Médicos de urgencias que renuncian a su puesto por el plan de Ayuso: “La peor empresa privada no hace esto”
Lucía García comenzará el próximo martes a trabajar en un nuevo centro sanitario. Es médica de Atención Primaria y empezó su carrera profesional en los Servicios de Atención Rural (SAR) de la Comunidad de Madrid en 2018. Hace unos días, la doctora renunció a uno de los contratos temporales que llevaba encadenando desde entonces, cuando se percató de que el plan que pergeñaba la Consejería de Sanidad de Ayuso la condenaría a un baile de horarios y ubicaciones que le impedirían cualquier posibilidad de conciliar consulta y familia. También asumió que la reorganización de las urgencias extrahospitalarias iba a impedirle dar la calidad asistencial que merecen sus pacientes. “Me voy a Castilla-La Mancha, que me han ofrecido una interinidad desde el principio”, explica.
Como Lucía, una treintena de médicos rurales ha renunciado a sus puestos de trabajo desde que comenzó a perfilarse el plan de la Comunidad para la reorganización de las urgencias extrahospitalarias y su intención de reabrir los 37 Servicios de Urgencias de Atención Primaria (SUAP) cerrados por la pandemia con el personal de los 41 SAR que continúan operativos y médicos de familia voluntarios. Y eso que renunciar implica muchas cosas: quedarse sin trabajo, no tener derecho a paro, perder antigüedad y, en el caso de los interinos, ser relegados al último puesto de la bolsa de trabajo del Servicio Madrileño de Salud (SERMAS).
“Nosotros nos quedamos sin trabajo y ellos se quedan sin médico”, lamenta Antonio, que prefiere no utilizar su nombre real en este reportaje. Él también dejó su puesto en el SAR de Mejorada del Campo, en el que llevaba 17 años, unos días antes de la puesta en marcha del plan. “En cuanto vi que iba a ir para adelante, renuncié”, cuenta en conversación con elDiario.es. En estos puntos de atención rural, los profesionales hacen unas ocho o diez guardias al mes, por las noches y los fines de semana y festivos, con lo que cubren las mismas horas que un médico de primaria al aplicar los coeficientea de nocturnidad y festividades. “No era el mejor horario, pero era el que habíamos elegido”, aclara Antonio.
Con 55 años, M.M. cogió el fin de semana pasado la maleta y se fue a Irlanda. “Allí hay estabilidad, flexibilidad y reconocimiento y respeto, tanto por las direcciones de los centros de salud como por el paciente. Lo que hago es atención continuada, un par de guardias para las que la remuneración es tres o cuatro veces superior que aquí”, explica. Con estas cuentas, este médico que llevaba 15 años en la primaria madrileña y 13 de ellos en un SAR, calculó que le salía mejor irse un fin de semana cada quince días a aquel país que acatar el plan de Ayuso. En su caso, también era una cuestión de dignidad. “Es realmente inaceptable, la peor empresa privada no hace esto. Somos gente formada, con años de experiencia y nos quieren cambiar las condiciones. Me siento maltratado y no lo acepto”, asegura.
“La Consejería es capaz de todo”
“Tengo un niño en el cole y una hija en el instituto. Mi mujer es enfermera y hace turnos de mañana y de noche. Que me cambien de horario o de centro es incompatible con la vida familiar. No hablamos de la movilidad por toda la Comunidad de Madrid, que es algo sin precedentes. Te van a mandar de un lado a otro según las necesidades. A ninguno de los compañeros se le pasaba por la cabeza que pudieran llegar tan lejos, pero la Consejería es capaz de todo y puede llegar a más”, advierte. De hecho, la última idea de la Administración, mientras se soluciona el caos provocado por el plan y se resuelve el conflicto de huelga laboral, ha sido renunciar a los médicos presenciales en 34 de los 78 servicios que prometieron mantener abiertos con equipos completos de medicina, enfermería y celadores y sustituirlos por sistema de teleasistencia.
Ante una crisis asmática, tengo que poner un fonendo en los pulmones. Para saber si es una arritmia cardiaca, en el corazón. ¿Cómo vamos a diagnosticar una urgencia por pantalla? Esa medicina no la quiero ejercer. Lo siento pero no me he formado para eso
“Ante una crisis asmática o un broncoespasmo, tengo que poner un fonendo en los pulmones. Para saber si tiene una arritmia cardiaca, en el corazón. La exploración física es insustituible. ¿Cómo vamos a diagnosticar una urgencia por una pantalla? Esa medicina no la quiero ejercer. Lo siento, pero no me he formado para eso”, explica Ciara Castillo, que asegura haber encadenado “alrededor de 180 contratos en 11 años” en la Comunidad de Madrid. Tras “noches de mucha angustia y ansiedad”, decidió renunciar. La condiciones que venía disfrutando hasta ahora le permitía, como al resto de protagonistas de este texto, conciliar. “Podía llevar a mis hijos al cole, a las extraescolares, pasar consulta en primaria para no perder el trato con el paciente crónico, echar una mano a los compañeros de los centros de salud y seguir formándome”, cuenta ya con cierta nostalgia y la vista puesta en Irlanda, como M.
