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La placa de Yolanda González: cuatro ataques en dos meses contra el recuerdo de la joven asesinada por la ultraderecha

La placa homenaje a Yolanda González tras uno de los ataques.

Alejandro López

No es una figura especialmente conocida. No es fácil encontrar a alguien que sepa responder a la pregunta de quién fue Yolanda González, estudiante de 19 años secuestrada y asesinada a tiros en un acto terrorista perpetrado por militantes del partido de ultraderecha Fuerza Nueva en 1980. Una placa en el madrileño barrio de Aluche trata de preservar su memoria, pero ha sufrido ya cuatro ataques desde que fue instalada el pasado 18 de noviembre en los jardines del mismo nombre.

El cartel primero fue ultrajado con el dibujo de una esvástica que cubrió de negro lo escrito en esa placa: “Yolanda González Martín fue una líder estudiantil, trabajadora y militante del Partido Socialista de los Trabajadores. Luchó por la democracia real, la justicia y los derechos sociales y laborales. En febrero de 1980 fue secuestrada en su casa, en el barrio de Aluche, y asesinada por un comando fascista. Tenía 19 años. Estos jardines están dedicados a su recuerdo, que sigue vivo. 1961-1980”.

La cruz gamada que tachaba la inscripción fue limpiada por los propios vecinos. La siguiente vez los métodos fueron más expeditivos. Arrancaron la placa de cuajo. De nuevo, una vecina la rescató para el barrio de un contenedor. Se volvió a soldar al poste, y de nuevo fue pintada y descuajada. Fue sustituida por un cartel plastificado de color verde con el mismo texto, acompañado de dos ramos de flores. Tampoco hubo compasión con la respuesta del barrio. En el poste solo quedan ahora los plásticos de las flores. El letrero que señala los jardines también ha sido atacado con pintura. El nombre de Yolanda González ha sido descubierto de nuevo por los vecinos, disolviendo la pintura y dejando un goteo negro bajo el letrero.

“Es inaudito lo de estos ataques”, comenta Francisco Ruiz, vicepresidente y responsable cultural de la Asociación de Vecinos de Aluche. “No tienen sentido, quizá sean por desconocimiento o ignorancia, de que era una chica adolescente asesinada por terroristas... Es tan de cajón...”, se lamenta tratando de encontrar alguna explicación a la obstinada realidad. Desde la asociación llevaban años reclamando a las autoridades municipales algún espacio que honrase a la joven asesinada. “Vivía en un piso pequeñito en el cruce de la calle Tembleque con Maqueda. Más del barrio no podía ser. Forma parte de una época muy concreta en un barrio de clase obrera, trabajadores”, reflexiona.

El barrio aún mantiene esa identidad combativa y contestataria. En un paso de cebra junto al parque no hay versos como los que abundan en otras zonas de Madrid. Aquí la pintada junto a la acera dice: “Fuera casas de apuestas”. Ruiz prosigue: “Ella era una joven estudiante, asesinada de una forma tan vil por terroristas. No quiero ni imaginar lo que ocurriría en las redes sociales o en los telediarios si se atacase una plaza con el nombre de una víctima de ETA  de una manera tan recurrente”, añade.

Las razones del ataque también resultan incomprensibles para el periodista y escritor Carlos Fonseca, que se ha aproximado de forma exhaustiva a la figura de Yolanda y al crimen que acabó con su vida en el libro No te olvides de mí. Yolanda González, el crimen más brutal de la Transición (Planeta). “No le encuentro ninguna explicación, que una chica de 19 años, asesinada hace 39 años y a la que sencillamente se le recuerda en una placa, en unos jardines que llevaban dos años con su nombre, y que haya gente que de manera tan persistente la este arrancando no tiene explicación tanta inquina... La mayoría de la gente no sabe quién es”, señala el autor. Y es cierto. En uno de los bancos de los jardines una mujer se entretiene con un libro de sudokus bajo el sol. No reconoce el nombre que bautiza el espacio. “No sé quién es. Será una concejala...”, aventura. Tampoco sabe nada de los ataques a la placa. “Aquí lo atacan todo, hay mucho vandalismo”, se queja. Pero este vandalismo tiene un componente ideológico.

En otro banco Stefan y Catalina charlan al sol mientras la hija de ambos juega en los columpios. Él ha leído sobre los ataques a la placa en la prensa, pero ignora que se encuentra en el escenario de los mismos. “La gente parece que hace el mal por el mal ¿a quién se le ocurre quitar la placa? A lo mejor es alguien joven, que no sabe nada”, comenta ella. Por un lateral del parque pasea Encarni, vecina del barrio desde que nació hace 52 años. “Sé cómo se llama el parque, pero ni idea de quién era ella”, y repara en ese momento de la ausencia de la placa. “No la había leído nunca”, dice. “Resulta extraño porque no hay gente de esta ideología en el barrio, ni pintadas de símbolos nazis, por no haber no hay ni banderas de España en los balcones”, señala mientras lleva la vista a los bloques de pisos cercanos. “Que la arranquen me genera mucho rechazo, me da rabia. Si no sabemos las cosas con placa, imagínate sin ella. Se borran”, sentencia antes de apurar el paso. “¡Tengo que hacer la comida!”. Desde el Ayuntamiento, especialmente el concejal del distrito de Latina Carlos Sánchez Mato, se ha reiterado que la placa será repuesta cuantas veces sea necesario.

