Pareciera que solo pueda escribir un obituario alguien a quien uniera una gran amistad con la persona fallecida o un profesional, que lo aborde con artesano respeto periodístico. No hay término medio. Y, sin embargo, algo me impelía hoy a escribir estas líneas de despedida a Rubén Caravaca, conocido gestor cultural, articulista, activista y perejil de todas las salsas del Madrid más inquieto y, como él, entusiasta. Hoy hemos sabido que ayer, 20 de septiembre, murió de forma inesperada por las complicaciones de una operación de corazón a la que se había sometido recientemente.
Echando cuentas, con Rubén he estado charlando en la calle, en una cafetería, en un estadio de fútbol, a través del móvil, en una universidad popular, en instalaciones municipales y, aunque no tengo registrada la imagen, seguramente en manifestaciones. No pertenezco a su círculo más cercano, pero sí a la extensísima fila de conocidos que esta mañana, al mirar el teléfono móvil, nos hemos llevado las manos a la cara y hemos interrumpido la respiración. Es desde la modesta situación de ser uno más entre los miles de colegas a los que Caravaca trató con sonrisa franca, desde donde escribo estas líneas de despedida.
Conocí al Rubén de la última década y, en un puñado de encuentros, pude escucharle hablar sobre política municipal, La Fornarina, ignotos grupos de barrio en los años de La Movida, Rosalía o el Atlético de Madrid (pasión que le llevó a fundar la primera peña femenina de este equipo). Entró en mi radar ligado a la organización de eventos desde dentro como Las noches del Ramadán, y desde fuera, como el primer Festival por el Derecho a la Vivienda (como recordaba hoy Alejandra Jacinto).
Y de eso va este obituario. De que unos le conocimos de unas cosas y otros de otras, pero Rubén siempre estaba ahí. Olga Rodríguez le conocía “del No a la guerra y las fiestas republicanas del barrio”; Diego Manrique como “agitador cultural”; muchos, de las asambleas del 15M; otros de aventuras políticas como Ganemos, y los trabajadores de la cultura como ex presidente de AGETEC –Asociación de Gestores y Técnicos Culturales de la Comunidad de Madrid– o Fundador de Cultura en Red y Movimiento (CEREM).
Rubén Caravaca era una caja de sorpresas con una vida llena de experiencias que llevaba a cuestas sin que le pesaran. Comenzó la militancia política a finales de los años setenta en el movimiento juvenil de Hortaleza, su barrio, donde funda con otros las Juventudes Socialistas (militó en el PSOE hasta 1997). Después de las primeras elecciones municipales democráticas, y siendo muy joven, participa como técnico en la eclosión cultural del distrito y hace que toquen en Hortaleza, antes que en el Rockola, a grupos como Siniestro Total. Fue, según contaba, una década de aprendizajes que se pueden escuchar de su propia voz en este podcast del Periódico de Hortaleza, donde colaboró (también escribió en numerosas cabeceras, especialmente en El Asombrario).
Rubén, inevitablemente los escenarios donde se desarrolla la cultura popular y diversa de Madrid quedarán un poco más vacíos a partir de hoy. Pero medio Madrid, el Madrid que a ti te interesaba, amigo, tiene una foto contigo.
*El velatorio será esta tarde (en el tanatorio de la M-30 a partir de las 18 horas)