Madrid, capital de los macroeventos: “Son como ovnis, aterrizan en la ciudad y lo perturban todo”
En el barrio de Las Cárcavas, situado en la zona este de Valdebebas, seis grúas gigantes se elevan del suelo, rompiendo con la estética del barrio de edificios bajos, de cuatro plantas, y calles estrechas. Desde el pasado mes de mayo, trabajan de manera incansable para terminar en 20 meses la construcción de cuatro torres de 12 plantas que van a albergar casi 600 apartahoteles de lujo. “Cuando al principio nos enteramos de que se iban a construir hoteles aquí, no lo entendíamos. Aquí no hay nada, no hay supermercados, ni restaurantes, ni centros de salud. ¡Nada! Pero ahora que sabemos que va a llegar la Fórmula 1, me puedo hacer a la idea”, dice Francisco Mengual, mientras observa desde su balcón, a poco más de cincuenta metros, la marcha de las obras.
La casa de Mengual está situada muy cerca de uno de los tramos por los que, previsiblemente, pasará el circuito de la Fórmula 1 que acogerá la ciudad de Madrid a partir de 2026. “A nosotros nadie nos ha preguntado si queremos la Fórmula 1 aquí. ¿Te imaginas todo lo que eso va a suponer, en términos de ruido, de tráfico o de gente llegando? Y nadie nos ha dicho nada, solo que será bueno para Madrid, pero ¿y para nosotros?”, añade Alberto Pieltáin, otro residente del barrio.
La sensación de “estafa”, “cabreo” y “olvido” que expresan los vecinos de Las Cárcavas por cómo está evolucionando su barrio es un síntoma de las repercusiones que deja entre la población de una ciudad el llamado “urbanismo de macroeventos”, la apuesta por atraer grandes eventos (deportivos, musicales, etc.), una práctica muy común entre las ciudades durante los últimos treinta años.
“Los denominados megaeventos (Juegos Olímpicos o Mundiales de Fútbol, entre otros), son considerados estrategias de city marketing o marketing urbano de gran impacto que permiten hacer atractivos los lugares que los albergan al reforzar su competitividad urbana y fortalecer la imagen que se transmite al planeta”, señala Roberto Díez-Pisonero, profesor de Geografía en la Universidad Complutense de Madrid. El city marketing es una disciplina de las escuelas de empresariales y finanzas que en las últimas décadas ha ido ganando un gran peso en los debates urbanísticos, especialmente en lo relacionado con la gestión del turismo. Desde esta perspectiva, una ciudad se reduce a un producto que se debe situar en un mercado y competir con otras marcas.
“En el actual marco de la globalización y de la sociedad de consumo, las ciudades compiten por alcanzar las posiciones más altas en una hipotética jerarquía urbana mundial”, afirma Díez-Pisonero. Y los macroeventos son la herramienta perfecta para ello. La llegada de la Fórmula 1 a Madrid, que se oficializó hace dos semanas en un acto en el recinto ferial de Ifema con la pompa y circunstancia que merecen estos eventos, solo ha sido el pistoletazo de salida de un carrusel de anuncios de este tipo. Este miércoles se conocía que la ciudad acogerá los Premios Laureus del Deporte Mundial por primera vez en su historia. Y la organización de la Fórmula 1 parece ser una piedra más en esta estrategia de proyectarse como marca global a través del deporte que concluya, quizá, con el intento de acoger unos Juegos Olímpicos, como ya han deslizado la presidenta de la comunidad, Isabel Díaz Ayuso, y el alcalde de la ciudad, José Luis Martínez-Almeida.
El impacto mediático ha sido incontestable. Incluso la revista británica The Economist destacaba esta semana el “boom” que está viviendo la ciudad con la apuesta por los eventos musicales y deportivos y la llegada masiva del turismo. “Colocar Madrid en el mundo”, o “prestigio internacional” son las palabras de los políticos madrileños para referirse a estos acontecimientos.
En el ámbito de las finanzas y la publicidad, la proliferación de rankings es una constante, por lo que un producto o una marca debe poder escalar hasta ellos para situarse en el escaparate del mundo. Pero, ¿cómo se puede medir un valor tan subjetivo como el prestigio de una ciudad? La consultora Resonance elabora cada año un ranking de las mejores ciudades del mundo usando factores como la atracción de empleo, inversiones, y visitantes a las ciudades.
En su último informe del año 2023, Madrid aparece en el décimo tercer lugar, por lo que se queda fuera de las diez mejores clasificadas, donde sí está Barcelona. “¿Por qué interesa a las ciudades aparecer en estas listas?”, se pregunta Díez-Pisonero. “Porque se han convertido en verdaderas herramientas de city marketing que contribuyen a promocionar y vender las ciudades que figuran en ellos”, contesta.
A finales de los años 70, el modelo 'fordista' y la industria clásica que posibilitaron el desarrollo del Estado del bienestar en los países occidentales entra en crisis, y con ello lo hace un modelo de ciudad. A partir de ese momento las grandes urbes empiezan a ser pensadas como grandes imanes de servicios financieros, económicos e incluso especulativos. Este modelo se acentuó en los años 90 y las ciudades comenzaron a ser consideradas como marcas, productos que vender en un mercado cada vez más competitivo. La razón de ser de un producto es ser consumido y, en el caso de una ciudad, eso se traduce en una cosa: el turismo.
