.
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