Los partidos de izquierda han tratado esta mañana de desdibujar en la Asamblea de Madrid el relato eufórico de la comunidad autónoma que esbozó la víspera la presidenta regional, Isabel Díaz Ayuso. La más beligerante ha sido la portavoz de Más Madrid, Manuela Bergerot. “No es mala gestión, es ingeniería social al servicio de un proyecto ideológico: que la experiencia de lo público sea humillante”, ha dicho del modelo del PP madrileño y de la propia Ayuso, a quien ha descrito como “personaje de historieta”. Menos beligerante, el portavoz socialista, Juan Lobato, la ha acusado de “odiar a Pedro Sánchez y José Luis Rodríguez Zapatero” y ha puesto en duda sus promesas de inversión. La presidenta no sorprendió en sus sucesivas réplicas; de Más Madrid insiste, en bloque, en que es “totalitario”, mientras que la réplica al PSOE la dedicó en buena parte a criticar la política estatal.
Bergerot empezó señalando contradicciones del discurso del PP, como achacar el aumento de los alquileres de los pisos a la ley de vivienda cuando la regulación de precios no está operativa en Madrid porque el Gobierno regional rechaza aplicarla. En ese sentido, propuso dedicar 1.800 millones de euros para poner 10.000 pisos en alquiler a por 600 euros, que se obtendrían eliminando parte de las deducciones fiscales a los ricos, que suman 5.000 millones, según su cálculo.
“Usted forma parte de la ola reaccionaria”, criticó Bergerot, que trazó una línea entre el PP de Esperanza Aguirre y el de Ayuso al hilo de sus casos de corrupción, recordó los muertos en las residencias durante el COVID y concluyó que estaba a la altura del “betún” en términos morales. Se refirió, en ese sentido, el episodio de su hoy jefe de Gabinete, Miguel Ángel Rodríguez, llamando nazi al doctor Luis Montes, especialista en cuidados paliativos señalado por el PP en tiempos de su predecesora.
Censura a Ana Millán, investigada por cohecho
La portavoz de Más Madrid insistió en que Ayuso aclare quién ha pagado el ático en el que vive con su novio y a cambio de qué y le afeó que no obligue a dimitir a Ana Millán, número 3 del PP madrileño y vicepresidenta del parlamento regional, investigada por cobrar comisiones a cambio de contratos cuando era edil de Arroyomolinos.
Ayuso se enrocó: dijo que sería la izquierda quien tendría que acabar pidiendo disculpas a Millán. Cuestionar quién pago la vivienda que utiliza tampoco es conveniente. “La mitad de su grupo parlamentario y su partido va a acabar en los tribunales”, ha dicho, aludiendo veladamente a las contradenuncias que su pareja viene planteando contra quienes piden aclaraciones sobre las circunstancias del fraude fiscal que él mismo ha admitido.
La presidenta madrileña tenía tres cuartos de hora para replicar a las respectivas intervenciones de la oposición —de media hora—, y por momentos parecía que le sobraban minutos, que tenía que rellenar con excursos. Si Bergerot cuestionaba su postura proisraelí cuando los muertos en Gaza se cuentan por decenas de miles, Ayuso salía con que la izquierda contemporiza con Afganistán o Irán. Si criticaba la privatización sanitaria y el abuso de la colaboración público-privada, oponía que RTVE también contrata programas con productoras externas. A todos los portavoces los acusó de maniqueísmo, mientras se las arreglaba para sostener una tesis y la contraria unos instantes después; por ejemplo, cuando defendió las rebajas impositivas. “Ningún rico roba a la clase media”, dijo de entrada, para después censurar a la “burguesía nacionalista catalana”. “La intervención no sirve para nada”, dijo del mercado de la vivienda, pero luego se jactó de afianzar la regulación de los pisos turísticos.
Lobato ha ejercido inicialmente de defensor de Pedro Sánchez y la “obsesión” de Ayuso con él. “Su radicalidad no justifica su ignorancia en política exterior”, ha dicho respecto a la postura del PP y la propia Ayuso con Venezuela. También ha sembrado dudas sobre las promesas de la víspera, como las decenas de centros de salud por construir, prometidos algunos “desde hace 20 años”.
La inmigración como arma
Lobato ha centrado el inicio de su discurso en la política de inmigración, que el PP y Vox usan contra el Gobierno central y ha recordado a la presidenta regional su importancia para las pensiones. “Dejen de utilizar la inmigración como arma política. Dejen de incitar discursos racistas. Dejen de distinguir entre inmigrantes buenos y malos” y “traten con respeto y dignidad a los menores en esta Comunidad”, ha exigido.
También se refirió a las palabras de Ayuso el jueves respecto a la libertad de elegir entre pública y privada para atacarla por la gestión de la sanidad. “No se elige libremente, es una desigualdad de manual”, dijo, blandiendo la cifra del 40% de pólizas de seguros sanitarios privados en Madrid. ¿Y usted defiende la igualdad entre los españoles?, se interrogó. Terminó su intervención criticando los “anuncios grandilocuentes que no se cumplen”.
A cada reproche de Lobato había una mención al Gobierno. Respecto a la inmigración, le afeó “el descontrol inhumano de Barajas”. Si cuestionaba la reforma de la ley de universidades, se refería a Begoña Gómez sin nombrarla, acusándola de haberse “lucrado” por su asociación con la Universidad Complutense.
Vox, de acuerdo en que Sánchez es “lo peor”
El debate continuó con la intervención de Rocío Monasterio, de Vox. La portavoz del partido ultra dijo estar de acuerdo con Ayuso en que Sánchez es lo “peor”, pero le reprochó los pactos del PP y PSOE en el Consejo General del Poder Judicial y su rodillo legislativo para limitar la transparencia. “No rindió cuentas”, “no dijo nada del estado real de la región” y “solo tiró de triunfalismo y de ambición personal”, reprochó. Ayuso marcó distancias en cuestiones migratorias en una réplica en la que volvió a sobrarle tiempo; acabó cantando las bondades del vino madrileño. Todavía faltaba el turno para la intervención del PP, que sirvió para una nueva ronda de ataques a la oposición y a Pedro Sánchez.