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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Los árboles de Madrid Río como herederos de la memoria: de dehesa a parque y a proyecto paisajístico

Hubo un tiempo en el que ver crecer, cuánto más mejor, las líneas del metro era garantía de rédito político en Madrid. Pero parece que ya no, no a cualquier precio. Las talas de árboles planteadas por la ampliación de la Línea 11 han prendido la mecha de la indignación entre los madrileños, que han reaccionado a la amenaza de arboricidio con importantes movilizaciones.

La campaña ciudadana más importante –con firmas, concentraciones y acciones judiciales– se desató con la amenaza de tala de 242 árboles en la zona del antiguo Parque de Arganzuela, en Madrid Río, y continuó con la prevista en el parque de Comillas. La reubicación de la estación de metro en el interior del parque (en un principio iba a estar situada en el Paseo de Yeserías) condenaba a la motosierra a los plátanos, ejemplares adultos que se plantaron en 1969 con motivo de la construcción del antiguo parque, luego absorbido por Madrid Río. Aunque la Comunidad de Madrid se apresuró a anunciar que se suspendía la tala después de la movilización, la mayoría de los vecinos cree que se trata de una maniobra para ganar tiempo, pues no se cambiará la situación de la boca del suburbano; se ha hablado de evaluación y trasplante, operación que la consideran inviable para árboles tan vetustos.

La ribera del río a su paso por Arganzuela es un espacio cargado de simbolismo y memoria para el pueblo de Madrid. Un lugar que, en sus distintas caracterizaciones, ha servido para alimentar el estómago y la necesidad de ocio del pueblo.

Antes, mucho antes de Madrid Río, la ribera de nuestro aprendiz de río, entre el puente de Toledo y el actual paseo de Yeserías, fue una dehesa para pasto del concejo madrileño. La Dehesa de Arganzuela fue construida a finales del siglo XV a través de la adquisición de distintas tierras, muchas de viñedo (había, no obstante, parte de estas tierras de la vega que siempre habían sido de aprovechamiento comunal). Hay, incluso, fecha de lo que podríamos llamar la inauguración de la dehesa: el 22 de diciembre de 1497, día en que se hizo público mediante pregón que estaba abierta la puja por su arrendamiento. Los intentos de arriendo fueron polémicos con frecuencia, por cierto. Por ejemplo, se intentó que se hiciera exclusivamente para el pasto de rebaños de ovejas, lo que favorecía a la oligarquía madrileña, dueña mayoritaria de este ganado (el Concejo permitía pastar a las bestias de labor, relacionadas con una actividad económica más horizontal). Finalmente, la presión popular lo evitó.

Sin embargo, desde 1507 se permitió la entrada en la dehesa a los ganados de los carniceros de la Villa, convirtiéndose en la dehesa carnicera de Madrid junto con la de Amaniel (parte de la cual es la actual Dehesa de la Villa). No es, por tanto, casualidad que el primitivo matadero municipal estuviera situado al final de la calle Arganzuela, que transcurría desde la calle de Toledo hasta El Rastro. En 1924 se inauguraron el Matadero y Mercado Municipal de Ganados (que funcionó hasta 1996 y ahora es el complejo cultural conocido como Matadero) y a continuación el el Mercado Central de Frutas y Hortalizas, quedando muy reducida su superficie.

La dehesa fue testigo durante parte del siglo XX de una de las ocasiones más madrileñas, la romería de San Isidro, aunque posteriormente volvió a la pradera del santo, que para eso lleva su nombre. Pero nunca dejó de ser escenario de citas populares. Siendo ya parque, se llevaron allí las tradicionales fiestas de la Melonera a partir de los años de la Transición. Fue en el San Isidro de 1969 cuando inauguró el parque, siendo alcalde Carlos Arias Navarro. Como recuerdo, queda la placa que conmemora el día en la escalinata de acceso desde el paseo de Yeserías

El actual parque de Arganzuela (como parte de Madrid Río) recogió la herencia de la vieja dehesa, entre el Paseo de Yeserías y la M-30, y del anterior parque al que nos hemos referido. El soterramiento de la circunvalación, entre 2004 y 2007, permitió que, dentro del gran proyecto paisajístico de Madrid Río, sobrevivieran algunos elementos más que el propio nombre del parque, que pasó de 84.000 metros cuadrados hasta los 232.000.

En primer lugar, encontramos el Obelisco de la Fuente Castellana (que se llama así porque estuvo en la Glorieta de Emilio Castelar) que aterrizó junto al Manzanares en 1969 y ocupaba una gran glorieta elíptica enfrente del río. La fuente servía para que los vecinos se refrescaran durante las fiestas de la Melonera. En segundo lugar, se conserva el gran paseo arbolado de plátanos, conocido como de las Moreras, que se encuentra ahora en peligro. Madrid tiene memoria.

Además, es muy posible que en aún subsistan restos arqueológicos del Real Canal del Manzanares, un ambicioso proyecto que pretendía unir Madrid con Lisboa y Sevilla (con dos ramales que se dividirían en Aranjuez). Aunque solo se llegó a construir una parte, su trazado surcaba la ribera izquierda del río. Ya se encontraron restos de la cabecera en obras de la M-30 y se sabe que en el área estaba el embarcadero. De dehesa a parque, y a parque dentro del nuevo gran parque lineal de Gallardón. En la sombra de la arboleda consolidada de Madrid Río se guarnece la defensa contra la amenaza de un Madrid arrasado por el sol y vaciado de personas acercándose, además de la memoria de una ciudad en constante relación con las vegas de su río.