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La versión madrileña del ‘coliving’: mil euros por vivir y trabajar en un piso compartido

Uno de los espacios comunes de Urban Campus

Analía Plaza

Lo primero que le preguntaron a Álvaro Domínguez cuando le entrevistaron por videollamada para ver si le alquilaban una habitación fue a qué se dedicaba, si estudiaba o no. “Preguntaron: '¿qué haces?' Ante todo, no querían estudiantes”, cuenta. “Y yo conté que estudiaba, pero que también tenía mi startup”. Álvaro pasó el casting y el 1 de septiembre entró a vivir al número 80 de Andrés Mellado, en Chamberí, un edificio bautizado como Urban Campus y en el que no se habla de “pisos compartidos”, sino de una voz inglesa que significa más o menos lo mismo: “coliving”.

“Soy de Ávila. Buscaba piso y vi este ‘coliving’. Era moderno, que es raro. Fui para allá”, continúa. “Estaba en obras, pero un chico me explicó que al ser ‘coliving’ podía alquilar mi habitación y acceder a zonas comunes, gimnasio, terraza, ‘workshop space’... Tenía la idea de un piso para mí, pero estaba en fase pre-semilla de la startup [consiguiendo financiación] y al verlo pensé: es fantástico para hacer contactos”.

Desde entonces, Álvaro –que tiene 25 años y es el segundo más joven del edificio– paga 707 euros al mes por una habitación interior con baño, en la tercera planta. Tiene precio especial porque se queda un año: si no, serían 850. Algunos de los cuartos que aún están libres se alquilan por 790, 850 y hasta 1.100 euros al mes, en una zona en la que por entre 400 y 600 euros puedes encontrar algo similar.

“Sí, pero no es moderno y no accedes a tantas cosas. No tienes una comunidad de gente que te ayude con tu startup y no conoces extranjeros”, defiende. “Pagas 800 euros. No es poco y no todo el mundo se lo puede permitir, pero no pagas solo eso, pagas el retorno. Haces contactos, te mueves y manejas un idioma. Es todo un pack”. En su caso, su familia le ayuda con el alquiler.

'Coliving', 'coworking', 'cofooding'

Urban Campus es uno de los dos edificios de pisos compartidos que maneja la empresa del mismo nombre, que en 2017 desembarcó Madrid. Tienen otro par de espacios de 'coworking' (oficina compartida) en la Carrera de San Jerónimo y en Chueca, además de un 'foodlab' (cocina compartida o 'cofooding', en sus propias palabras) cerca del Mercado de San Miguel. Es una compañía de origen y capital francés, que ha montado sucursal aquí y se prepara para abrir en Bruselas y París. Y es la primera que trae a la capital una idea que lleva tiempo rondando otras ciudades occidentales: montar residencias para jóvenes profesionales (solo quieren estudiantes si son de MBA o tienen “espíritu emprendedor”) dispuestos a pagar más a cambio de pertenecer a “la comunidad”. El precio incluye limpieza semanal, suministros, wifi y Netflix. 

El término parece nuevo, pero el negocio es esencialmente viejo, similar al de una residencia de estudiantes. El propietario, un particular o un fondo de inversión, delega la gestión de su inmueble en una empresa que cobra más a los inquilinos por resolverles cierta burocracia (ya no tienen que dar de alta la luz o internet) y por conceptos más etéreos, como el crecimiento personal y la proactividad. Tampoco la vivienda comunal es novedosa: hace un siglo ya existía en la Rusia Soviética (bajo el nombre de 'kommunalkas', varias familias compartían cocina y baño) y en la actualidad hay ejemplos no tan lejos de Chamberí, como Entrepatios en Vallecas o el Centro de Convivencia para mayores en Tres Cantos.

La diferencia es que su modelo de propiedad y gestión es cooperativo, mientras que aquí hay una empresa de por medio.

“No solo compras una cama y un techo, sino una experiencia con personas con la misma mentalidad que tú”, apunta David Fernández, cofundador de The House, otra empresa de 'colivings': “Este piso está destinado a emprendedores, a los que incluimos en el ecosistema emprendedor del que formamos parte”.

