Personajes: PERIODISTA, POLICÍA 1, POLICÍA 2, DEPENDIENTE DEL PUESTO
ACTO I
Escena de colores brillantes. Aunque la temática podría sugerirlo, ni el decorado ni el vestuario son en blanco y negro. Rastro de Madrid. Es un domingo de septiembre. Decenas de personas circulan en todas direcciones. Junto a una esquina, en un callejón que sale de la vía principal, hay un puesto solitario. Lo preside una bandera con el escudo franquista y otra con el símbolo de la Falange. Sobre la mesa se ve la mercancía que está a la venta: llaveros, mecheros, camisetas y todo tipo de objetos con mensajes e imágenes que exaltan la dictadura y el fascismo. También hay otros “recuerdos” con consignas insultantes contra el actual Gobierno. No son muchos los que se acercan a comprar, pero destaca la juventud de algunos de ellos. Junto al puesto, apoyados en la pared, hay dos policías municipales (POLICÍA 1 Y POLICÍA 2) que parecen estar protegiendo el puesto. Entra en escena PERIODISTA que contempla lo que ocurre y se dirige hacia los policías.
PERIODISTA: Buenos días.
POLICÍA 1: Buenos días.
PERIODISTA: Soy periodista. Me van a perdonar, pero exhibir esas banderas va contra la ley.
POLICÍA 1 (con brusquedad): Lo mismo que en un puesto de ahí arriba que tienen una bandera republicana o en muchos otros que hay camisetas con la cara del Che Guevara. Nosotros permitimos que cada cual se exprese como quiera.
PERIODISTA (algo sorprendido): La bandera republicana o la camiseta del Che no violan ninguna ley.
POLICÍA 1: La bandera republicana es anticonstitucional.
PERIODISTA: No, perdone. No lo es. Lo que usted me está diciendo es grave. Se lo digo porque voy a escribir una información sobre este lugar y citaré sus palabras.
POLICÍA 1 (incómodo y cada vez más enojado): Cíteme usted lo que quiera. ¿Pero qué ley viola la bandera franquista?
PERIODISTA: La Ley de Memoria Democrática.
POLICÍA 1 (con gesto displicente): Ya. Una ley que han hecho unos.
PERIODISTA (más sorprendido): Disculpe. Esa ley, como todas, la ha aprobado el Congreso de los Diputados. ¿Quiere decir que no hay que cumplir las leyes que aprueba un gobierno que no le gusta?
POLICÍA 1: ¡Yo no he dicho eso!
PERIODISTA: Sí lo ha dicho.
POLICÍA 1: Mire, en Tirso de Molina hay un puesto que tiene banderas comunistas con la hoz y el martillo y muchas cosas más.
PERIODISTA: Ya, pero ni la ley de Memoria Democrática ni ninguna otra prohíbe la exhibición de esa bandera. Si en lugar de la franquista, ese puesto tuviera una bandera de ETA, ¿ustedes lo permitirían?
POLICÍA 1 (duda unos instantes, visiblemente incómodo): Pues ya lo veríamos.
PERIODISTA: Pues deberían ustedes retirarla porque también está prohibida por la ley.
POLICÍA 1: ¿A usted le molesta esa bandera? ¿Va a denunciarlo?
PERIODISTA: Lo importante no es si me molesta o no… que sí… me molesta. Veré si lo denuncio. Lo importante es que según la ley ustedes no deberían permitir que se exhibiera.
POLICÍA 1: Ahora mismo la retiro.
POLICÍA 1 da dos pasos para girar la esquina, le dice algo a ENCARGADO DEL PUESTO y este, sin preguntar nada, retira la bandera franquista. Cae el telón.
ACTO II
POLICÍA 1 tiene el DNI de PERIODISTA en la mano y está anotando sus datos en una libreta. POLICÍA 2, el más joven, mira la escena con evidente gesto de enojo. En el puesto se sigue exhibiendo la bandera con el escudo de la Falange y el resto de su mercadería.
PERIODISTA: Ya que usted se ha empeñado en identificarme, cosa que no entiendo, voy a anotar su número de placa.
POLICÍA 1: Haga lo que quiera.
PERIODISTA: ¿Ustedes están aquí para proteger el puesto y evitar que pueda haber incidentes?
POLICÍA 1: Nosotros estamos en esta esquina como podíamos estar allí abajo o ahí arriba. Es la zona que nos corresponde.
PERIODISTA: Ya.
POLICÍA 2 (irrumpe en la conversación): ¿Qué artículo de la ley dice que esa bandera no se puede exhibir? Dígame qué artículo y así aprendemos todos.
PERIODISTA: Ahora mismo no lo recuerdo, pero si quiere se lo busco.
POLICÍA 2 (desafiante): Búsquelo porque ha venido usted aquí dando lecciones y no sabe ni el artículo que según usted se está vulnerando.
PERIODISTA (mientras consulta su móvil): Yo lo busco y se lo enseño, pero deberían ser sus superiores los que se encargaran de que ustedes conocieran las leyes que deben hacer cumplir. Aquí está. Artículo 35, artículo 38…
POLICÍA 1 (mientras policía 2 coge el móvil del periodista y lee): Ya, una ley que solo castiga a unos.
