Vicente Lorenzo ha bajado la persiana de su residencia de ancianos. Tras días extenuantes trabajando durante la primera ola de la pandemia, semanas sin descanso combatiendo al virus, protocolos que impedían la derivación de sus residentes a hospitales y material inservible aportado por la administración para contener los contagios en uno de los focos de esta epidemia, Lorenzo asegura que seguiría adelante si se hubiese encontrado con más empatía y ayuda por parte de la administración.
Este empresario cerró el pasado 30 de octubre la residencia privada Masayuda, que llevaba gestionando durante los últimos seis años. Mientras los grandes grupos que están monopolizando la asistencia social con centros de mayores que aglutinan centenares de usuarios, Lorenzo apostó por una atención mucho más individualizada: solo ofertaba diez plazas. “He buscado la excelencia en la atención que daba a los residentes”, cuenta a elDiario.es. “Durante estos años he aprendido que si atiendo bien a la gente, nuestro mayores viven más y si viven más, pues mucho mejor para ellos y para mí”, añade con sinceridad.
A pesar de la expansión del virus durante el confinamiento, los problemas del director de esta residencia comenzaron en la desescalada, con la necesidad de sectorizar zonas y tener que dejar al menos una habitación sin utilizar destinada exclusivamente al aislamiento de futuros positivos. “Me tratan igual que a una residencia de 200 plazas”, lamenta. Según explica, estas instrucciones le obligaban a reducir su capacidad a ocho plazas y reservar dos para una zona de aislamiento Covid, una medida que impacta directamente en la gestión de su negocio. “Si cumplo la normativa, mi modelo económico entonces ya no era viable”, afirma.
Protocolos de la Comunidad
Durante la vuelta a la nueva normalidad, la Comunidad desarrolló unos protocolos que instauraban una sectorización que parcelaba las residencias por zonas según los síntomas de los usuarios. En esa nueva división, la administración autonómica estableció que debía existir una zona Covid, reservada a “residentes con PCR positiva con o sin síntomas”. Los espacios destinados a esa finalidad deben ser “preferentemente habitaciones dobles, con zonas amplias por donde los residentes podrán deambular, y el uso de comedor común”, recoge la estrategia autonómica.
Este empresario lamenta que la administración no se haya preocupado por él ni por sus residentes durante la pandemia y el único contacto meses después se haya limitado a una inspección en la que casi exclusivamente -siempre según su versión- le pidieron “ver esa zona de aislamiento”. “No ha habido apoyo de la Comunidad. Nadie me ha llamado para consultar qué necesitaba yo o mis usuarios”, relata. Lorenzo, que se ha especializado estos últimos años en el sector social-sanitario, echa en falta por parte de la administración “un plan para mejorar” la atención en centros de mayores durante la pandemia.
De aquellos meses de confinamiento absoluto, Lorenzo rememora haber sufrido “una presión de cojones” por los impedimentos que se encontró al solicitar la derivación de alguno de sus residentes para ser atendidos en un hospital. Con la pandemia ya extendida y las dificultades para recibir una mejor atención sanitaria, optó por contratar a otro médico adiccional para que acudiese al centro todos los días. “Las familias de los usuarios estuvieron de acuerdo y asumieron el coste equitativamente”, cuenta. Un complemento que se añadía a los 1.600 euros mensuales que pagaban los mayores por su plaza.
100% de inmunidad entre sus residentes
Esta residencia estaba situaba en el bajo de un edificio de la colonia de Fuente del Berro, en el exclusivo barrio de Salamanca (Madrid), y contaba con más de 200 metros cuadrados. Como sucedió en muchos centros de mayores el virus entró sin que se diesen cuenta. Sin embargo, entre los diez residentes a los que atendía este empresario la letalidad apenas afectó a los mayores y la incidencia de la Covid fue mucho menor que la sufrida en otras residencias de la Comunidad. Meses después y gracias al estudio serológico que ha hecho la Comunidad, Lorenzo se ha enterado de que todos sus usuarios tienen anticuerpos de coronavirus.
Solo Masayuda y el centro de mayores Gerontos han alcanzado una inmunidad del 100%, según los datos recabados entre las más de 500 residencias que participaron en estas pruebas. “Como los test que nos dieron no funcionaban, hasta que no hicieron una PCR a una anciana que fue derivada a un hospital por otro asunto y dio positivo, no me enteré de que el virus había entrado”, recuerda. Como balance final, ya con el centro cerrado, solo uno de sus usuarios ha fallecido por Covid.
La hija de una residente: “Eran como una gran familia”
De los diez mayores que han estado conviviendo en la residencia, la de más edad era Victoria. Ingresó en el centro hace seis años sin ninguna enfermedad importante, salvo algunos achaques y lagunas de memoria lógicas de la edad que con el paso del tiempo se han ido agudizando. El pasado mes de julio Victoria cumplió 99 años. Por entonces ya se había levantado el confinamiento domiciliario, pero en las residencias siguió rigiendo un régimen muy severo de visitas y las medidas de seguridad eran también bastante estrictas. Por este motivo aquel cumpleaños fue distinto, solo pudo celebrarlo con su hija Rosa, que no reside en Madrid, y Elvira, una amiga que la estuvo cuidando hasta que fue trasladada al centro. Aquel día tampoco faltó Lorenzo, como en los anteriores cumpleaños. “Desde su ingreso se la veía contenta. Al ser pocos, eran como una gran familia: Carmina, Carmen, Mercedes, Antonio...”.
“Mi madre es una superviviente”, afirma Rosa, después de explicar que en estos últimos años la anciana ha superado un ictus leve; una neumonía; una infección de estómago y otra de orina, y un positivo por Covid, del que afortunadamente se recuperó sin secuelas después de ser ingresada en el hospital. Una de las cosas que dice que no olvidará es que Lorenzo se desplazaba casi a diario al centro sanitario para interesarse personalmente por el estado de su madre y luego llamarla. Hace dos semanas, tras el cierre del centro, ha sido trasladada a otra residencia cercana que cuenta con un número mucho mayor de plazas. La hija asegura que aunque no duda de que estará bien atendida, “vamos a echar en falta el trato tan personalizado que ha tenido en la residencia de Vicente”.
Segun dice, a ella le gustaría que ese pudiera ser el modelo futuro de todos los centros para mayores, residencias con pocas plazas para que el anciano se sienta atendido y querido, coincidiendo en ello con Lorenzo. “De momento, mi hermano -que vive también fuera de Madrid- y yo hemos podido ver a mi madre por videoconferencia. Y un día a la semana puede recibir visitas de algo más de media hora. Ella no se entera mucho de qué está ocurriendo pero al menos sabemos que está bien y eso nos da mucha tranquilidad”, añade.
En un primer momento, y a pesar de que las nuevas medidas contra la Covid le hacían perder dos plazas, el gestor de Masayuda afirma que “habría estado dispuesto a seguir” porque creía en el modelo y tenía residentes estables. “Fui a varios bancos a pedir un crédito ICO y me los denegaron”, apunta. El Gobierno anunció en marzo que el ICO tendría una línea de 400 millones de euros para ayudar a las empresas turísticas, de transportes y de hostelería a paliar los efectos de la crisis, sin embargo, no se mencionaba a las empresas del tercer sector. Ante la falta de ayudas y la imposición de un cambio de modelo, Lorenzo ha echado el cierre, no sin antes encargarse de que cada uno de sus diez usuarios encontrasen plaza en algún centro cercano. Ahora no sabe cuál será su futuro.
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