PERFIL

Livinio Stuyck, un ocupa de lujo que reinaba entre tapices

La dinastía de los Stuyck ha estado siete generaciones al frente de la Real Fábrica de Tapices, casi como una monarquía feudal. Han sido tres Gabinos y cuatro Livinios, siempre en ordenada formación. Cada Livinio llamaba Gabino a su primer hijo. Cada Gabino llamaba Livinio a su primer hijo. El padre de Livinio Stuyck, Gabino III, estuvo al frente hasta el mismo día en el que falleció, en 1975. “A rey muerto, rey puesto”, aseguró personalmente el propio Livinio, Livinio IV, cuando heredó de su padre el trono de la Real Fábrica y esa vivienda de casi 700 metros cuadrados que hoy no quiere abandonar.

Los Stuyck son descendientes de Jacobo Vandergoten, el tapicero flamenco que el rey Felipe V trajo a España desde Amberes en 1720 para fundar esta manufactura de tapices y alfombras de lujo, inspirada en los reales talleres franceses.

Aunque la sede de la fábrica no siempre ha estado en la calle Fuenterrabía número 2, entre la estación de Atocha y el Parque del Retiro, sí es la única que ha conocido Livinio Stuyck, en la que ha tenido cuatro hijos –su primer varón, por supuesto, se llama Gabino–. Allí reside desde hace setenta años, las dos últimas décadas en situación completamente irregular.

Livinio no nació en la Real Fábrica de Tapices, como ha asegurado este viernes a distintos medios de comunicación. Su dinastía, como la de los Borbones, también se interrumpió con la República. El edificio era propiedad real desde 1889, cuando lo mandó construir el rey Alfonso XII. Fue incautado por la República tras el estallido de la Guerra Civil, en 1936, y la familia Stuyck tuvo que abandonarla unos años. Con las aguas más calmadas y Francisco Franco como dictador, los Stuyck regresaron a la Real Fábrica, ya en la década de los 40. Livinio era entonces un niño.

Los trabajadores de la Real Fábrica de Tapices conviven con él cada día. Es imposible no cruzarse con su exjefe, que les tuvo nueve meses sin pagarles las nóminas. El dúplex de casi 700 metros cuadrados en el que vive tiene un único acceso, que pasa por atravesar la entrada a la exposición de los tapices de Goya donde turistas y visitantes compran sus entradas. Es habitual verle sacar la basura. Para entrar, si no está abierto, llama al guardia de seguridad. No paga el alquiler, ni el agua, ni la luz, ni tampoco la seguridad 24 horas de la que disfruta, igual que los tapices de Goya que se exponen allí.

Livinio IV llegó a la dirección de la Real Fábrica en el mismo año en el que Juan Carlos I llegó al trono: en 1975. La empresa estaba ya en uno de sus momentos más delicados, tras décadas de aprietos económicos. Entre 1952 y 1962, contó con un salvavidas público: un generoso contrato de Patrimonio Nacional que cubría la práctica totalidad de los gastos de la empresa. Pero en 1963 el Gobierno lo canceló.

Solo tres años después de llegar a la gerencia, en 1978, Livinio ya reclamaba la vuelta de las ayudas públicas. “Una empresa artesanal con la tradición cultural de la Real Fábrica debe tener apoyo oficial”, aseguró en septiembre de 1978 en una entrevista en el diario Ya. En ella contaba también que ya el Gobierno de Adolfo Suárez buscó soluciones con dinero público en el Consejo de Ministros.

“Se trazó un plan a corto plazo para lograr la salvación de la fábrica y el señor ministro propuso someter el tema a consideración del Gobierno para dar una solución que proporcione estabilidad a largo plazo”, aseguró en el Ya.

No está claro si el dinero público llegó finalmente a la Real Fábrica en esos años, pero la empresa de los Stuyck siempre contó con el apoyo oficial. No solo como cliente –gran parte de las alfombras y tapices de Patrimonio Nacional se restauraban allí– sino con la propia sede, que siempre fue propiedad del Estado desde su construcción.

El gran rescate público que Livinio Stuyck pedía desde que se hizo cargo de la fábrica llegó al fin en 1996. Ese año, la Real Fábrica en la que llegó a trabajar Francisco de Goya agonizaba con 236,5 millones de pesetas (1,4 millones de euros) de deudas, entre impagos a la Seguridad Social, a los trabajadores, a los bancos y a la Agencia Tributaria.

La entonces ministra de Educación y Cultura, Esperanza Aguirre, decidió el rescate, tras meses de movilizaciones de los trabajadores. Los empleados llegaron incluso a encerrarse en la Real Fábrica de Tapices para reclamar los largos meses que llevaban sin cobrar sus nóminas. De entonces, algunos trabajadores recuerdan cómo Stuyck se iba a jugar al tenis en plena crisis, mientras la plantilla estaba encerrada en la sede sin cobrar.