Vivir para ser productivo

En el número 80 de Andrés Mellado los obreros siguen trabajando, porque aún quedan la entrada y dos pisos sin terminar. El edificio es propiedad de la socimi Al Breck, que cuenta con otros 17 enteros en el centro de Madrid. Urban Campus los ha reformado y amueblado para darles a todos un aire similar, que recuerda a un 'hostel'. Son pisos de entre 100 y 150 metros cuadrados, con cuatro o cinco habitaciones, un salón y cocina grandes y paredes de pizarra llenas de anotaciones sobre los próximos pasos del desarrollo de alguna startup. En el sótano, un pequeño gimnasio y sala con proyector. Y en el último piso, la joya de la corona: una azotea con hamacas, barbacoa, un piano y una pecera de cristal para trabajar.

Cada lunes, la empresa organiza cenas para promover la convivencia y plantear cuestiones como qué hacer con alguna sala o qué cursos organizar. Más tarde, se trasladan a un grupo de Slack [un software pensado para empresas]. “Siempre he dicho: ¿por qué no traéis mentores que nos ayuden a aprender Google Analytics? O Photoshop, que a varios nos interesa”, cuenta Álvaro. “De momento, han puesto clases de yoga. Primero tienen que asentarse y luego ya se centrarán en estas cosas”.

Entre los 'colivers', el nombre que da la empresa a sus inquilinos, “hay un poco de todo”, continúa el joven. “Una chica tiene una agencia de comunicación, un arquitecto en la nube que trabaja un poco para Amazon y otro poco para BBVA, algún estudiante del máster del ICEX, otro que es periodista y se dedica a hacer shows...”. La horquilla de edad está entre 25 y 38 y la mitad son extranjeros. Aseguran que vivir en este 'coliving' les aporta contactos, sinergias y, ante todo, productividad.

“Tenemos en común que no nos conformamos con lo tradicional”, explica Teresa Gundín, que es madrileña y dirige La Piña Comunicación junto a su hermana mayor. “No somos gente que quiera vivir en pareja y casarse. Vivir aquí te motiva, necesitas a este tipo de gente a tu lado. Si no, no creces”.

“A mí me ha servido”, continúa Álvaro. El joven ultima el lanzamiento de Rentalo, una app para alquilar tus cosas tipo Wallapop, así que Teresa le ha echado una mano en eventos y el arquitecto con la tecnología. Muchos días (y noches) trabajan allí en lugar de ir a una oficina y, como comparten inquietudes y problemas emprendedores, se apoyan psicológicamente. “En Slack también nos ayudamos. Si monto un evento, paso el enlace. O si alguien tiene restaurante, algún día nos hace un 30% de descuento. Así hacemos comunidad. La gente en los pisos es más cerrada, pero aquí es todo en modo productivo”. 

Un negocio redondo

Otra forma de ver el 'coliving' es como la evolución natural del 'coworking', un lugar en el que en vez de alquilar una mesa para trabajar porque no tienes un puesto fijo alquilas una cama para dormir porque no tienes un piso, capitalizado por empresas intermediarias que dinamizan “la comunidad”. Es curioso cómo las empresas de 'coworking' incorporan elementos ajenos al trabajo (cerveza, eventos musicales, futbolines y sofás) y las de 'coliving', grandes espacios para trabajar.

En el plano inmobiliario, el sector de las oficinas compartidas suele protagonizar grandes operaciones en Madrid. WeWork anunció en marzo la apertura de su quinto centro, uno de ocho plantas en Francisco Silvela, mientras que Spaces ultima la del sexto, un edificio de 3.000 metros cuadrados en María de Molina. A nivel global, Spaces gana dinero (138 millones de libras en 2018) y WeWork sigue perdiéndolo porque compra los edificios en lugar de alquilarlos, pero se sostiene tras más de 11.000 millones de inversión. Son dos de las principales empresas de 'coworking' del mundo

De hecho, WeWork empezó llamándose así pero cambió a The We Company para integrar todas sus patas de negocio, que incluyen oficinas, escuelas (WeGrow) y, por supuesto, viviendas (WeLive). Tienen edificios en Nueva York y Washington y su misión es “transformar el rígido modelo de vivienda en uno flexible y guiado por la comunidad”. Los estudios cuestan 3.000 dólares al mes.

