Existe en los anales clásicos de la Segunda Guerra Mundial un sonoro silencio en torno al papel español, un olvido tácito hacia un país periférico en la contienda del que, no obstante, salieron héroes como los soldados de La Nueve, la primera compañía que, el 24 de agosto de 1944, entró en el París ocupado para liberar la capital gala.
La reticencia francesa a ceder protagonismo patrio en un episodio tan simbólico y el rechazo franquista a un escuadrón formado por exiliados republicanos condenaron a La Nueve a un ostracismo que ha durado décadas y no ha comenzado a desaparecer hasta el siglo XXI.
El próximo jueves, las alcaldesas de París y Madrid, Anne Hidalgo y Manuela Carmena, respectivamente, inaugurarán un monolito en el recién nombrado “Jardín de los Combatientes de La Nueve”, que constituirá el primer homenaje oficial de la capital española a esta compañía.
Es un primer paso para poner en valor una historia “realmente increíble” que habría dado para hacer “diez o quince películas” si “hubieran sido americanos”, asegura a Efe la escritora Evelyn Mesquida, autora del libro “La Nueve, los españoles que liberaron París” (Ediciones B).
Las raíces de La Nueve hay que buscarlas en el final de la Guerra Civil, al que siguió una interminable ola de exiliados, muchos de los cuales acabaron en campos de concentración distribuidos por el suroeste francés, Túnez, Argelia y Marruecos.
“Les ofrecían volver a España o alistarse a la Legión Extranjera francesa”, explica Mesquida, y muchos de ellos fueron a parar a la compañía denominada La Nueve, en la que 146 de los 160 soldados eran españoles y que en 1943 se integró en la recién creada 2º División Blindada del general Leclerc, bajo el mando de la Francia Libre de Charles de Gaulle.
Aunque hubo “más de treinta nacionalidades” combatiendo en el bando galo, La Nueve fue el único escuadrón con “oficiales de alto rango” de nacionalidad española, y sus tanquetas tenían nombres como “Ebro”, “Guernica”, “Don Quijote” o “España cañí”.
El “odio a los alemanes” y la experiencia militar adquirida en la Guerra Civil hicieron de La Nueve un grupo temible, que “siempre iba en primera línea” y “nunca daba un paso atrás”, por lo que no tardó en hacerse famosa.
Tras llegar a Normandía semanas después del desembarco estadounidense, la División Leclerc llegó a las inmediaciones de París y envió a La Nueve como avanzadilla de reconocimiento, de tal modo que, el 24 de octubre, la tanqueta “Guadalajara” fue la primera del ejército aliado en pisar suelo parisino.
Sin embargo, lo que se “escribió” en la Historia, lamenta Mesquida, fue el discurso pronunciado por De Gaulle dos días más tarde, cuando se forjó la versión oficialista de que Francia “había sido liberada por los franceses” el día 25.
Tampoco quedó constancia del “verdadero héroe” de La Nueve, el protagonista de la “única foto” que se tomó del escuadrón en París, un teniente de Burriana (Castellón) llamado Amado Granel que por su “valor extraordinario” fue condecorado hasta la saciedad.
A Granel le ofrecieron, incluso, ascender a general en el ejército galo, pero renunció por no querer aceptar la única condición que le impusieron: nacionalizarse francés.
A los combatientes de La Nueve el final de la Segunda Guerra Mundial les pilló en Berchtesgaden (Alemania), y es que también fueron los primeros en llegar al refugio de montaña que allí tenía Adolf Hitler, el conocido como “Nido del águila”.
“Pero su guerra no había terminado”, apunta Mesquida, ya que para los exiliados, que “no habían luchado por Francia, sino por España, para poder volver”, el combate no podía acabar mientras el franquismo siguiera en pie.
No les quedó más remedio: tras nueve años de campaña militar prácticamente ininterrumpida (desde el inicio de la Guerra Civil en 1936 hasta el final de la Segunda Guerra Mundial en 1945), los integrantes de La Nueve colgaron el fusil y se quedaron “en soledad” al otro lado de los Pirineos.
Por lo general, lograron “salir adelante” gracias a que, por su experiencia militar, eran “magníficos mecánicos” y, en muchos casos, encontraron acomodo en Renault, Citroën u otros gigantes del sector automovilístico.
Sin embargo, nunca consiguieron desprenderse de la sombra de la “desmemoria”, y sólo uno de los 146 soldados, el almeriense Rafael Gómez, vive hoy para ver cómo la capital de su país natal rinde tributo a su compañía.
Gómez, de 97 años y residente en Estrasburgo, fue uno de tantos jóvenes arrojados a las trincheras con la mayoría de edad por cumplir, uno de tantos exiliados humillados en los campos de concentración que encontraron en La Nueve un instrumento para mantener viva su lucha por la libertad.
La inauguración del “Jardín de los Combatientes de La Nueve”, ubicado en la confluencia de las calles de los Hermanos García Noblejas y Gabriel Montero, supondrá el primer homenaje de Madrid a unos soldados que fueron partícipes de un momento clave de la historia contemporánea.
Además, el distrito de Ciudad Lineal ha organizado el programa de actividades en torno a la historia del escuadrón de La Nueve que se desarrollarán del 18 al 22 de abril, en el Centro Cultural Príncipe de Asturias, con entrada libre hasta completar el aforo.