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“Un vaso de agua no se le niega a nadie, pero que te pidan una jarra para cenar...”

La famosa chocolatería de San Ginés en Arenal tiene siempre vasos de agua disponibles para sus clientes.

Marta Maroto

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“Un vaso de agua no se le niega a nadie”, responde detrás de la barra el propietario de un bar de Malasaña a la hora de la comida. “Otra cosa es que se siente un grupo a cenar de carta y te pidan una jarra. Nosotros no lo hacemos. Estamos en estos locales para ganar dinero y, por lo general, no servimos jarras de agua. Ponemos vasos con el menú de mediodía porque se entiende que ya es bastante gasto comer todos los días fuera de casa, pero no a los grupos que acuden a cenar. Y creo que una administración no te puede obligar a eso. Soy un poco radical en eso, pero tenemos muchos gastos, somos empresarios y estamos para ganar dinero y tampoco nos podemos permitir tener una mesa ocupada con una persona que acude a tomar un vaso de agua”. Una botella de agua (de cristal) de 33 centilitros en este local de comida española en una paralela a la Gran Vía cuesta dos euros.

La emblemática churrería de San Ginés, a unos metros de la Puerta del Sol, ya no recuerda cuando empezó a poner vasos de agua en un lugar visible para que cada cual se sirviera. “Por gentileza y por la sed que provoca el chocolate”, cuenta su encargado, que enfatiza que este tipo de medidas ayudan a la lucha contra el cambio climático y sirven para concienciar a la población.

Esta es la costumbre en los bares y restaurantes de Madrid, por eso algunos hosteleros rechazan que tenga que imponerse por ley, como reclaman algunos colectivos para fomentar el agua del grifo en detrimento de las botellas. Tanto la Asamblea de Madrid como el Ayuntamiento de capital han sacado adelante mociones simbólicas para concienciar sobre las bondades del agua del Canal de Isabel II, más sana y 140 veces más barata que la que venden los locales.

A mediados de diciembre, la Asamblea de Madrid sacaba adelante una proposición no de ley para fomentar la distribución de agua del grifo en establecimientos públicos. Solo con el voto en contra de Vox, Más Madrid, partido impulsor de la iniciativa, tuvo que reducir sus exigencias y sustituir la palabra “garantizar” por “fomentar” para que la iniciativa saliese adelante.

“Aunque quede raro, hemos llegado a un consenso; insisto, aunque no lo parezca”, dijeron los socialistas en su turno de palabra. Y a juzgar por los reproches de PP y Ciudadanos, que sí votaron a favor, no lo parecía. “No podemos utilizar el modelo estalinista de la imposición”, espetó la portavoz popular, que coincidía con los argumentos de Ciudadanos de que estas medidas no podían tomarse “a costa” de “hosteleros, embotelladores y restauradores”.

Sin embargo, la propuesta original de Más Madrid y de la campaña 'Agua del Grifo, por favor', impulsada por Ecologistas en Acción y Red Agua Pública de Madrid, va más allá de que un camarero pueda decidir si dar o no un vaso de agua. Se trata, según explica Agustín Moreno, impulsor de la iniciativa, de “potenciar y fomentar” el uso del agua del grifo: en los lugares públicos, a través de fuentes y puntos de agua en la calle; en el ámbito escolar, deportivo y también en los espacios de toma de decisión, con ejemplos como que los representantes políticos no aparezcan en ruedas de prensa con botellas de plástico.

En otras comunidades, como Navarra, Castilla León, Andalucía y Baleares, tienen normativas similares y es obligatorio proporcionar agua del grifo. En capitales como Nueva York, París o Atenas, los camareros reparten vasos de agua antes siquiera de traer la carta. Aunque es cierto que en algunos de esos locales se cobra el servicio.