La narrativa de Urban Campus es igual. “Operamos campus bien diseñados con espacios de 'coliving' y 'coworking' contemporáneos. Espacios que apoyan tu estilo de vida, te permiten relajarte con privacidad o conectar con gente”. También la de The House, una startup española de menos de un año que gestiona tres pisos compartidos en Madrid. “Nuestro fin es crear 'colivings' para todas las comunidades. Empezamos por la de emprendedores, pero también podemos juntar a veganos, artistas, músicos...”, cuenta su fundador, David Fernández. The House nació en Demium, una incubadora de startups española que tiene un 15% de la compañía, así que cierra el círculo conectando a sus inquilinos con esa red.

Fernández nos recibe en un piso en Príncipe de Vergara. Son 130 metros cuadrados y cuatro habitaciones que alquilan a 750 euros cada una al mes. Sacan 3.000 euros y al propietario, un particular, le pagan 1.500, así que su modelo de negocio es sencillo de entender.

“El propietario lo quería alquilar por más, pero si derivas lo que cuesta alquilar cada habitación... Ofrecemos la gestión integral del espacio. Ya no tienes que estar pendiente de si entra una persona o sale otra. La idea es que se diluya la figura del casero”, explica.

La startup, que está en plena búsqueda de financiación, tiene tres pisos más. El de Príncipe de Vergara es un piso madrileño normal, sin terraza, con alguna habitación interior y un salón grande donde caben sofás, una pizarra (también llena de anotaciones sobre los proyectos de una emprendedora alojada allí) y una pequeña zona de trabajo. ¿Quién está dispuesto a pagar 750 euros por una habitación pequeña con cama individual? De momento, sus inquilinos son extranjeros que quieren iniciarse en el mundillo emprendedor español.

“Es caro, pero una habitación en la zona son 550 o 600 euros”, continúa Fernández. “Esto es el barrio de Salamanca y no te tienes que ocupar de nada. No es solo la gama de servicios con todos los gastos incluidos y que no tengas que dar facturas de alta. También evitas roces de convivencia y tienes acceso a nuestra red. Si quieres iniciarte como emprendedor, pondremos todos los medios que podamos”. Una de sus inspiraciones es The Collective, el 'coliving' más grande del mundo. Está en Londres y los precios para habitaciones pequeñas y con cocina compartida empiezan en 1.045 libras al mes.

Más allá de un estilo de vida particular, lo que buscan Urban Campus y The House son propietarios o fondos para gestionarles los pisos. “Nuestros espacios responden a tendencias que redefinen las ciudades”, dice la web de Urban Campus. “Buscamos sitios en las ciudades más grandes de Europa, en zonas que estén gentrificándose o en parques de oficinas poco usados”.

Otras operaciones sonadas en el sector, que empieza a tener su propia categoría en el inmobiliario español, son la salida al MAB (Mercado Alternativo Bursátil) de Homiii, con una cartera de 300 habitaciones en Madrid, o la búsqueda de socio financiero del fundador de Marco Aldany para lanzar sus 'colivings'. En una entrevista con Idealista News, explicó que “tras posicionarnos con MiCasaInn como una de las principales empresas especializadas en vivienda para estudiantes de España, creemos que el paso natural es pilotar un proyecto para que estos jóvenes que acaban de estudiar y se incorporan al mundo laboral puedan seguir con nosotros”.

¿Y cómo de rentable le sale al propietario? No tanto como poner su piso en alquiler vacacional y tenerlo lleno siempre, pero sí más que en el alquiler tradicional, donde la rentabilidad media en Madrid está en 7,4%. La clave, como en los 'coworkings', es mantener la ocupación alta: que apenas haya habitaciones vacías.

“Nosotros hablamos desde el principio de 'coliving' porque en Estados Unidos e Inglaterra es un concepto asentado”, apunta Laia Comas, de Inedit Barcelona, una empresa que lleva seis años en el negocio y que asegura que el 'coliving' duplica los ingresos anuales al propietario. “Pero yo digo que somos administradores de fincas. Administramos una vivienda y la fórmula aporta control, porque la rotación no es elevada: las estancias medias son de 6 u 8 meses. Al propietario individual la rentabilidad no le importa tanto, pero al fondo sí. Y con esto la rentabilidad llega al 8%”.

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