La “arqueología autobusera” en el Museo de la EMT de Madrid, un viaje histórico y emocional
Por fuera parece una nave más en unas instalaciones dedicadas a la Empresa Municipal de Transportes de Madrid (EMT). Es difícil intuir que en su interior se esconde una fila de autobuses que ejemplifica la evolución tecnológica y social de una ciudad, quizá de un país. Pero también miles de viajes emocionales, de personas que asocian su experiencia al vehículo que tomaban cada día para vivir sus vidas de un punto a otro.
El Museo EMT en Madrid, ubicado junto a las cocheras de Fuencarral, es fruto del esfuerzo de “un grupo de trabajadores entusiastas”, que se percataron de la importancia del patrimonio urbano e industrial en una época y un país donde se le tiende a restar el valor que posee. Uno de aquellos empleados es su actual director y jefe del Servicio de Patrimonio Histórica de la Empresa Municipal de Transportes, Diego García Crego. Junto a él, otras cuatro personas se encargan de encontrar, conservar, contextualizar y exponer estos tesoros sobre ruedas. Una labor de “arqueología autobusera”, como la define el director, de la que pueden sentirse orgullosos.
Y eso que la tarea no es fácil: “Durante años hemos tirado de nuestros contactos en la Asociación de Amigos de la EMT y el Autobús. También estamos en contacto con distintas entidades y archivos, y por supuesto hemos echado mano de redes sociales cada vez más. Ahora ha llegado un punto en el que hemos conseguido prácticamente todo lo posible, al menos en España, lo que queda es irrecuperable o está en manos privadas que de momento no quieren cederlo”.
Han hallado un 691 de EMT que acabó en unos almacenes de Terrassa, después de que durante años un empresario lo usara como reclamo publicitario para sus almacenes. O el 3195, recuperado en Valladolid y que aunque nunca circuló por Madrid supone un modelo gemelo al que recorría las calles de la capital. El primer microbús de la ciudad, que terminó en una autoescuela de Ourense. Desguaces, talleres y hasta universidades como la Autónoma de Barcelona son otros lugares a los que les han conducido sus investigaciones.
La última de ellas es para Diego “el milagro”. Un golpe de suerte, aunque la suerte hay que buscarla, a través de la aplicación de compraventa Wallapop. Un empleado de EMT se percató de la presencia del vehículo en Bellpuig (Lleida) a través de la popular app y lo reportó a la empresa. Después de ultimar las comprobaciones pertinentes, la entidad comprado y se restaurará para la colección. Actualmente se encuentra junto a la puerta de entrada a este museo que no es un museo, por la calle Mauricio Legendre.
Así nace una colección: de la despreocupación a la investigación
Esta tarea titánica lo es especialmente por la falta de cultura de conservación que hubo en EMT, en Madrid y en España. Ahora guardan algún ejemplar de cada nuevo vehículo para su futura exposición (el tiempo hace de todo una reliquia), pero durante años ningún responsable tuvo esta preocupación. Según Diego no fue hasta los noventa que empezaron a conservarse algunos buses, todo lo anterior lo han recuperado mediante esa arqueología. Y no fue hasta 2007, con la llegada a la gerencia de EMT de Javier Conde, que en la empresa se dieron cuenta de que con su trabajo también hacían historia. Una historia que había que conservar y enseñar al mundo.
La liberación por su traslado a Carabanchel del espacio que hoy ocupan, el antiguo taller de conjuntos (para grandes reparaciones) de las cocheras de Fuencarral, impulsó la idea de establecer un espacio museístico. “Primero trabajamos de manera oficiosa”, admite Diego, pero su reivindicación del patrimonio acabó derivando en la inauguración oficial del Museo EMT en 2016.
Y eso que técnicamente no es un museo, al estar encuadrado dentro de un centro de trabajo. Sí que puede hablarse de una “colección”, que va creciendo con el paso de los años y con el apoyo de administraciones de distinto signo político. “Los diferentes equipos de Gobierno han apostado por el proyecto las tres últimas legislaturas. Empezamos dos personas que lo compaginábamos con otras tareas y ahora somos un departamento propio con cinco compañeros”, relata Diego. Mientras habla, sus compañeros limpian las vitrinas que cobijan la espectacular reproducción de un trolebús o revisan los bajos de un histórico autobús de dos plantas, que este domingo 22 volverá a recorrer por un día las calles de un Madrid muy diferente en el marco de la Semana de la Movilidad.