La “elitización” del turismo
Acontecimientos como la crisis económica del 2008, la crisis del coronavirus o la crisis climática vienen arrojando una sombra de incertidumbre en el modelo de turismo de masas, por lo que las autoridades públicas están buscando “una salida apostando por la 'elitización' del turismo para atraer a sectores con alto poder adquisitivo”, explica el investigador de la Universidad de las Islas Baleares (UIB), Ernest Cañada.
Los macroeventos deportivos como la Fórmula 1 en Madrid o la Copa América de vela en Barcelona, pero también la ampliación de infraestructuras como los aeropuertos, refuerzan esta idea. “Con la Fórmula 1 están tratando de forzar una imagen que asocie la ciudad a la tracción y a los gustos de mayor poder adquisitivo”, apunta Cañada. “Y estos sectores tienen unos valores y unos hábitos de consumo que se alejan de la mayoría de la gente. Asociar la imagen de la ciudad al motor en este contexto social me parece escandaloso”, sentencia.
La Fórmula 1 traerá a Madrid unos 450 millones de euros anuales y 10.000 puestos de trabajo directo, según el gobierno regional. “No parece que eventos como la Fórmula 1 vayan a dejar dinero a los vecinos, y sobre todo, a las zonas más desfavorecidas”, explica Enrique Villalobos, presidente de la Federación Regional de las Asociaciones Vecinales de Madrid. “Nosotros creemos que lo prioritario es resolver el gran desequilibrio territorial de la región. El modelo de Fórmula 1 es algo efímero del que se beneficiarán las grandes empresas, los hoteles, ciertos caterings y restauradores. La ciudad ve pasar el dinero, pero no se queda aquí. La ciudad se convierte así solo en un escenario”, resume.
Los macroeventos acentúan la concentración económica en pocas manos y en sectores muy concretos de la ciudad relacionados con el turismo, la hostelería y la restauración. Pero no solo eso. También favorecen la concentración del poder y, por tanto, reducen el peso de la participación ciudadana en el diseño de las políticas públicas.
El investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), Alberto Corsín, que lleva años observando las dinámicas de la antropología urbana y cómo se gobiernan las ciudades, apunta a que en los últimos años los estudios especializados en el impacto urbanístico de la Fórmula 1 concluyen que este evento está generando una nueva tipología de ciudad. “Los países organizadores de los años 90 no son los mismos que los de la segunda década del siglo XXI, donde quienes han entrado son países como Baréin o Arabia Saudí. Es curioso que Madrid se quiera equiparar, justo ahora, con estos países y sus ciudades, que requieren modelos de gobierno que no son democráticos”, ironiza.
Como antropólogo urbano, a Corsín le preocupa cómo afecta la llegada de los eventos multitudinarios a la calidad democrática de una ciudad y el impacto, no solo económico o social que suponen, sino los nuevos espacios que contribuyen a configurar. La preparación de un evento de estas características no suele implicar a los ciudadanos en su diseño. “En el caso de la Fórmula 1 se podría pensar la imbricación del evento con estructuras de capacitación y formación, como por ejemplo prácticas con los estudiantes de carreras y de FP. Pero solo se reduce a una cuestión de marketing urbano y a generar nuevos espacios de reunión para élites transnacionales”, se lamenta.
El impacto en los ciudadanos
Uno de los principales problemas detectados por los urbanistas críticos con la celebración de estos eventos es que no se piensan a largo plazo. “Los gestores nunca elaboran informes sobre cómo impacta en los colegios, en la movilidad y en el paisaje urbano, esto no asoma en su discurso ni siquiera de manera preventiva a la hora de plantear los macroeventos. Y eso me indica que las claves en las que se mueven los gestores no son urbanas, sino económicas y de marketing”, se queja Corsín. Y remata: “Estos eventos son como ovnis que aterrizan en una ciudad, y arrasan con todo porque no tienen ninguna conexión con el territorio, perturban completamente las dinámicas de la ciudad, en términos de gentrificación, desplazamiento de la población o encarecimiento del suelo”.
El investigador de la Complutense, Díez-Pisonero, concede que un macroevento “da la oportunidad de acumular capital, ganar legitimidad y prestigio sobre el resto de competidores globales, demostrar dinamismo económico y modernidad, fomentar el turismo y el comercio y construir la identidad nacional”. Aunque también advierte de los múltiples efectos adversos que acarrea: “Como reconocemos en una investigación que va a ser publicada en breve, muchos países y ciudades que participan en este proceso terminan endeudándose, no llegando a recuperar la inversión realizada con la celebración del megaevento. Y la no recuperación de esta inversión económica puede generar malestar social por no cumplir las expectativas”. La solución que propone consiste en crear dinámica de gobernanza compartida que pueda permitir a los ciudadanos sentirse parte de todos los procesos derivados de estos eventos multitudinarios.
Corsín va más allá y decreta que el urbanismo de los macroeventos es un modelo “viejo” que supone “los últimos coletazos” de una concepción modernista de la ciudad, en la que se entiende a las urbes como los grandes motores del progreso moral y social de la nación. “Las grandes capitales suelen exagerarse a sí mismas y son víctimas de su propia grandeza. No suelen pensarse en el nivel medio, que es el urbano”, dice Corsín. “El urbanismo de macroeventos es justo eso, pensar la ciudad a una escala macro, ya sea económica, discursiva, o en términos de marketing, pero supone desatender la escala en la que están los barrios, las dinámicas comunitarias, y, en definitiva, lo que hace la vida cotidiana en la ciudad”, concluye.
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