Examen tipo test tras una década operando bebés: las oposiciones de Ayuso indignan a los médicos especialistas
La medicina es uno de esos campos en los que hay que estar siempre alerta. El avance más pequeño en la parte más concreta de la materia más específica puede suponer una mejora fundamental en la vida de un paciente con una patología poco común. Por eso, los médicos especialistas suelen afirmar siempre que se les pregunta, ellos nunca dejan de estudiar. Esta formación continua se traduce en la Comunidad de Madrid en unidades súper especializadas, formadas por profesionales de reconocido prestigio que participan en investigaciones, foros, dan clases en universidades o implementan técnicas pioneras. En la región, más de la mitad de los que trabajan en hospitales no tienen un contrato fijo en el Servicio Madrileño de Salud (Sermas).
La huelga que ha comenzado este martes ha sacado a estos profesionales a la calle. La Consejería ha ofrecido 1.200 plazas por concurso de méritos, el mecanismo que reclaman los médicos para estabilizarse, pero las consideran “insuficientes” para cubrir los miles de puestos en esta situación. Si no consiguen los objetivos de la huelga, la estrategia de la Comunidad les hará pasar por un examen eliminatorio, tipo test, de 150 preguntas sobre un temario general que no responde, dicen, a lo que aplican en su práctica. “Preparar un examen general supone dejar de estudiar lo que beneficia al paciente”, denuncian. Pero no solo eso, porque conseguir una plaza no implica que el puesto sea en la unidad o en el hospital en el que trabajan, lo que puede deshacer unidades de reconocida excelencia.
Operar bebés a corazón abierto
A principios de marzo, la Comunidad de Madrid sacaba pecho por haber realizado con éxito “y de forma pionera en España” los primeros trasplantes cardiacos en un paciente adulto y otro pediátrico, derivados de donación en asistolia controlada. El doctor Juvenar Rey estuvo implicado en ambos y fue el cirujano principal en uno de ellos. Su especialidad es tan específica que ni siquiera existe. Trabaja en la Unidad de Cirugía Cardiaca Infantil y de Cardiopatías Congénitas de La Paz y en su actividad diaria se enfrenta a operaciones de bebés de dos kilos a corazón abierto un día o a intervenciones con adolescentes de 14 años al siguiente. En su campo, explica, se conocen todos y, según sus cálculos, es uno de los 18 profesionales capaces de realizar las tareas que él realiza. En su hospital hay otros dos que, como él, sufren de temporalidad.
Juvenar entró en La Paz en 2011, con un contrato de guardias que fue enlazando con otros hasta que llegó una sustitución por una baja y, con el tiempo, una interinidad. En estos 12 años, no ha dejado de estudiar y especializarse. “Primero querían una sanidad de calidad. Luego apostaron por la excelencia. Para ser excelentes, había que especializarse, y ahora que estamos especializados, nos piden hacer un examen general”, lamenta. “Tenía en marcha un proyecto de investigación para el desarrollo de sistemas para mantener un corazón fuera del cuerpo para luego trasplantarlo, pero he dejado de realizar procedimientos de investigación de este tipo para poder estudiar”, explica ante la posibilidad de tener que enfrentarse a un examen tipo test de 150 preguntas para conseguir una plaza fija.
Implantar un estudio para prevenir la muerte súbita
Milagros Merino es especialista en neurofisiología clínica y lleva casi dos décadas trabajando en La Paz. “Soy temporal desde el 1 de abril de 2003”, apunta. Antes, había estado tres años trabajando en una unidad de sueño en Francia, así que cuando volvió a España y consiguió un contrato –temporal– en el Sermas, se propuso convencer a sus jefes para que la dejasen crear la unidad pediátrica del sueño de su hospital. Lo logró aunque, en este momento, salvo una enfermera, todos los profesionales que trabajan bajo su coordinación son temporales.
