Luis Arroyo: “El Ateneo de Madrid, como otras instituciones analógicas y elitistas, debe ajustarse a los tiempos”
En el Ateneo de Madrid fue en los siglos XIX y XX –exceptuando la dictadura franquista– un punto de referencia intelectual ineludible en la capital. Sus instalaciones escucharon conferencias de Marie Curie o Albert Einstein, por sus salas pasaron integrantes de la generación del 98, del 14 y del 27 y la institución contó con presidentes de la talla de Ramón María del Valle Inclán, Miguel de Unamuno, Manuel Azaña o Antonio Cánovas del Castillo. En su bicentenario, el Ateneo se enfrenta a sus peores momentos: una pandemia que ha obligado a cortar actividades y poca tecnología para sustituirlas por streaming, socios envejecidos que fallecen sin recambio generacional y subvenciones menguantes.
Los 1.900 socios de la institución –que pagan una elevada cuota para formar parte del club otrora elitista– están convocados a las urnas el próximo 31 de mayo para elegir a un nuevo presidente y otros cinco cargos de la Junta Directiva. Se presentan cinco candidaturas. Una de ellas, 'Grupo 1820', se ha formado con un grupo de profesionales –algunos recién llegados a la institución– cuyo programa electoral promete renovar el Ateneo para “insertarlo en la vida cultural de Madrid”. Algo que, a juicio del cabeza de lista, Luis Arroyo –sociólogo, consultor de comunicación y el jefe de gabinete en el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero–, “se ha perdido”.
El Ateneo de Madrid no vive su mejor momento. Tiene 1.900 socios y maneja un millón de euros anuales de presupuesto. ¿Cómo se ha llegado hasta aquí?
Desde los años ochenta el número de socios no ha dejado de caer, salvo este año pasado que ha aumentado en 230 porque hemos hecho un ejercicio de reclutar gente. Se ha llegado hasta aquí por muchos motivos. El Ateneo no es ajeno a otras instituciones parecidas, como las reales academias. Las instituciones analógicas, propias de una burguesía elitista, tienen que ajustarse a los tiempos. El contexto tampoco favorece. Ha habido una gestión muy penosa en la última década. El último momento un poco notable fue con Carlos París. Falleció y el Ateneo no ha hecho más que caer porque, a mi parecer, no ha habido un proyecto cultural serio. Aquí han dejado de pasar cosas. Donde ocurría lo más bonito de la vida política e intelectual de la ciudad no ha vuelto a pasar nada. Las actividades son penosas y el cuerpo social está envejecido.
Las subvenciones también se han reducido. Llegaron a tener 700.000 euros del Ministerio de Cultura. Ahora cuentan con algo del Ayuntamiento de Madrid pero menos que antes. Este año la subvención ha pasado de 200.000 a 150.000 euros y el Estado no concede nada porque tiene abierto un contencioso por unas obras de rehabilitación que se hicieron con 1% cultural.
Encabeza una candidatura de seis personas, ¿eran todos ya socios?
A las elecciones solo pueden presentarse socios a partir de un año de antigüedad. Los más nuevos somos Pepita Marín, una joven emprendedora brillante consejera de Prisa y yo, que llevamos formando parte del Ateneo un año y medio. El resto ya estaban en la institución: Isabel Fuentes, directora de Caixa Fórum, lleva ocho o diez años; López Arriba ha sido bibliotecario y Miguel Rellán, actor, es socio desde hace tres o cuatro años. No somos advenedizos ni un movimiento liberal, como dicen otras candidaturas. Somos todos progresistas.
¿Su propuesta despierta reticencias?
Hay muchas y muy hostiles cuando llegas a un lugar donde hay una decena de personas que mandan. Estamos convencidos de que vamos a ganar, pero existen resistencias. Existe gente que piensa que esto es su mundo, y lo entiendo.
¿Por qué han dado el paso en ese ambiente del que habla?
Se nos ocurrió organizar un club de debate y un amigo nuestro nos propuso que fuéramos al Ateneo. Lo visitamos, nos vimos con el presidente y con el primer secretario y empezamos a llamar a gente. O entrábamos con fuerza o no podríamos hacer nada, así que contactamos con amigos que tuvieran el expertise y pudieran presentarse para encabezar una candidatura que devolviera la luz al Ateneo, como Carmelo Angulo o José María Ezquiaga. Pero no se les aprobó en Junta General hasta julio por la pandemia, así que no han podido concurrir. Gracias a este impulso se hicieron socios Ángeles González Sinde, Pepa Bueno, José María La Salle, Javier Limón, Antonio Carmona...
¿Cómo se moderniza una institución bicentenaria con un pasado tan glorioso?
Lo primero es conseguir financiación pública, que ha ido decayendo y hay que rescatarla. El objetivo es introducir el Ateneo en los circuitos culturales y artísticos de la ciudad, insertarlo en la vida cultural de Madrid con talleres de ajedrez, escritura creativa, conciertos... El otro día estuvimos con el pintor Antonio López. Hizo su primera exposición en la institución en 1957, cuando exponer en el Ateneo lo era todo. Ahora mismo no se expone nada, a no ser de que un señor pague la sala. Cuesta 500 euros alquilarla dos semanas.