Cerca de los jardines, Sara Muñoz, de 24 años, pasea a su perro junto a un amigo. “¿No fue una víctima de ETA?”, arriesga al ser preguntada por Yolanda González. “Si nos ponemos a pensar que lo que pasa con la placa de Yolanda González ocurriera con una placa de una víctima de ETA, habría tenido más repercusión y ella también es víctima del terrorismo, de extrema derecha. Es un vandalismo con un notable matiz ideológico. No es un acto sin más. Tiene su lectura política y hay un delito recogido que habla del respeto a las victimas del terrorismo. Interior debe tomar nota, lo que no se debe permitir es que estos actos sigan”, reflexiona Fonseca. De la misma opinión son en la asociación de vecinos. “El peligro de que vayan a más si no se actúa con contundencia aumenta. Hace años se atacaba todos los años el árbol constitucional plantado por los vecinos. Lo cortaban y lo dejaban en la puerta de la asociación. Nosotros lo denunciamos a la policía. Es tan obsesivo que debería ser investigado”, señala Ruiz.

“No es un hecho aislado, obviamente el contexto influye. Es cierto que vivimos en España con la irrupción de un partido de extrema derecha con la que da la sensación de que hay una vuelta, un renacer, no se como llamarlo, de nostálgicos de la dictadura... Pero estamos hablando de una chica que llevaba un año en Madrid, que era representante de la escuela de Formación Profesional de Vallecas, pero no era una persona significada políticamente que fuese líder de nada. Fue como otros muchos jóvenes que luchaban por asentar las libertades que intentábamos ganar”, medita Fonseca.

“Arturo Ruiz (asesinado de un disparo de un ultraderechista en 1977 en una manifestación contra la Amnistía), Carlos González (asesinado con 21 años en 1976 al finalizar una concentración tras el primer aniversario de los últimos fusilamientos franquistas), Mari Luz Nájera (fallecida tras ser golpeada por un bote de humo lanzado por la policía en las protestas por la muerte de Arturo Ruiz), Vicente Cuervo (asesinado en 1980 tras un mitin ultraderechista en Vallecas)”. Fonseca recita los nombres casi de carrerilla y lanza una reflexión sobre el relato plácido y modélico de la Transición que se quiere legar a las próximas generaciones. “Hubo muchos estudiantes que murieron y de eso no se cuenta nada, y aunque fue un periodo lleno de logros, tiene también sus sombras. Se ha hecho una tabla rasa y las cosas que no nos gustan se ha decidido no hablar de ellas. Tenemos la idea de que la democracia fue otorgada por una élite política, reducida al rey Juan Carlos y a Adolfo Suárez, pero fue conquistada por gente que como Yolanda”, valora.

¿Por qué Yolanda se ha convertido en un símbolo, siendo tantos los estudiantes muertos por las balas al aire o asesinados por comandos ultraderechistas? “Su muerte encierra circunstancias de especial crueldad. Una chica vasca de 19 años recién cumplidos. La vigilan, la secuestran haciéndose pasar por policías, la llevan a  un descampado en la carretera entre Alcorcón y San Martín de Valdeiglesias y la pegan a sangre fría dos tiros en la cabeza. No hay otro caso que reúna circunstancias de tal brutalidad. Hay una serie de circunstancias que recuerdan a los paseos de los falangistas en la Guerra Civil, y no hay otro que se le aproxime. Es símbolo de aquella generación de diecimuchos, veintipocos, y que se echó a la calle para afianzar las frágiles libertades que acabábamos de recuperar. Conviene no olvidar que la  Operación Galaxia y el 23-F ocurrieron en ese tiempo”, recuerda Fonseca que reivindica “una deuda de justicia y de memoria” con las víctimas de la extrema derecha en la Transición. “Tenemos un recuerdo con las víctimas de ETA, la década de los 80 fue la más sangrienta, pero nos hemos olvidado de las víctimas de los grupos ultra, que actuaban con la connivencia o la complicidad de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado”, asegura. De hecho, el condenado a 43 años de cárcel por la muerte de Yolanda, Emilio Hellín Moro, fue contratado en diversas ocasiones para impartir cursos a las fuerzas de seguridad, tanto de la Guardia Civil como de la Policía Nacional entre los años 2006 y 2011 con su empresa News Technology Forensics.

Hasta la colocación de una nueva placa en los jardines que reemplace la anterior, aún persiste la que los propios vecinos colocaron en 2013 en la estatua de La chica que lee, junto a la estación de Cercanías de Aluche. “Es una obra de un escultor asturiano, que nos pareció que podíamos asociar al recuerdo de Yolanda. Es una joven que lleva cuadernos como una estudiante, como Yolanda. Entonces no tenía un sitio propio”, señala Ruiz. “A Yolanda González y a todos los asesinados por el fascismo. No os olvidamos”, reza. Y no la olvidan. Desde la asociación preparan unos actos con los que contestar a los ataques a la placa. “Quizá sean en febrero, en el 39 aniversario de su muerte. Seguiremos luchando y reivindicando su memoria”, avisa Ruiz.

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