“Muchos madrileños descubrieron el río de la ciudad cuando se terminó Madrid Río pero les queda por descubrir una riqueza aún más grande aquí”. Víctor Renes, presidente de la Asociación de Vecinos Barriada de San Fermín, en el distrito de Usera, señala a su izquierda la ribera del Manzanares a su paso por el barrio, que no tiene nada que ver con el tramo canalizado que fluye hasta Matadero. En esta zona, los márgenes del río son una sucesión de chopos, álamos, fresnos y olmos. Árboles enormes y más pequeños que conviven con arbustos y maleza en un cauce que baja casi salvaje durante más de seis kilómetros junto a una senda que discurre en los distritos de Usera y Villaverde en lo que se conoce como Parque Lineal del Manzanares.
El problema no es sólo que este tramo fluvial de la zona más al sur de Madrid haya quedado invisibilizado para el resto de la ciudad, sino que ha sido atravesado por numerosas infraestructuras que han ido creciendo, estrangulando, en algunos tramos degradando, una zona verde e impidiendo el acceso a la misma de sus vecinos más cercanos. Ellos reivindican un plan global para que todos los madrileños vuelvan a mirar al río en todo su cauce urbano.
El primer estrangulamiento del Manzanares a su paso por la ciudad aparece poco después de Matadero, donde termina Madrid Río. A la salida de uno de los túneles de la M-30 el cauce discurre encajonado entre los dos sentidos de la carretera de circunvalación. Su orillas son intransitables y quienes quieren continuar su paseo o ruta en bicicleta desde Madrid Río al Parque Lineal deben cruzar carreteras, atravesar la pasarela sobre el nudo Sur de la M-30 o caminar un tramo junto a una vía separada y protegida pero junto a los vehículos que pasan a 90 km por la vía.
“¿Qué les hubiera costado alargar el soterramiento de la M-30 unos metros más y haber enlazado Madrid Río con el Parque Lineal?”, se pregunta José Campa, vecino de San Fermín, mientras observa desde la pasarela el estado del Manzanares. A su lado, su vecino Enrique Díaz se asombra del estado de las riberas que hay junto al túnel. “Hacía tiempo que no pasaba por aquí y es una pena”, comenta. Lo que ve son pequeños árboles sobre terraplenes junto a una orilla muy descuidada pegada a los coches. Al otro lado de la pasarela, cuando el río comienza a llegar al Parque Lineal, los árboles aparecen más altos junto a los muros llenos de grafitis que en ese tramo aún canalizan el río.
En el Plan de Renaturalización del Río Manzanares a su paso por la Ciudad de Madrid, puesto en marcha este año por el Ayuntamiento de Madrid, está prevista una actuación en esta zona, de apenas medio kilómetro, para “enriquecer la vegetación ya existente en las orillas mediante algunas plantaciones, y en la integración paisajística y el acondicionamiento al uso social”. Ello incluye, según recoge el proyecto, la construcción de una vía peatonal y ciclista que conecte con la senda que ya existe en el Parque Lineal. Según explican desde el Área de Medio Ambiente y Movilidad, esta vía está ahora mismo en fase de proyecto y en cuanto esté listo se ejecutarán las obras.
La llegada de la Caja Mágica
El segundo estrangulamiento del río en la zona más al sur de la capital llegó con el nuevo siglo, cuando en 2004 comenzaron las obras de construcción de la Caja Mágica, una de las mayores instalaciones deportivas de la ciudad que el equipo de Alberto Ruiz-Gallardón planeó para las candidaturas olímpicas. Apenas un año antes, los vecinos de San Fermín habían redescubierto su río con la construcción de un parque urbano en el primer tramo del Parque Lineal. Diseñado por el arquitecto Ricardo Bofill a modo de balcón sobre el agua, con el paso de los años se han tenido que ir cambiando varias pasarelas peatonales por sendas de adoquines porque la madera original ideada no ha sobrevivido ni al frío ni al calor.
