Ramón Espinar: el hombre de Iglesias en Madrid que apostó por reconstruir los puentes con Errejón
A Ramón Espinar (Madrid, 1986), la crisis total de Podemos se lo ha llevado por delante. El politólogo ha dejado este viernes su escaño en la Asamblea, en el Senado y todos sus cargos en la organización política entre quejas por la falta de autonomía para retomar el rumbo de Podemos Madrid tras la brecha abierta por la salida de Íñigo Errejón.
El hombre de Pablo Iglesias en la región que, contra todo pronóstico, se impuso en noviembre de 2016 a Rita Maestre y quedó consagrado, por el apoyo de la militancia, como secretario regional de Podemos en Madrid da un paso a un lado por el alejamiento de las tesis de la dirección que siempre defendió. Lo hace tras sentirse con las manos atadas y frustrarse su voluntad de acercarse a Errejón para acordar una solución al conflicto abierto en el corazón de Podemos a cuatro meses de las elecciones autonómicas.
Desde el estallido de la última y más profunda crisis del partido en Madrid, Espinar había optado por mantenerse en silencio. Pese a que la brecha amenazaba a su organización, el ya exsecretario general no quiso hacer declaraciones ni conceder entrevistas, más allá de unas breves palabras ante los periodistas en las que manifestó su “decepción” por el movimiento de Íñigo Errejón a espaldas de la dirección.
Espinar sabía que la dirección estatal llevaba días haciendo movimientos para buscar un candidato que confronte con Errejón en las elecciones bajo la marca Unidos Podemos. Y no era él, a pesar de que ocupaba el cuarto puesto de la lista producto de las primarias de mayo de este año que sellaron una falsa paz, a la vista de los últimos acontecimientos, en una organización regional que ha hecho de la constante convulsión una marca de su ADN. Su descarte como candidato ha sido la última constatación de su endeble posición en el partido. Tras Vistalegre 2 no solo fue relegado a un segundo plano, también le tocó asumir decisiones desagradables como la suspensión cautelar de militancia de Rita Maestre y otros cinco concejales de Madrid que decidieron concurrir en la lista de Manuela Carmena sin pasar por las primarias de Podemos.
Espinar, como responsable de la organización en Madrid, dio la cara por esa decisión y acabó situando fuera del partido a la que había sido su rival en el proceso interno pero también compañera durante años en Juventud sin Futuro. Todo el que conoce Podemos por dentro sabe que una acción tan grave como situarla en la práctica fuera del partido no la toma un secretario general de Madrid sin consultar a la dirección nacional. Como sucede con Errejón, Iglesias y los que más horas y esfuerzo han empeñado este último lustro en Podemos, también en el caso de Espinar las batallas internas le han costado desafectos, enemistades y decepciones personales.
En un partido como Podemos, que nació de un grupo de amigos y siempre ha apelado a la fraternidad, se hace muy difícil separar la política de las relaciones personales. Y Espinar y su entorno, como también Iglesias o Errejón, lo han sufrido en primera persona.
Mucho antes de su repentina salida, vino el ascenso. A finales de 2016 se colocó en la primerísima línea de Podemos como nuevo secretario general de Podemos Comunidad de Madrid. Su propuesta ganó precisamente a la de Rita Maestre, del sector errejonista, pese a que, en la semana que la militancia votaba su favorita, Espinar fue el centro de la atención mediática por otro motivo: la Cadena Ser desveló que había vendido un piso de protección oficial en 2011 escriturado solo un año antes y por el que logró una plusvalía de 30.000 euros. La noticia propició un terremoto en Madrid y el sector pablista lo interpretó como un ataque de sus rivales en la batalla interna. En las filas de Maestre descartan haber tenido nada que ver con la información pero aseguran que su difusión decantó las primarias: presentó a Espinar, el apadrinado de Iglesias, como víctima.
Esta no fue la única vez que Espinar acaparó titulares por cuestiones controvertidas: el exsenador fue visto bebiendo Coca-Cola en el comedor de la Cámara Baja justo después de que dos miembros de que su grupo parlamentario pidiera retirar de la institución todos los productos de esta marca.
La polémica de la Coca-Cola sucedió apenas unos meses después de Vistalegre 2. El congreso de principios de 2017 que respaldó a Iglesias como líder de la formación también desplazó a Espinar a un eterno segundo plano en el que se ha mantenido hasta el día de su dimisión. La derrota del proyecto y de las ideas de Íñigo Errejón, paradójicamente, recayó directamente sobre él. El motivo fue el pacto entre Iglesias y Errejón en febrero de 2017 para darle una salida digna a quien hasta entonces había sido el número dos de Podemos: ser candidato en la Comunidad de Madrid.
Así que la alianza sellada para zanjar hostilidades con un acuerdo bilateral terminó echando alcohol sobre otras heridas abiertas. La cohesión del sector más próximo a Ramón Espinar, con mayoría en el Consejo Ciudadano Autonómico, se resintió. La muestra de las discrepancias de Juntas Podemos –la marca con la que Espinar se presentó a las primarias para liderar la ejecutiva regional y que incluía al sector de Anticapitalistas– se dispararon con la presentación de la lista de Errejón para las primarias, que incluía a Espinar como número cuatro.
Este proceso estuvo también lleno de discrepancias que hicieron estallar la enésima, pero no última, crisis en Podemos. Espinar y Errejón partían de modelos diferentes, y Pablo Iglesias, a quien en medio de la crisis institucional provocada por el máster de Cifuentes le urgía tener un candidato presentable cuanto antes, dio un golpe de mando. Y lo hizo públicamente: “Ni media tontería con cuestiones internas”.
Ocho meses después, el segundo ha dejado el escaño y el primero, directamente, la política. El roto que se abre tras la decisión de Espinar deja tocada no solo a la dirección de Madrid sino también a la estatal. Pablo Iglesias ya ha anunciado la convocatoria de un consejo estatal el próximo día 2 de febrero ante un encadenamiento de acontecimientos que, como fichas de dominó caídas y acumuladas, obstaculizan cada vez más el camino de la formación hacia las elecciones.
A finales de enero, Podemos se encuentra devorado por una nueva marejada interna. No tiene concejales en Madrid, no tiene candidato a las autonómicas y se ha quedado sin el hombre para todo de Iglesias en la comunidad donde nació el partido hace solo cinco años. Y Espinar se ha despedido con un tuit en el que agradece los apoyos recibidos tras comunicar su renuncia y reproduce una escena de la serie The Wire donde un veterano político le explica a un aspirante a alcalde que la política es “comer tazas de mierda” desde el primer día.