Un museo de vivencias que va más allá de los buses
Diego es el guía perfecto para un paseo corto pero intenso, porque como él mismo apunta “el museo supone un recorrido histórico pero también emocional”. Autobuses asociados a la infancia, al primer amor o a un día de ocio guardado con cariño en la memoria. Cita un par de historias emocionantes que le han compartido visitantes: desde un señor que conquistó a su mujer acompañándola a las clases cada día en un bus de dos pisos (ya inexistentes en la red madrileña) a un extrabajador de EMT que se reconoció en una de las fotografías que han rescatado del archivo y exponen en el recinto.
“Lo bonito es que cada cual tiene su propia experiencia y su propia nostalgia. Para los más jóvenes el bus de su infancia puede ser uno de los modelos más recientes que tenemos por aquí, y quizá los más antiguos le impresionan por su valor, pero no tienen esa conexión emocional”, relata Diego. Claro que también hay un factor de logro tecnológico: “Cada modelo representa un hito, y en conjunto puede verse una evolución muy rica e ilustrativa”. Es el caso de los dos modelos de autobuses con dos pisos, uno de los cuales operó de 1947 a 1950 mientras que el otro lo hizo entre 1958 y 1968. Una travesía histórica breve que no les impide ser los principales objetos de miradas cuando se deja a un lado el componente sentimental.
Pero no todo son autobuses. A nivel de vehículos, se encuentra también una reproducción a escala real de uno de los tranvías que recorrieron Madrid desde 1891 hasta 1972, en concreto el 477. Aunque el único tranvía madrileño que se conserva lo expone Metro de Madrid en el vestíbulo de la estación de Pinar de Chamartín, gracias a un golpe de suerte dieron con esta enorme y precisa maqueta elaborada por vecinos de un pueblo de Ávila para el Carnaval local.
La colección incluye incluso un Seat 131, uno de los vehículos de servicio utilizados por el personal para moverse entre las instalaciones alrededor de las cocheras (talleres, oficinas...). Se trata en concreto del coche que utilizó uno de los gerentes de EMT. Sigue funcionando a pleno rendimiento y hasta tiene gasolina en el depósito. No en vano, la visita se cierra por todo lo alto con un tour por las cocheras de Fuencarral subidos a esta reliquia de cuatro ruedas.
El Museo cuenta también con joyas sin motor: uniformes antiguos del personal, mobiliario que formó parte de las sedes de EMT; una amplia colección fotográfica; detallistas maquetas de autobuses, trolebuses y tranvías (una de ellas elaborada por el suegro de uno de los empleados del lugar) o hasta detalles tan curiosos como las cartillas con las que fichaba la plantilla. En ellas indicaban sus puestos: conductor, mecánico, administrativo... Por tener el museo tiene hasta un panel eléctrico como el que llevan incrustado los vehículos para indicar la línea y la estación de destino, o una marquesina perteneciente al modelo retirado de las calles de Madrid hace diez años.
Las visitas al Museo se efectúan siempre con guía, sea sonora o mediante el personal contrato específicamente para ello. Los periodos son restringidos, ya que en los meses con temperaturas más extremas por calor y frío las condiciones de la nave no son las más deseables. Es un periodo que aprovechan para ultimar la siguiente apertura (y para acoger los asiduos rodajes que se aprovechan de un lugar tan singular), que en esta ocasión se produjo el pasado 7 de septiembre y se alargará hasta el 17 de noviembre.
Eso sí, abren tan solo sábados y domingos y cada día se ofrecen tres horarios posibles para la visita: a las 10.00, las 11.30 y las 13.00. La entrada general vale 5 euros, la reducida (condiciones aquí) y para grupos de entre 15 y 40 personas baja a 3 euros y los niños menores de 4 años acceden gratuitamente. Esa es aproximadamente la edad de Dante, un pequeño que se acerca con sus padres a conocer las instalaciones. Disfruta con los autobuses, el Seat 131, la marquesina o ese tranvía salido de un Carnaval. De momento disfruta con la vertiente más histórica y espectacular de la colección. Quizá en unos años vuelva y le cautive la nostalgia que sentirá al ver uno de esos autobuses en los que hoy todos nos montamos.
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