“Yo no quiero que me suban el sueldo, quiero que me dejen seguir trabajando en las condiciones en las que yo estaba trabajando. Si eso me lo ofrece otro país, pues me iré a otro país, pero es lamentable ver cómo hacen que los que nos queremos quedar en España nos vayamos y no fidelizan a la gente nueva”, dice Ciara. Precisamente, la última convocatoria de la Consejería para contratar sanitarios para Atención Primaria fue un fracaso. La gerencia convocó en junio a 338 médicos que acababan de terminar la residencia para 197 plazas y solo consiguió cubrir 59. Es decir, los nuevo médicos que terminan la residencia en la Comunidad de Madrid renuncian a las plazas que les ofrece la consejería. No en vano, desde esta escala asistencial llevan lustros denunciando las malas condiciones laborales, la sobrecarga asistencial y las agendas interminables. Este martes, el sindicato médico Amyts ha convocado una huelga en este estamento a partir del 21 de noviembre, que se sumará a los de los médicos del SAR.
Los que se han quedado llevan desde el pasado 27 de octubre denunciando traslados forzosos, viajes en Uber de un centro a otro en mitad de la noche y centros sin material o equipos completos. Unas situaciones que afectan a su vida personal, pero sobre todo a su jornada. “Básicamente, mi renuncia ha sido porque empeoran las condiciones de todos los trabajadores, la calidad asistencial que yo podía dar y que no veo amparo legal en todo esto que se están inventando. Cuando pase algo, ¿de quién va a ser la culpa si me tengo que sentar delante de un juez?”, se pregunta Ciara.
Antes de que la Consejería decidiese mantener a un médico de forma presencial en solo 44 servicios, la Plataforma Sar ya venía notificando que la mayoría de puntos no contaban con equipos completos. “A los médicos con menos antigüedad, nos iban a reubicar en los antiguos SUAP, que eran los centros de zonas urbanas, donde antes [de la pandemia] había dos o tres equipos de médico y enfermera, que veían a más de 150 pacientes al día. Con este nuevo plan, solo iba a haber un equipo. También renuncié porque yo no puedo dar esa calidad asistencial viendo a ese número de pacientes y sin un compañero que me pueda relevar ni para ir al baño”, coincide Lucía.
Esta médica de 34 años ha vivido desde septiembre con “muchísima incertidumbre”. “Todo eran rumores, no había nada por escrito. Se rumoreaba que nos iban a cambiar de ubicación, de horarios. Se habló de que íbamos a estar de tarde, había compañeros con crisis de ansiedad verificadas...”, relata. Pese a su nuevo horizonte laboral, con mejores condiciones, en otra comunidad, Lucía lamenta su destino: “Me da muchísima pena dejar la Comunidad de Madrid, porque me he formado aquí, hice aquí la residencia y he estado bien en todos los centros donde he trabajado. Me da mucha pena dejar a mis compañeros y el lugar de trabajo, porque es una gozada ir contenta a trabajar y que te guste tu trabajo”.
En los SAR trabajaban algo más de medio millar de sanitarios y unos 200 médicos, que eran una suerte de rara avis en el primer nivel de la asistencia sanitaria pública madrileña. “Era un reducto de médicos contentos, porque el horario no era el mejor, pero te dejaba mucho tiempo libre. Lo hemos elegido y estábamos contentos”, indica Antonio, que ha podido llevar a sus tres hijos de 10, 11 y 13 años al colegio cada día. “La demanda asistencial varía mucho, pero estaban bien dimensionados”, explica. Con la mitad del personal, en el mejor de los casos, para atender a las urgencias extrahospitalarias de las zonas urbanas, la situación ahora es caótica y algunos centros rurales ni siquiera tienen ya médico, doce días después del inicio del plan. “Nos han echado la culpa, nos han llamado irresponsables, vagos... Y lo han hecho porque somos un colectivo muy pequeño que creían que no podríamos armar ruido”, analiza este médico.
“Yo tengo la suerte de que trabajo como profesor en la Universidad, donde pueden darme algún crédito más, y trabajo como ecografista en la privada, que también me han ofrecido más horas”, explica, consciente de que es un “suertudo” porque puede “seguir llevando dinero a casa”, aunque sea menos que antes. “Yo cobraba trienios, así que cuando vi el plan, que no tenía ni pies ni cabeza, tuve la sensación de que me estaban enseñando la puerta. Me voy y contratan a los que acaban de llegar y les pagan menos, pero la locura de las direcciones asistenciales para tratar de conseguir gente en las guardias es bestial. Lo han dimensionado mal, pero que el plan es maquiavélico en su fondo lo tengo clarísimo. Nosotros lo estamos pagando, pero el paciente lo va a pagar mucho más”, advierte.
“Esto es una guerra perdida y me da la sensación de que es la población la que tiene que luchar por sus derechos, exigir su derecho a una sanidad pública”, lamenta Ciara al otro lado del teléfono. ¿Sus planes para el futuro? “Solo tengo dinero para estar tranquila dos meses. En enero tengo que estar trabajando, así que me pillas delante del ordenador mirando ofertas en la bolsa de trabajo del Colegio de Médicos”, resume.
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