El agua, defienden desde la plataforma 'Agua del grifo, por favor', es un derecho humano y su acceso debería ser libre. En Madrid, el agua corriente es más saludable que la envasada. La razón tiene que ver con el control exhaustivo del Canal de Isabel II, que se rige por controles sanitarios y no alimentarios como las empresas privadas que comercializan el agua. El Canal, que ha estado en el ojo del huracán por las corrupciones políticas, supervisa en rangos de entre tres y cinco segundos la calidad del líquido en todos los puntos del circuito, desde que entra al sistema hasta que sale por el grifo, mientras que los avatares de una botella son más difíciles de seguir.

Tomar agua del grifo en Madrid es más saludable, según los ecologistas, porque evita la existencia de microplásticos, algo que contienen el 93% de las botellas de agua, según un estudio realizado por el Instituto de Investigación Biosanitaria de Granada.

“A mí me parece muy mal, no se puede obligar a una persona a darte un vaso de agua cuando es algo que vale dinero”, cuenta un trabajador de Dipesa, una distribuidora de agua de marcas como Font Vella o Lanjarón (ambas del grupo Danone) que ha ido a llevar un pedido a un restaurante en una de las calles aledañas a la Puerta del Sol. Reconoce, sin embargo, que las empresas embotelladoras deben hacer un esfuerzo superior para convertir en reciclables sus envases.

Aunque Madrid es la provincia que menos botellas compra, España es el cuarto país que más agua embotellada consume de Europa, más de 6.000 millones de litros en 2018, según datos de la Federación Europea de Botellas de Agua. Se sitúa también en el cuarto puesto en la producción de agua embotellada, una industria que factura al año más de mil millones de euros.

Ninguno de los camareros y trabajadores consultados para este reportaje conocían este miércoles al dedillo las recomendaciones de las instituciones en torno al agua del grifo, aunque la mayoría sí tenían la noción de que se estaban impulsando medidas para hacer su acceso obligatorio. Los propietarios que se han mostrado contrarios a la medida argumentan que ya lo hacen, ya dan agua cuando alguien lo pide, pero los costes son cada vez mayores y para calcular el gasto también se debe tener en cuenta la limpieza de ese vaso. Por eso algunos proponen que la medida vaya acompañada de ayudas o subvenciones a ese aumento de gasto en agua.

Un litro de agua del grifo en Madrid cuesta una media de 0,0015 euros. Un litro de agua embotellada se compra por una media de 0,21 euros, es 140 veces más cara. Las botellas de medio litro suelen costar entre 1,50 y 2 euros en la mayoría de los establecimientos.

En la cafetería de la Asamblea de Madrid, donde se debatió hace unas semanas la iniciativa de regular e impulsar el consumo de agua del grifo, la botella de medio litro es un poco más barata y cuesta un euro, informa Sofía Pérez Mendoza.

En la cafetería principal del Congreso la misma botella tiene el mismo precio. El costo de la alimentación en el Parlamento ha descendido desde que la nueva concesionaria de los servicios de hostelería de la Cámara, Cafestora SAU, filial de Sacyr, comenzara a gestionar el establecimiento el pasado noviembre. Los precios están subvencionados por el presupuesto del Congreso, al igual que ocurre con otro tipo de instituciones como los ministerios, informa Íñigo Adúriz.

Los trabajadores del Congreso nunca han negado un vaso de agua del grifo a nadie y no recuerdan una orden específica que les haya obligado a lo contrario.

Sí admiten presiones varios empleados del cine Ideal, en la plaza Jacinto Benavente. “Cuando vienen grupos grandes a pedir un vaso de agua el encargado nos pide que les digamos que compren la botella porque nosotros damos ese servicio”, explican. Una vez, uno de los trabajadores recibió una reprimenda por dar un vaso de agua a una persona mayor que lo requería para tomar una medicina.

Una decena de establecimientos después, con mejor o peor cara, han supuesto respectivamente una decena de vasos de agua. Con la vejiga llena llega el siguiente escollo: muchos locales no dejan entrar al baño.

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