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De médica rural a pregonera contra la desinformación sanitaria: “No estoy de baja, me han desplazado”

Víctor Honorato

5 de noviembre de 2022 22:55 h

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Al filo de la madrugada y por correo electrónico, María Cuesta, médica de familia de 46 años, recibió la orden de presentarse a las 17 horas del día siguiente en el Punto de Atención Continuada (PAC) de Las Águilas, en el distrito de Latina de Madrid. Ese ambulatorio está situado a 70 kilómetros del municipio de la sierra norte en el que reside y trabaja desde hace 14 años, La Cabrera.

En la reordenación apresurada de la Consejería de Sanidad por tratar de cuadrar el círculo y abrir los antiguos centros de salud de urgencias con la mitad del personal, Cuesta ha sido una ficha más. El jueves tragó saliva y cumplió la orden con una hora de margen para tomar pie, conocer a los compañeros, organizar el espacio. Al llegar se encontró con que faltaba el celador (apareció un sustituto una hora y media tarde), y nadie esperaba a los nuevos sanitarios. Al acabar el turno, una cámara de la Agencia EFE recogió sus declaraciones, con voz angustiada: “Los ciudadanos se merecen ser atendidos con calidad y seguridad”, protestó.

Concluida la jornada, a Cuesta le costó digerir las palabras del consejero del ramo, Enrique Ruiz Escudero, acusando veladamente a los médicos de ponerse de baja para boicotear el plan, insinuaciones que en los días posteriores se han convertido en ataques directos contra los sanitarios, incluso por boca de Ayuso. Así que el domingo decidió presentarse en la concentración en la plaza de La Cabrera, convocada para explicar a los vecinos las consecuencias de la reordenación de la salud primaria.

Como vive allí desde hace 15 años y en el pueblo residen apenas 2.800 personas, muchos la reconocieron en seguida. “Que hable”, pidieron. Le alcanzaron el micrófono y empezó un discurso que circuló con rapidez por las redes sociales. Subida a una losa, Cuesta se va encendiendo, tras empezar por una lección de matemáticas básicas: “Con los sanitarios que estaban funcionando en 40 centros no se pueden abrir 80 […] y ahora nos echan la culpa a los médicos, que somos unos vagos y estamos de baja; yo no estoy de baja, […] Ninguno de los compañeros que hemos sido desplazados estamos de baja”. El discurso sigue y los vecinos que la rodean atienden en silencio. Varios la graban.

El alcalde, incrédulo

El miércoles, de nuevo en Las Águilas antes de empezar el turno, Cuesta bromea: “Ya tengo menos pánico escénico”. Y vuelve sobre lo ocurrido las últimas semanas. “15 días antes [de que entrara en vigor el plan de Sanidad] ya nos parecía imposible que se materializara”. Intenté hablar con el Ayuntamiento, el alcalde [Gregorio Cerezo, del PP] al principio no se lo creía“. El centro de salud de La Cabrera da cobertura a seis municipios, pero los regidores no estaban al corriente de la que se avecinaba, indica.

El día 27, Cerezo dejó de contestar a los mensajes, dice la doctora. A Cuesta le preocupa especialmente que la población de referencia –unas 10.000 personas– se encuentre con una urgencia grave y con la plantilla de médicos reducida a la mitad, de seis a tres. “El hospital de referencia está a 40 kilómetros”, advierte.

Cuesta es de Leganés, pero su vida está ligada a La Cabrera desde hace casi tres lustros. Desde 2016, es miembro de la Plataforma SAR (Servicio de Atención Rural), que apoya una huelga este fin de semana de las urgencias extrahospitalarias, junto a los sindicatos MATS y SUMA-T. “Ha sido un plan tan atropellado, los servicios de personal están desbordados...”, critica. Sobre su intervención del domingo, recuerda: “Fui tan vehemente porque se insinuó que nos habíamos dado de baja, y de hecho es el argumento que ha usado la consejería. Pues mira dónde estoy”.

Sin llaves para entrar en el PAC

El miércoles 2 de noviembre coinciden en el PAC de Las Águilas la doctora Cuesta con la enfermera Marisa Soldado, de 57 años, que ya estuvo destinada aquí antes de que la reorganización de personal por la pandemia la hiciese desfilar por el hospital de campaña en el recinto ferial, la asistencia domiciliaria, el palacio de los deportes o el hospital Zendal, donde “no hacía nada”.

El miércoles consiguió entrar en el PAC –que ha estrenado letrero luminoso, pero sigue con carencias– a través del pasillo que lo comunica con el centro de salud contiguo. El primer encargo de la celadora Vega Ruiz, de 43 años, es hacer una copia de las llaves, que aparecieron en un cajetín. Todavía no saben si está habilitado el sistema informático para revisar historias clínicas o emitir recetas. Como tanto el PAC como el centro de salud coinciden abiertos durante unas horas, algunos pacientes no tienen claro a cuál deben acudir. Cuesta zanja: “No hay un solo profesional que esté a favor del plan. Queremos sensatez”.