Una operación para enterrar las cenizas de Valdemingómez horas después de las denuncias de ecologistas y vecinos
A los históricos problemas de malos olores y quejas por exceso de contaminación, la planta incineradora de Valdemingómez, en el sureste de Madrid, suma una nueva complicación: las sacas de residuos tóxicos almacenadas en el vertedero no se habían enterrado como correspondía y llevaban meses al aire libre. Ahora, algunas se han roto, permitiendo que las cenizas empezasen a esparcirse.
El hecho lo detectaron las asociaciones reunidas en la Mesa por el Cierre de la Incineradora, que anunciaron el lunes que habían denunciado lo ocurrido ante la Guardia Civil. El Ayuntamiento sostiene que el vertedero está fuera del recinto del llamado parque tecnológico municipal –aunque físicamente forma parte del mismo conjunto, separado del exterior por el mismo muro– y que el asunto no es culpa suya. Si acaso, de la concesionaria, la empresa Urbaser, o de la Comunidad de Madrid, que niega ser competente. Dos días después de la denuncia, varios camiones llegaron al lugar para empezar a enterrar las sacas.
Quique Villalobos, presidente de la Federación Regional de Asociaciones Vecinales de Madrid (FRAVM), que integra la mesa por el cierre junto a Ecologistas en Acción y el Grupo de Acción para el Medio Ambiente, señala que la imagen de sacos sin enterrar no es reciente, pero que en los últimos meses las pilas habían llegado a las 10 alturas.
“Si tú dejas un saco de obra en la calle, al cabo de los meses está roto por el sol y la lluvia”, compara. Las sacas seguían perfectamente visibles el miércoles por la tarde, cuando se habían vertido ya las primeras paladas de tierra para cubrir el desaguisado. Las gaviotas que suelen revolotear en el entorno seguían allí al atardecer, cuando empezó a llover. Los camiones ya se habían ido.
Tanto la FRAVM como la Consejería de Medio Ambiente usan el mismo argumento para señalar al Ayuntamiento como responsable. “¿Quién contrata a Urbaser para que deposite las sacas? ¿O lo hacen altruistamente?”, ironiza Villalobos. “Si Urbaser gestiona las cenizas será porque en algún momento tiene una relación contractual [con el ayuntamiento], no va la empresa a recoger las cenizas porque le apetece”, señalan desde el gobierno regional, donde se dicen sorprendidos por el argumento municipal. En el Ayuntamiento aseguran que se enteraron por los medios de comunicación de que se estaban empezando a cubrir las sacas. La Consejería señala que su competencia en este caso es tramitar la Autorización Ambiental Integrada, que permite a las empresas contaminantes operar si cumplen una serie de parámetros ambientales. También realizan inspecciones periódicas, “cada tres años”, en este caso. La última fue en junio sin que saltase ninguna alarma, apuntan.
La denuncia de Más Madrid
El asunto va camino del juzgado, al margen de lo que determine la Guardia Civil, según anunció en Twitter la portavoz municipal de Más Madrid, Rita Maestre: “La situación de Valdemingómez es insostenible. Almeida tiene que dejar de esconderse y dar explicaciones en el próximo pleno. Hemos solicitado la visita inmediata a las instalaciones y emprenderemos acciones legales. Los vecinos y vecinas necesitan una solución ya”. La Mesa por el Cierre señala que, como mínimo, la reciente Ley de residuos y suelos contaminados para una economía circular, por no “informar inmediatamente a la administración ambiental competente en caso de desaparición, pérdida o escape de residuos peligrosos o de aquellos que por su naturaleza o cantidad puedan dañar el medio ambiente”.
El modelo de gestión de residuos de la ciudad, centrado en una única planta, acumula quejas vecinales. En el barrio de ensanche de Valdecarros llevan años quejándose por los malos olores. En agosto de 2021, un satélite de la Agencia Espacial Europea detectó dos escapes de metano de hasta 8,8 toneladas por hora, récord europeo. La planta funcionó, además, en un limbo legal desde 2020 hasta que este año se firmó el nuevo contrato con la concesionaria.
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