PERIODISTA: ¿Quiere decir que no hay que cumplir una ley si no le gusta? A mí hay leyes que no me gustan, pero si las ha aprobado el Parlamento las tengo que cumplir, aunque no me gusten.
POLICÍA 2 (le devuelve el móvil al periodista): ¿Y según usted esa bandera es la franquista?
PERIODISTA: Según yo, no. Esa la bandera franquista y ese puesto exalta la dictadura y a sus líderes.
POLICÍA 2: Esa bandera es muy anterior.
PERIODISTA: Vamos a ver, Franco se inspiró en símbolos anteriores, pero esa la bandera oficial de su dictadura.
POLICÍA 2: Esa no es la bandera franquista.
PERIODISTA: Sí lo es y además tienen la de la Falange y venden productos que hacen apología del franquismo. ¿La cara de Franco no es un símbolo franquista?
POLICÍA 2 (muy tenso): Ya se ha retirado la bandera.
PERIODISTA: Ya.
POLICÍA 2: Le digo una cosa. Ha venido usted aquí muy agresivo. La próxima vez que se dirija a la policía hágalo con más respeto. Me da igual que usted sea periodista o camarero u oficinista.
PERIODISTA: Perdone, pero no es lo mismo. Yo me he dirigido a ustedes como periodista, no como ciudadano. Como ciudadano, obviamente, soy igual que un camarero o un oficinista, pero aquí estoy trabajando como periodista.
POLICÍA 2: Si hubiéramos actuado con usted como periodista, no le habríamos podido decir nada. No estamos autorizados a hablar.
PERIODISTA: Y habrían estado en su derecho, pero yo me he identificado desde el primer momento como periodista y he sido muy educado. Me he limitado a explicarles lo que está ocurriendo
POLICÍA 2: Le advierto que, si usted nos cita en el artículo, tomaremos las medidas oportunas.
PERIODISTA: Les citaré, respetando las leyes. Y, en cualquier caso, ustedes estarán en su derecho de hacer lo que consideren oportuno.
POLICÍA 2: Buenos días. Disfrute del Rastro.
PERIODISTA: Adiós.
PERIODISTA se aleja. La escena continúa como si nada hubiera pasado. POLICÍA 1 y POLICÍA 2 permanecen en la esquina. DEPENDIENTE DEL PUESTO sigue vendiendo sus productos. La bandera franquista no está a la vista. Cae el telón.
ACTO III
Pequeña habitación con dos camas. En una de las paredes hay una estantería de madera, antigua, repleta de libros. En una esquina se ve un armario a juego con la estantería. Se ve a PERIODISTA sentado en una de las camas. Tiene sobre las piernas un ordenador portátil en el que termina de escribir un texto que empieza a leer en voz alta.
PERIODISTA: Tengo la sensación, casi la certeza de que, si me hubiera presentado como un ciudadano más… habría tenido muchos más problemas con aquellos dos policías. A la cabeza me viene una imagen: la bandera franquista ondeando en el puesto, mientras el denunciante se iba detenido o con una denuncia en su contra guardada en la cartera. Confieso que, pese a esa supuesta protección que me brinda mi oficio, le sigo dando vueltas al destino final que tendrán mis datos personales. La actitud de los agentes y la manera en que, de forma oficial y ante un periodista, justificaban su rechazo a las leyes “aprobadas por unos” me provoca inquietud y sensación de indefensión. Es alarmante que, ahora mismo, imagine mis datos difundidos públicamente en el chat de algún agitador ultra o en algún foro más privado y, por ello, quizás más peligroso. Es triste que tenga que escribir, una vez más, que no confío en la profesionalidad e imparcialidad de un buen sector de nuestras fuerzas policiales y militares. Es inquietante que me tenga que hacer más preguntas.
¿Fue una anécdota? ¿Un hecho aislado? ¿O estamos ante un comportamiento generalizado e incluso mayoritario entre las fuerzas policiales de este país? Las encuestas de que disponemos sobre la ideología predominante en el ejército y los cuerpos de seguridad del Estado apuntan en la segunda dirección. El problema en sí no es la ideología de los agentes, libres son de pensar como quieran, sino su tentación de no aplicar las leyes que aprueban “los otros” y ser especialmente duros en la ejecución de las que apoyan “los suyos”. En este punto, no son los estudios demoscópicos, sino los hechos los que acrecientan esa sospecha. La tibieza con la que se actúa contra la violencia provocada por manifestaciones y grupos de extrema derecha contrasta con la actitud que las fuerzas policiales despliegan en protestas de otro signo político. Una actitud que podría resumirse en dos ejemplos concretos: aquel “a por ellos” que cantaban los antidisturbios, camino de la Cataluña del procés y los chats policiales alabando a Hitler y amenazando a la entonces alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena.
Hay muchos más ejemplos, demasiados. Será o no porque llevo años estudiando el golpe de Estado de 1936 y la posterior dictadura, pero no puedo dejar de imaginar lo que ocurriría en España si en algún momento se produce un intento golpista como aquel o como el que Trump lideró, hace mucho menos tiempo, en Estados Unidos. Pienso en qué harían esos dos agentes y el grueso de las fuerzas policiales y militares. Imagino, pienso y me sobreviene un sudor frío.
Se hace el silencio en la habitación. PERIODISTA levanta la vista de la pantalla y mira al infinito. Cae el telón.