¿Y la financiación privada? ¿Estarían dispuestos a recibir dinero de cualquier empresa?
Tenemos que conseguir financiación privada. No hay nada. El Ateneo sobrevive con 150.000 euros del Ayuntamiento de Madrid, otros 150.000 de la Comunidad y algo más de 600.000 que aportan los socios. Sobre las empresas, nos deberíamos distinguir pero aún es pronto. No deberíamos aceptar fondos de según qué tipos de empresa. Si podemos partir de compañías más modestas pero más respetuosas con ciertos principios lo intentaremos, pero no podemos rechazar dinero privado. En todo el mundo se hace y en España no puede ser que no haya mecenazgo.
Resúmanos las claves de su programa para reflotar el espacio.
Queremos devolver la luz al Ateneo y que sea un lugar de libre pensamiento, de rigor, el espacio de los grandes debates. El objetivo es actualizarlo manteniendo su espíritu fundacional. También nos proponemos incrementar el número de socios y abrir la biblioteca 24 horas. La universidad de Harvard la tiene abierta siempre y es un lugar de encuentro para estudiantes y opositores. Eso no significa que vayamos a montar un afterhour porque, además, para entrar debes ser socio o tener una tarjeta especial de acceso.
Otra de las prioridades es resolver el contencioso abierto por el Ministerio de Cultura. El Ateneo debe un millón de euros porque se hizo una obra para un restaurante y el Ministerio de Fomento y el de Cultura no acaban de acordar que se hizo bien. Era para reformar el edificio y la dedicaron en parte a la cafetería. Parece que no es irresoluble, pero no puede ser que esté en ese limbo. El bar lleva cerrado desde hace un año y pico y es una fuente de ingresos.
¿Se replantean bajar la cuota para que sea más accesible?
Nos lo hemos replanteado para los que llevan más de 40 años como socios. Esa gente debería ser socia de honor. Quizá también alguna tarifa especial para jóvenes.
¿El elitismo con el que se concibió el Ateneo expulsa a posibles socios?
Elitista tiene que ser en un sentido: a nadie se le va a pedir currículum, pero el espacio debe ser elitista en lo que programe. Tenemos que contar con las secciones (literatura, jurídica…) porque articulan la participación de los socios, pero vamos a exigir que si formas parte de una sección tienes que garantizar la calidad.
¿Cuántos socios jóvenes hay?
Muy pocos. El ateneísta medio pasa de los 60 años.
¿Qué se les puede ofrecer para engancharlos?
Primero, mejorar la biblioteca. El invierno pasado no tenía calefacción y en verano no se enciende el aire acondicionado porque no hay dinero para pagarlo. Ha tenido presupuesto cero. Segundo, generar debates que interesen a los jóvenes. Si programas algo titulado Ortega y la Segunda República, no va a ser su prioridad venir. Tenemos que hablar de nuevos feminismos, de la libertad de información, de la monarquía, traer la mejor música, teatro en pequeño formato...
Antes decía que se trata de una institución analógica, ¿la pandemia le ha penalizado más que a otras?
Aquí no se retransmite nada por streaming pese a que han firmado un contrato. No culpo al actual presidente porque él es el último que ha llegado y es heredero de una gestión penosa. En la situación actual el Ateneo se muere. Si no ganamos, no diría que se va a morir, pero está en peligro. Nuestra candidatura ha agitado mucho. El resto, las otras cuatro, son de la casa. Forman parte de esos grupos, subgrupos y grupúsculos que tienen enfrentamientos entre sí.
O sea que entre los ateneístas hay sectores divididos.
Es consecuencia de un reglamento endemoniado, nada apropiado para nuestro tiempo. Se nombra a la mitad del Gobierno por año y eso genera una inestabilidad brutal. Si me traiciona el vocal, he perdido la mayoría. Eso ha ido creando unas dinámicas de pandillas que no se puede imaginar. Terminan peleándose en las juntas general, celebradas una vez al mes. Van solo 15 o 20 socios, siempre los mismos. Esta es la dinámica que nos hemos propuesto romper. Nos han llamado advenedizos, neófitos, gente de marketing, del postureo, culturetas...
Entonces, ¿cómo funciona el sistema de elección del Gobierno?
La Junta está formada por 11 personas: cinco se eligen un año y seis, incluido el presidente, al siguiente. Hemos dicho que hay que abrir un debate sobre una posible reforma del reglamento. No puede ser que una institución esté sometida a nombramientos fraccionados o juntas generales cada mes. Cómo voy a ir yo, por ejemplo, a Repsol a pedir que me financie las calderas de gas diciendo que soy presidente por dos años y además estoy en minoría. Genera inestabilidad económica y así están las cuentas, decadentes.
El sistema de elección, además, es en listas abiertas. Se puede votar a la lista entera o elegir a personas de varias listas. Incluso se cruzan votos por acuerdo en ocasiones. Puede salir una mezcla de candidaturas aunque no es frecuente.
¿Y los socios participan?
En las últimas elecciones que se eligió presidente, hace dos años, votaron 324 personas. Menos de un 20%.
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