Esta nueva zona verde fue la antesala de la Caja Mágica, que tras su inauguración en 2009 cerró todo acceso público a través de ella al Manzanares. Construida en la orilla derecha, en pleno barrio de San Fermín, los vecinos, ni nadie que no tenga entrada para alguno de los eventos que se celebran en el interior, puede acceder al río a través de ella. Los habitantes que viven frente a ella, deben rodear toda la instalación -más de un kilómetro de longitud si se suman los terrenos vallados a su alrededor-, para poder acceder a la senda del río.
Un descampado junto a la Caja Mágica, que solía albergar las canchas donde entrenaban los clubs deportivos del barrio hasta que las futuras obras olímpicas que nunca llegaron a realizarse echaron a los deportistas locales, espera las obras a punto de comenzar de una nueva verde. Las reivindicaciones vecinales surtieron efecto para que por fin se diera uso a un solar que llevaba desde 2009 abandonado.
Al otro lado de la gran instalación deportiva también han comenzado las obras de otro tramo de parque, que el Ayuntamiento asegura que se abrirá al público en el otoño que llega. Allí está prevista que regrese el Aula Huerto La Semilla, desmantelada también con la llegada de la Caja Mágica, y que durante años había servido de huerto escolar, de ocio, comunitario y como aula de formación.
A partir de este tramo, el Parque Lineal transcurre bajo una sucesión de túneles: primero bajo la M-40, luego la carretera de Andalucía, la M-45 y hasta las vías del AVE Madrid-Valencia. Es el tramo de Villaverde, el cauce del río es aún más salvaje pero las zonas están más descuidas, los accesos para los vecinos son más difíciles y sobre todo es un tramo que no está iluminado cuando anochece. Los pasos bajo los puentes son estrechos y los conflictos entre peatones y ciclistas son frecuentes.
“Hay mucha gente que baja a correr y andar en bici por la tarde pero en invierno no pueden porque no hay luz, da mucha sensación de inseguridad”, subraya Verónica Parra, presidenta de la Asociación de Vecinos Independiente de Butarque, quien explica que desde el Ayuntamiento les han transmitido que están estudiando si es viable la iluminación, como también señalan desde el área que dirige Iné Sabanés.
En una de las zonas del parque que discurre en Villaverde, el Consistorio tiene en fase de licitación la reforestación de dos parcelas, que “transformará la zona existente, vacía y sin ordenar”, en un área de carácter forestal hacia el río Manzanares“. Los vecinos de Usera y Villaverde valoran las obras emprendidas por el Ayuntamiento tras años de promesas incumplidas pero todos tienen la sensación de que se ”van haciendo a trozos, sin una visión global de lo que tiene que suponer el río para la ciudad“.
“El río a su paso por Madrid es de un gran patrimonio histórico que siempre ha estado olvidado por las diferentes administraciones, de ahí que sea necesario plantear un planeamiento global que lo devuelva a los madrileños”, afirma Víctor Renes, quien apunta el último estrangulamiento del río, la depuradora de La China, como revulsivo de esa transformación. Situada en el margen izquierdo, son sin embargo los vecinos de Usera y Villaverde los que más sufren sus olores, ruido y acumulación de mosquitos a su alrededor. Se construyó en 1935 aunque hasta 1950 no entró en funcionamiento.
“Lleva 67 años funcionando y ya no cumple ninguna normativa europea, como la separación mínima de núcleos poblaciones”, detalla Renes. El Ayuntamiento ha puesto en marcha una mesa de diálogo con asociaciones, administraciones y ecologistas y la mayor reivindicación vecinal es que se desmantele. “Imagínate si se pudiera reconvertir en equipamientos culturales o construir un Museo del Agua en los terrenos”, plantea el vecino, “podría ser el impulso para que los madrileños dejen de dar la espalda a su río”.