“Hay menos de media docena de unidades pediátricas de sueño en toda España”, presume. Ahora, en su hospital se atienden a más menores que adultos en estas consultas y se han implementado nuevos procedimientos. Por ejemplo, ella es una de las responsables de que se le haga un estudio de sueño a cualquier bebé que nace en La Paz con el síndrome de Prader-Willi, un problema genético que aumenta las posibilidades de los pequeños de sufrir muerte súbita.
“Salvo por el tema laboral, todos somos felices con lo que hacemos. Y esto no debe repercutir en los pacientes. Algunos nos decían: ”Si te vas tú, me voy donde tú vayas“. No se trata de eso, se trata de que mantengan las unidades”, explica. Porque el riesgo de concurrir a una oposición no es tanto suspender el examen, sino que, aunque se consiga la plaza, no sea en el puesto para el que llevan años estudiando y desempeñando. “Soy una de las tres neurofisiólogas más antiguas de Madrid, pero hay que pasar el examen. Imagínate que ese día cojo la COVID, o me da un cólico nefrítico. Te juegas tu futuro y el futuro de tu unidad”, lamenta. “Si me quitan la plaza, va a ser complicado que venga alguien con el mismo nivel de especialización”.
Crear una unidad de impresión 3D para implantes
En 2015, Rubén Pérez-Mañanes fundó la Unidad de Impresión 3D del Hospital Gregorio Marañón. Ya entonces era un departamento pionero, pero siete años después continúa siendo de referencia para la fabricación de implantes, biomodelos y reconstrucciones y prótesis para las partes afectadas durante una operación a pacientes con cáncer. Ese mismo año, se creó también una unidad de referencia para el sarcoma. Es un tipo de cáncer muy poco frecuente, así que en esta unidad multidisciplinar, en la que trabaja, atienden a personas de todos los puntos del país.
Este médico, que lleva 12 años encadenando contratos –12 en el Infanta Leonor, entre 2010 y 2013; y cuatro en el Gregorio Marañón–, no ha parado de formarse en todo este tiempo. Él hizo la residencia en traumatología pero, ya en el Sermas, estudió otros cinco años para especializarse como cirujano oncológico. O más bien, súper especializarse, porque su unidad es una de las únicas siete que existen en España. “No puedes pedir una excelencia y maltratar a la gente que la hace realidad”, lamenta ante la estrategia de la Consejería de Sanidad de hacerles concurrir a un examen general. “Si me examinan de cirugía oncológica, que es para lo que estoy contratado, no tengo problema, pero de 60 temas, solo 1 es de tumores”, explica.
En su caso, realiza tres guardias presenciales de 24 horas al mes y un día a la semana se dedica exclusivamente a cirugías oncológicas prolongadas, que le ocupan la mañana y la tarde. Además, cinco o seis días al mes tiene que estar alerta por si aparece un donante para la extracción de tejidos. “Con este contexto, ¿cómo puedes preparar una oposición?”.
Realizar cribados de melanomas
Carol Garrido entró en el Hospital Infanta Sofía para cubrir una baja por maternidad. Después enlazó con otra. Después le hicieron un contrato eventual. Después lo renovó. Varías veces. Desde 2015 es interina y aquel niño tiene ya 13 años. Pese a no ser personal fijo del hospital, tiene asignadas tareas que no hace nadie más. Junto a una compañera, codirige desde hace 11 años la unidad de cribado de melanoma del centro. “Si mis compañeros dermatólogos tienen alguna duda sobre algún lunar, somos la referencia”, explica.
Eso es lo que hace los martes. Los miércoles, por ejemplo, dirige una consulta de enfermedades de transmisión sexual. “Soy yo, conmigo misma”, bromea. “La puse en marcha hace unos ocho años con el apoyo de mi jefa. Tuvimos que redactar un informe explicando por qué era necesaria y desde entonces si hay patologías de este tipo, soy yo la que lo veo del servicio”, desarrolla. Entre los casos más frecuentes, el virus del papiloma humano. El resto de días, Garrido se dedica a la consulta normal, pero los últimos dos años ha empezado también a operar, lo que requiere nuevas actualizaciones. “En eso me he tenido que poner al día”, reconoce. “La ciencia cada vez es más amplia, cada especialidad es más amplia y es muy difícil estar a la última en todo”, indica. Por eso, tampoco entiende que la Consejería de Sanidad pretenda que deje de estudiar aquello a lo que se dedica para estudiar “generalidades”.