La operación de rescate de Aguirre se cerró con 300 millones de pesetas aportados entre tres administraciones públicas, todas ellas gobernadas por el PP –el Ministerio de Cultura, la Comunidad de Madrid y el Ayuntamiento– y otros cien millones de pesetas más de la Fundación CajaMadrid.

La empresa pasó así a manos mayoritariamente públicas, pero Livinio Stuyck se quedó cinco años más como director, pese a haber sido el responsable de la quiebra. En 2002, fue finalmente destituido y la dinastía de los Stuyck rompió toda relación profesional con la Real Fábrica. Livinio IV ya no era el rey, pero mantuvo su residencia oficial con todos los gastos pagados, gratis total.

Contactos en la alta sociedad

Tras 20 años de permisividad de las administraciones públicas, que han pagado hasta sus gastos de luz, agua y calefacción, el Gobierno le ha solicitado que abandone el inmueble.

Livinio lo tiene claro. Va a resistir: “Que vengan, no les voy a entregar las llaves”, ha declarado a El Confidencial. Uno de sus familiares directos asegura a eldiario.es que se encuentra “afligido”. Livinio Stuyck no ha querido atender a este diario.

Según fuentes cercanas, Livinio está asesorado y pedirá amparo a la justicia para reclamar su derecho a permanecer en el inmueble en el que ha residido toda su vida. Si no lo consigue, sabe que yendo a los tribunales al menos gana tiempo. Sabe también que estas dos décadas de mirar para otro lado por parte de las distintas administraciones juegan a su favor. Stuyck ha tenido buenos amigos, que le han permitido seguir viviendo junto a su familia en una casa de lujo en una de de las mejores zonas del centro de Madrid.

Exministros y altos cargos públicos se han interesado por su desalojo. “Pobre Livinio, ¡cómo le van a desahuciar!”, se han preocupado algunos de ellos al enterarse de esta decisión, que toma el Gobierno tras pedirlo el equipo municipal de Manuela Carmena. “Pobre Livinio”, porque Stuyck es más que conocido por la alta sociedad madrileña.

Desde su nacimiento, la Real Fábrica de Tapices ha estado ligada de manera permanente a la Casa Real. La reina Sofía estuvo en la vivienda, aseguran fuentes cercanas a la familia. En la década de los 80, los duques de Luxemburgo se alojaron allí. Y numerosas autoridades políticas acudían a las fiestas que solía organizar el matrimonio en esa vivienda de la que nunca han sido legalmente propietarios.

En la casa que Livinio se niega a desalojar también se rodó una serie de TVE sobre la vida de Francisco Goya. Uno de los personajes de aquella serie era el primer Livinio Stuyck. Lo interpretaba el actor Enrique San Francisco. Junto con su novia de entonces, Rosario Flores, pasaron unos días en la casa, según recuerdan fuentes cercanas a la familia.

“Como si fueran de la realeza”, así los describe una de sus amistades de entonces. Mientras fue dueño de la Real Fábrica, Livinio contaba con cuatro personas de servicio, una de ellas dedicada a cuidar a su tío enfermo que vivía en la planta superior. “Era todo muy palaciego”. La casa estaba entonces decorada con muebles de lujo y cartones de Goya. La familia exigía a todos los sirvientes que les tratasen siempre de usted y llevaban uniforme. Había dos modelos para el servicio: un uniforme de diario y otro de gala, para cuando había fiestas y recepciones en la casa.

Livinio es también familiar de otro Stuyck del mismo nombre muy conocido entre los aficionados a las corridas de toros. Fue otro Livinio Stuyck quien ocupó la gerencia de la plaza de toros de Las Ventas durante los años 40 y fundó la Feria de San Isidro de Madrid.

¿Cómo son los Stuyck? Según el propio Livinio, son una saga alejada de pasiones mundanas. “Anteponemos los valores materiales al amor a una tradición. Esto, que es difícil de explicar, se transmite con el ejemplo y el sacrificio de otras muchas cosas”, decía de los Stuyck (en un curioso lapsus) el propio Livinio en 1988 en una entrevista en El País.

¿La vocación frustrada de Livinio? Estudio Empresariales, pero soñaba con ser poeta, según declaró en esa misma entrevista: “Yo hacía versos cuando me hice cargo de la fábrica. Ahora se me han ido las inspiraciones. Mi cabeza sólo máquina continuamente en torno al futuro de la fábrica”.

Cuando el patronato de la fundación le despidió de la dirección de la Real Fábrica de Tapices, Livinio no volvió a la poesía, sino que invirtió en otra empresa. Puso en marcha un nuevo negocio de venta de tapices y alfombras con el nombre familiar.

Aún no está claro cómo terminará el desalojo que, dos décadas más tarde, al fin afronta la Administración. Pero termine como termine, el desenlace será acorde con la tradición familiar. Según ha contado el propio Livinio Stuyck en varias entrevistas, a los Gabino siempre les tocaban los mejores años del negocio, mientras que las crisis eran para los Livinio. El último de los Stuyck en la Real Fábrica de Tapices, Livinio IV, fue destronado hace 15 años. Solo mantiene el palacio, no se sabe por cuántos días más.