“Aparte de lo injusto que es el hecho de que no es culpa nuestra que no hayan querido sacar oposiciones. Yo no soy la misma ahora que con 29 años. Era muy buena en clase y sacaba un MIR excelente. Ahora tengo un niño que llora por las noches y una niña que ya no llora, pero a la que tengo que atender”, explica. Y eso que a ella, dice, no le preocupa quedarse sin trabajo: “¡Si en Madrid no hay dermatólogos! Mañana tengo trabajo donde quiera, pero es que me gusta mi hospital, quiero a mis compañeros, me gustan mis pacientes. Son míos y yo quiero que sean ellos y ellos quieren que sea yo”.
Tratar patologías poco comunes
Rocío Morante es cirujana pediátrica. Interviene a niños y niñas de una patología muy poco común y que solo se atiende en un puñado de hospitales. Su súper especialidad es la vía aérea y su unidad, en el hospital 12 de Octubre, es de referencia en España, por lo que allí atiende a pacientes de todos los puntos del país.
Tras una residencia de cinco años, comenzó a encadenar contratos temporales en mayo de 2014 y en 2017 la hicieron interina, otra forma de temporalidad y las plazas que primero bailan cuando hay oposiciones. Si la Comunidad de Madrid no acepta las reivindicaciones que han llevado a los médicos especialistas a la huelga –concurrir a un concurso de méritos–, tendrá que presentarse a un examen. Si no queda primera de todos los opositores que hayan ido por su misma vía –y no todo el mundo puede tener la misma nota–, tendría que aceptar trabajo en su especialidad, “pero para algo diferente”. Peor aún: su unidad, de referencia, podría quedar desmembrada, porque de un equipo de tres personas, solo una tiene un contrato fijo.
“Si la unidad se cubre por personas no especializadas, habrá que formar a esas personas y si nosotras nos vamos a otro servicio nuevo, nos tendrán que formar allí. El sistema forma a gente que luego no le sirve”, razona esta doctora, que amenaza con aparcar su estudio sobre prótesis en vía aérea para preparar el examen si la huelga no triunfa. Quien pierde también son los pacientes. “Si tengo que preparar unas oposiciones, la tesis la dejaré aparcada para estudiar cosas generales que en mi práctica no aplico”, dice.
Atender valvulopatías severas
“No queremos que nos regalen nada, queremos que nos evalúen por concurso de méritos”. Lo dice Rocío Menéndez, que en sus 14 años como temporal en La Paz ha acumulado bastantes. “Tutora de residentes, congresos, investigaciones, clínicas...”, enumera. Es geriatra, una especialidad para la que no hay oposiciones desde 2009, y está especializada en cardiogeriatría. “Si no han hecho su trabajo, que era convocar cada dos años, que nos evalúen por méritos. Si lo hacen cada dos años, genial, pero no cuando llevas 14”, insiste.
Menéndez atiende a pacientes con valvulopatías severas y es la encargada de decidir si son candidatos a cirugía o a tratamiento por cateterismo. Es algo en lo que lleva años especializándose. Tras aprobar una primera oposición, “que fue el MIR, esa ya está hecha”, trabajó por primera vez para el Sermas en 2007. Aquel primer contrato fue de 24 días, del 7 al 31 de diciembre, cuenta. Luego de tres, de seis, de nueve meses, anuales y de interinidad desde 2015, relata. Volviendo con un grupo de compañeras de una de las protestas que han protagonizado estos días, repite con el visto bueno de todas: “No es que seamos vagos. Ponernos a estudiar no es un problema. Yo no paro de estudiar, cada día estudio para mis pacientes y me actualizo todo lo posible, pero preparar un examen general supone dejar de estudiar lo que beneficia al paciente”.
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